Hasta antes de la sucesión presidencial de 2018, Andrés Manuel López Obrador tenía al menos dos costosas facturas políticas pendientes de pagar a Marcelo Ebrard: una, cuando el ahora canciller declinó a favor del tabasqueño en la contienda del año 2000 por la Jefatura de Gobierno de la CDMX, y luego cuando cedió el paso a su segunda candidatura por el PRD a la Presidencia de la República en 2012, no obstante que el entonces gobernante capitalino estaba muy bien posicionado en las preferencias electorales.
La primera factura parece que AMLO se la ha pagado con creces, al incorporarlo no sólo a su gabinete sino empoderándolo también al delegarle diversas responsabilidades y funciones que corresponden más a otras dependencias federales que a la Cancillería.
La segunda factura todavía está por verse hasta dónde alcanzará su cobertura política, si sólo comprenderá el blindaje de las responsabilidades penales que le pudieran resultar por el colapso letal de la Línea 12 del Metro que Ebrard construyó como Jefe de Gobierno de la CDMX, o si también incluirá la candidatura presidencial de 2024.
En la conferencia de prensa de este martes 13, AMLO se hizo acompañar de Ebrard para que hablara sobre el abasto de vacunas contra el Covid. Pero el canciller tuvo que abordar también sus aspiraciones presidenciales luego de que salió a colación la comida que el pasado fin de semana fue organizada en un rancho de Ocoyoacac, en el Estado de México, por amigos y colaboradores del canciller para tratar su posible postulación en la sucesión de 2024. Según relató Ebrard, en ese convivio les dijo a sus aliados: “hay que agradecer al Presidente que nos tome en cuenta. Faltan dos años y medio. Dediquémonos a trabajar. Seamos consistentes, perseverantes y leales. Estamos a la mitad del gobierno, cuando eso llegue, estemos preparados para participar”.
Sin embargo, existe la duda de si realmente López Obrador apoya las aspiraciones de su secretario de Relaciones Exteriores o si sólo lo está usando como distractor para proteger a la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, considerada por muchos como su verdadero as bajo la manga, por lo que sus huestes andan desbocadas.
Y es que el pasado jueves 1 de julio, en el evento organizado en el Auditorio Nacional para festejar el tercer año del triunfo electoral de AMLO, operadores y aliados políticos de Sheinbaum llevaron alrededor de mil acarreados que la vitorearon con porras y gritos de “¡Presidenta! ¡Presidenta!”, mientras que a Mario Delgado, dirigente nacional de Morena y uno de los más allegados a Ebrard, fue abucheado y acusado de traidor, por las derrotas que la oposición les infringió en 9 de las 16 alcaldías capitalinas de la CDMX.
Por esa debacle electoral es que el mandatario acaba de imponerle a Sheinbaum al senador Martí Batres, quien este jueves toma posesión como secretario de Gobierno.
Además Sheinbaum, a diferencia de Ebrard, tiene todo el apoyo también de los hijos mayores y de Beatriz Gutiérrez Müller, la esposa del presidente, cuyos parientes Agustín Gutiérrez Canet, un diplomático de carrera retirado, y su cónyuge Martha Bárcena Coqui, ex embajadora de México en Washington, están muy confrontados con el canciller.
En septiembre del año pasado, Gutiérrez Canet publicó una columna en la que destrozó el área de Diplomacia Cultural de México, denunció su falta de transparencia y criticó a Ebrard Casaubón. “Si en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) promueven nombramientos ilegales como embajador eminente, también crean de manera irregular el puesto de director ejecutivo en diplomacia cultural”, escribió el ex diplomático.
Luego comentó una “detallada investigación” del periodista Eduardo Cruz Vázquez, quien –sostuvo– “evidenció cómo la Unidad de Transparencia de la SRE, cuya responsable es Elia García Moreno, ofrece información parcial o nula sobre la llamada dirección ejecutiva de diplomacia cultural, a cargo de Enrique Márquez Jaramillo”.
En una respuesta fulminante, en un documento con membrete de la SRE, Enrique Márquez Jaramillo –director ejecutivo de Diplomacia Cultural– tachó el texto de “infundado”, “mal intencionado” y una “prueba fehaciente del pragmatismo sin moral o sin principios”.
Estos ataques recíprocos evidenciaron una vez más la batalla existente entre Ebrard y Martha Bárcena, embajadora de México en Washington.
Desde el arranque de su gobierno, López Obrador nombró a Ebrard en la Cancillería, pero le negó la facultad de designar a un allegado en la capital de Estados Unidos. El propio mandatario nombró a Bárcena en ese cargo. Durante el periodo de transición, Ebrard trató de instalar una suerte de “embajada alterna” en Washington, en la que operaría su amigo, el empresario Javier López Casarín, pero Bárcena se enteró y desarticuló la iniciativa.
Su esposo Gutiérrez Canet envió un ataque indirecto extremadamente duro contra Ebrard y sus cercanos: en otra columna exhortó a apoyar la candidatura de Porfirio Muñoz Ledo para la presidencia de Morena, y tachó a sus rivales en la contienda como “oportunistas ambiciosos, con mucho dinero, escasa transparencia y dudosa convicción de izquierda”, pero también de “hábiles pero siniestros personajes” y “lobos con piel de cordero” a los que acusó de seguir “técnicas de propaganda del nazi Joseph Goebbels” y de “pagar encuestas”.
El mensaje, evidentemente, iba destinado a la candidatura de Mario Delgado y a su mentor político, Ebrard.
Por si faltaba claridad, Gutiérrez Canet señaló que son “políticos con fachada de izquierda, que tratan de ocultar bajo la manga su riqueza”, en referencia a un video difundido en junio de 2020 en el que se ve cómo Ebrard se percata de que su reloj Rolex está al descubierto y lo esconde discretamente bajo la manga de su camisa.