Este 1° de julio el Partido Comunista chino cumple 100 años. Viendo a esta superpotencia a la luz del día de hoy, China está marcando un nuevo modelo al mundo: eficiencia y crecimiento económico junto con dictadura totalitaria.
Frente a Occidente que fundó su prosperidad de los últimos 200 años en el libre mercado, el capitalismo y el modelo democrático, pero que vive hoy también una coyuntura marcada por un cuestionamiento social ante las contradicciones de ese mismo paradigma, China le dice hoy al mundo que tiene la solución a esas fracturas.
China está creciendo actualmente a un ritmo del 18% anual lo que la convierte ya en la principal economía mundial. Sin embargo, sigue teniendo un “exitoso” régimen político totalitario e hiper centralizado, algo que suena inaceptable para nuestros valores fundado en las libertades (y también en los derechos de los que hemos abusado, complicado y tergiversado de formas laberínticas).
Pero lo que hay que resaltar es que esa realidad ya nos alcanzó. A diferencia de todo el siglo XX donde los países comunistas no pudieron competir con el modelo occidental de libre mercado, prosperidad material y económica, y estados democráticos, hoy en día, el comunismo chino, como régimen político, es un digno competidor en el escenario internacional en términos de proponer otro paradigma que implique prosperidad general.
Los países con regímenes liberales y democráticos viven una multiplicad de problemas que permiten hablar de una crisis en diversas esferas: el agotamiento de los partidos y los políticos provocando un déficit de legitimidad en el diseño republicano y representativo; la dificultad del financiamiento del Estado social; el distanciamiento entre gobiernos y ciudadanos; la concentración de riqueza y la desigualdad social que han traído las políticas económicas neoliberales; entre muchas otras.
En cambio, y paralelamente, China ha vivido en las últimas décadas un crecimiento económico llevado de la mano del centralismo y monopolio del Partido único.
No fue así en los últimos 100 años de existencia del Partido Comunista Chino. La era de Mao Zendong resultó en lo contrario, en pobreza y hambruna, pero a partir del gran viraje desde Deng Xiaoping y ahora con Xi Jinpin, China se posicionó como la gran potencia que es hoy en día, y no sólo en términos económicos, sino internacionales y militares.
Quizá por eso es que, en la última sesión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, se concluyó que China representa ya la mayor amenaza para Occidente.
Ahora con el mandato de Xi Jinping, quien muy seguramente se volverá el dictador vitalicio de China en el 2022 durante el XX Congreso Nacional del Partido Comunista, se reafirmará la impronta centralista, autoritaria y de culto a la personalidad que ha identificado a China a lo largo de su historia, sólo que ahora respaldada por una economía impresionantemente dinámica, eficiente y exitosa.
Esa voluntad de dominación ya no sólo es interna. Ahora el régimen chino tiene como propósito la unificación de China con la anexión de Taiwán y la integración forzada de la minoría uigur, entre otras. Pero no sólo eso, China tiene ya el espíritu de ir teniendo presencia y llenando huecos en toda las regiones y continentes, tanto en un nivel de inversiones financieras y económicas, como en infraestructura, desarrollo tecnológico y tecnologías de punta. Por ejemplo, hoy en día los países de Europa del Este ya no están volteando a ver a Europa occidental, están haciendo alianzas con China en todos los ámbitos.
China se quiere presentar ante el mundo como un modelo alternativo a la democracia. Ese modelo ya no es en lo absoluto el paradigma comunista antiguo. Se trata de nuevo modelo donde el discurso de la sociedad sin clases y la igualdad ya no está presente, sino el del crecimiento, la prosperidad material y económica, junto con el control eficiente y central de “todo”.
Estamos hablando de un nuevo tipo de totalitarismo. El modelo chino, el del comunismo del siglo XXI, es el modelo del éxito económico y el avance tecnológico, con un gobierno central eficiente, efectivo y total.
Para quienes pensamos que el principal valor y riqueza que tenemos es la libertad individual, resulta aberrante cualquier régimen autoritario, y todavía más uno totalitario. Pero como politólogo y desde el análisis, reconozco que el modelo chino, con su hoy centenario Partido Comunista, significará un reto, y también una tentación, al ofrecer soluciones eficaces y eficientes (como el control y combate demostrado al SARSCov2 y al Covid19), que sacrifican las libertades individuales por un bien colectivo, ahora vestido de bienestar y éxito económico.