En la península de Kola, Rusia, cerca de la frontera con Noruega, se encuentra el punto más hondo jamás excavado por el hombre, el agujero más profundo de la Tierra.
Se le conoce como el Pozo Superprofundo de Kola y alcanza 12.262 metros por debajo de la superficie del planeta.
La excavación comenzó en 1970 como parte de un proyecto impulsado por el Gobierno de la Unión Soviética para averiguar los secretos de la corteza terrestre.
Para proporcionar una visión casi continua de esta capa de la Tierra, los científicos soviéticos instalaron instrumentos en el aparato de perforación con el objetivo de tomar medidas físicas directas en el fondo del pozo.
El material de la corteza
En esa época, el estudio de la Tierra se limitaba en gran medida a observaciones de superficie y mediciones sísmicas, por lo que el agujero de Kola abriría una nueva ventana de conocimiento en este campo.
Según el Programa Internacional Continental de Perforación Científica (ICDP), uno de los hallazgos más impresionantes fue que, al pasar los 7 km de profundidad, no se encontró la transición del tipo de roca de granito a basalto. Esta ‘frontera’, conocida como la discontinuidad de Conrad, había sido teorizada por los geólogos debido a los estudios de reflexión sísmica.
Dado que el taladro e Kola encontró que la roca granítica se extendía más allá de los 12 km, los científicos dedujeron que la discontinuidad detectada en todos los continentes por la reflexión sísmica se debía a un cambio en el calor y presión en la roca, y no a un cambio en el tipo de roca.
Actividad biológica
A unos 6,7 kilómetros de profundidad, se produjo el descubrimiento más fascinante del proyecto: fósiles microscópicos de plancton encerrados en compuestos orgánicos que permanecieron intactos a pesar de las altas presiones y temperaturas del entorno.
Las rocas a esa profundidad tenían más de 2.700 millones de años, por lo que aquella evidencia de actividad biológica encontrada correspondía a la era Neoarcaica, cuando toda las formas de vida en la Tierra eran organismos unicelulares, como bacterias y arqueas.
Más calor de lo esperado
A medida que el taladro iba más profundo, mayor era la temperatura. Si bien este aumento se ajustó a las predicciones de los científicos hasta los 3 km, el calor después de ese punto llegó a niveles insospechados.
Se esperaba que, a 12 km de profundidad, la temperatura alcanzara los 100 °C, pero registraron 180 °C, lo que amenazaba con dañar los instrumentos electrónicos.
Asimismo, la roca a esa profundidad presentaba mucha menor densidad, un factor que, junto con las altas temperaturas, hizo que se comportara más como un plástico que como un sólido.
Por estas razones, la perforación tuvo que ser detenida en 1992. El pozo fue sellado con una tapa metálica —ahora oxidada— incrustada en el piso de hormigón.
A pesar de su gran profundidad, el agujero de Kola perforó solo un tercio del grosor de la corteza terrestre. En cambio, si la excavación hubiera iniciado desde el fondo del océano, donde la corteza es mucho más delgada, hubiera bastado con 7.000 metros para llegar a la segunda capa de la Tierra: el manto.
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