20 años atrás, nacía una estrella. Roger Federer vencía a Pete Sampras en un gran partido, celebrado en la Catedral del Tenis. En ese momento, el estadunidense era amo y señor del césped. Junto con Agassi, se encontraban en el ocaso de su carrera, pero de alguna manera seguían dominando en los eventos más relevantes del tenis mundial. En aquella época no existía el concepto de “Next Gen”, pero el deporte blanco estaba listo para recibir a quien sería, durante las siguiente dos décadas, su figura más relevante.
Cuando se habla de Roger Federer, no solo se habla de trofeos, logros y récords, sino también de impacto social, liderazgo, admiración, carisma y un sinfín de virtudes. El suizo marcó un antes y después en el tenis. Cautivó a millones con su estilo, elegancia y simpatía. Más allá de todos los éxitos obtenidos como deportista, se ganó el corazón de la inmensa mayoría de los aficionados del tenis. No existe persona que no se deleite al verlo jugar o no se asombre por su porte y clase dentro de la pista. Tiene el respeto y admiración de absolutamente todos, no solo los tenistas. Hay cosas que simplemente van más allá de los títulos. Eso es Roger Federer: una figura imposible de cuantificar, pues un ícono y símbolo como él está más allá de lo tangible.
Existe una obsesión dentro del mundo de los deportes por catalogar a los mejores de la historia. Es extremadamente difícil comparar entre épocas, pues cada generación enfrenta distintos desafíos y compite en diferentes y diversos contextos. Esto aplica tanto para los deportes individuales como para los colectivos. Si bien podemos cuantificar ciertos logros, existen también elementos que son de corte más cualitativo y que dependen de cuestiones subjetivas como los valores de cada persona y sociedad. Por lo tanto, medir la grandeza de Roger Federer va más allá de títulos y récords. El tenis es más que torneos y partidos: es una avalancha de emociones, una colección de momentos y una montaña rusa de acontecimientos que dejan una huella en nuestra mente y en nuestros corazones. Y, en ese rubro, como diría Luis Alfredo Álvarez, “no hay nadie más grande que Roger Federer”.
El fin llegará, tarde o temprano. Cercano está el día en que ya no veremos el nombre del suizo en los cuadros del tenis profesional. Sin embargo, su recuerdo e imagen trascenderán a generaciones. Cuando la gente hable sobre el tenis del siglo XXI, el nombre de Roger Federer siempre estará por encima de todos y de todo. La carrera tenística terminará, pero el legado continuará.