Aun cuando todos los estragos derivados de la pandemia por COVID-19 son difíciles de calcular todavía, investigaciones consultadas por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) revelan que factores como el distanciamiento social, el miedo a contagiarse, los cuadros de ansiedad y depresión, así como la sobrealimentación y la poca actividad física, trajeron consigo y, en algunos casos, intensificaron los trastornos alimenticios.

En Reino Unido, por ejemplo, el Centro de Salud Mental creó un modelo predictivo que advierte que el 20% de su población, casi 10 millones, necesitará, en los próximos 3 a 5 años, apoyo para mantener su bienestar mental derivado de la crisis sanitaria, en donde 1.5 millones de ellos serán menores de 18 años, al tiempo que personas con problemas de salud mental preexistentes, pacientes que atravesaron terapia intensiva, así como aquellos que perdieron su empleo y los que mantienen un duelo por la pérdida de un ser querido, serán los grupos poblacionales más vulnerables.

Por su parte, en ese mismo país, Priory Group, uno de los principales proveedores de servicios médicos, señaló en febrero pasado que durante la crisis sanitaria —que se intensificó en el 2020– hubo un aumento del 61% en el número de consultas por tratamiento de la anorexia nerviosa y un incremento del 26% en el número de consultas sobre el tratamiento del trastorno por atracón.

Aunado a ello, un estudio publicado en el International Journal of Eating Disorders, sostiene que en Europa el 30% de los pacientes con bulimia y más del 60% de los pacientes con anorexia reportaron un empeoramiento de los síntomas durante la pandemia, en donde casi el 50% de estas personas no estaban recibiendo tratamiento alguno, al tiempo que identifica los factores que contribuyeron al aumento de pacientes con trastornos alimentarios, entre ellos: estrés, soledad, perspectivas emocionales negativas, mayor uso de las redes sociales, insatisfacción corporal y preocupaciones sobre la accesibilidad a los alimentos.

En México, la problemática no es menor. El informe “Acciones e intervenciones para la pérdida de peso”, publicado en enero de este año por la firma especializada en investigación de mercados Ipsos, advirtió que los mexicanos han ganado, en promedio, 8.5 kilos de peso durante la pandemia, lo cual nos coloca, en una lista de 30 países, como el número uno en dicho rubro y por encima de Arabia Saudita con ocho kilos; Argentina con 7.9 kilos y Perú con 7.7 kilos. El promedio mundial es de 6.1 kilogramos extra.

Cabe destacar que esfuerzos orientados a visibilizar la relación de la salud mental y los trastornos alimenticios en medio de la pandemia por COVID-19 refieren que en este periodo las personas exacerbaron las conductas de restricción, atracones, purgas, así como el sedentarismo o el exceso de ejercicio.

Respecto al impacto en la salud mental en las personas que han logrado sobreponerse al COVID-19, una investigación publicada en la revista científica The Lancet monitoreo a 236 mil 379 sobrevivientes y reveló que el 24% de ellos había experimentado un trastorno psicótico, de ansiedad o del estado de ánimo, con base en síntomas psicológicos que incluyen: estrés por soportar una enfermedad potencialmente fatal, incertidumbre sobre el futuro, estigma social por portar dicha enfermedad y aislamiento social.

Otra de las preocupaciones de los especialistas es el hecho de que ante la priorización de la atención médica a quienes contraen el virus de COVID-19, se frenó el diagnóstico y cuidado a aquellas personas con indicios de desórdenes alimenticios. Sin embargo, ante dicho panorama, también destacan la atención mediante las nuevas tecnologías, en donde la telemedicina ha jugado un papel clave en la intervención para prevenir y atender este tipo de trastornos.

invdes.com

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