Un ordenador de sólo 0,3 mm de lado ha resuelto el misterio de una extinción masiva de caracoles en un archipiélago polinesio. Adosado a la concha y hojas de los árboles, descubrió que la luz del Sol evitó que una especie de moluscos desapareciera.

En 2015, la Universidad de Michigan anunció que había fabricado el ordenador más pequeño del mundo, de aspecto insignificante al lado de un grano de arroz: mide solo 0,3 mm de lado.

Dotado de procesador, transmisor y receptor inalámbrico, el así llamado Michigan Micro Mote (M3) recibe y transmite datos con luz visible.

Es un sistema informático totalmente autónomo que actúa como sistema de detección inteligente. Contiene células solares que alimentan la batería con luz ambiente.

Diseñado inicialmente como sensor de temperatura de precisión para evaluar tratamientos contra el cáncer, su primera aplicación real ha tenido lugar seis años después para resolver el misterio de los supervivientes de una extinción masiva.

En los años setenta del siglo pasado, un archipiélago polinesio del Pacífico Sur, conocido como Islas de la Sociedad, sufrió la invasión de un caracol depredador que extinguió a 50 especies de caracoles locales.

Comportamiento humano

La catástrofe fue la consecuencia de un comportamiento humano, que introdujo en las Islas de la Sociedad el caracol de tierra africano, para cultivarlo como fuente de alimento.

Este caracol, que se alimenta de distintas plantas, se convirtió en una plaga importante. Para controlar su población, los técnicos agrícolas introdujeron en 1974 otra especie de caracol, llamado lobo rosado (Euglandina rosea), originario del sur de Estados Unidos, que es un potente devorador de caracoles.

El caracol lobo rosado está incluido entre las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Una vez introducido en las Islas de la Sociedad, la mayoría de las 61 especies conocidas de caracoles arborícolas nativos fueron presa fácil del lobo rosado.

Supervivientes

Sin embargo, una especie de molusco gasterópodo, conocido con el nombre de Partula hyalina, de caparazón blanco, sobrevivió al desastre y nadie sabía por qué.

Los biólogos evolutivos Cindy Bick y Diarmaid Ó Foighil, también de la Universidad de Michigan, se plantearon la hipótesis de que el caparazón blanco distintivo de P. hyalina podría darle una ventaja importante en los hábitats del borde del bosque, al reflejar (en lugar de absorber) los niveles de radiación de luz.

Para comprobar esa hipótesis necesitaban rastrear los niveles de exposición a la luz que P. hyalina y los caracoles lobo rosados ​​experimentaban en un día típico.

Para conseguirlo, necesitaban conectar sensores de luz a los caracoles, pero los chips disponibles comercialmente eran sido demasiado grandes.

M3 resultó la mejor opción para medir la intensidad de la luz de los hábitats de los caracoles: podía medir el nivel de luz de forma continua.

Usando imanes, los M3 fueron adheridos, tanto a los caracoles lobo rosados, como a las hojas donde duerme la P. hialina. Al final del día, los datos recopilados eran descargados de forma inalámbrica.

Gracias al Sol

De esta forma, los investigadores comprobaron que, a mediodía, el hábitat de P. hyalina recibía en promedio 10 veces más luz solar que los caracoles lobo rosados.

Los investigadores sospechan que el lobo rosado no se aventura lo suficiente en el borde del bosque para atrapar P. hyalina, incluso al amparo de la oscuridad, porque no podría escapar a la sombra antes de que el Sol se pusiera demasiado caliente.

“Pudimos obtener datos que nadie había podido conseguir”, señala David Blaauw, profesor colegiado de ingeniería eléctrica y ciencias de la computación de la Universidad de Michigan, en un comunicado.

«Y eso es porque teníamos un pequeño sistema informático que era lo suficientemente pequeño como para pegarse a un caracol», añade.

«Las computadoras de detección nos están ayudando a comprender cómo proteger especies endémicas en las islas», indica por su parte Cindy Bick.

«Si somos capaces de mapear y proteger estos hábitats a través de medidas de conservación adecuadas, podemos encontrar formas de garantizar la supervivencia de las especies», concluye.