La investigadora del ISP señala que la obesidad incrementa el riesgo de fallecimiento por Covid-19, así como las probabilidades de requerir hospitalización, cuidados intensivos y ventilación mecánica.
12/06/2021, Xalapa, Ver.-La obesidad no es una elección personal, pero según registros de las dos últimas décadas su impacto ha sido peor que el del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés), la gripe H1N1 y otras infecciones relacionadas con el exceso de peso, por lo que se considera que una población con sobrepeso implica una pandemia a punto de producirse.
Yolanda Campos Uscanga, investigadora del Instituto de Salud Pública (ISP) de la Universidad Veracruzana (UV), expresó lo anterior durante su participación en el Simposio “Impacto del Covid-19 en la salud pública”, organizado por esa entidad universitaria, en el que ofreció la conferencia “Efectos de la pandemia por Covid-19 en los estilos de vida y la obesidad”.
Maestra en Salud Pública con área disciplinar en epidemiología y Doctorado en Psicología, la investigadora universitaria resaltó que el sobrepeso y la obesidad incrementan el riesgo de muerte por Covid-19, así como la probabilidad de requerir hospitalización, cuidados intensivos y ventilación mecánica.
Apuntó que de los 2.5 millones de muertes hasta febrero de 2021, 2.2 millones se registraron en países en donde más de la mitad de la población tiene sobrepeso, por lo que éste debe ser el punto detonante para que el Estado y los sistemas de salud generen los procesos de cambio y se continúe apostando a la investigación transdisciplinar.
“Hablar de obesidad hoy en día es de lo más vigente no sólo por lo que la pandemia ha puesto en evidencia respecto a la vulnerabilidad adicional de quienes la presentan ante la Covid-19, sino por la alta prevalencia en el mundo que se relaciona directamente con mayores casos de diabetes, hipertensión, cáncer y accidentes cardiovasculares, entre otros.”
La investigadora del ISP aseveró que la pandemia ha exacerbado la respuesta fisiológica al estrés por miedo al contagio, aislamiento social e incertidumbre financiera. Dijo que el estrés prolongado puede aumentar el abuso de sustancias como el alcohol y el tabaco, el aislamiento social disfuncional, el comportamiento alimentario compulsivo y el sedentarismo.
Consideró, además, que estrategias como la contención y mitigación de la Covid-19, el distanciamiento social, la cuarentena y las medidas de cierre generalizado, aunque son cruciales, pueden conllevar varios problemas de salud física, mental y/o psicológica asociados; en tanto, la alteración de la rutina diaria puede causar importantes consecuencias no deseadas, entre ellas dificultad para mantener un estilo de vida saludable.
Planteó que los cambios en los estilos de vida por Covid-19 abarcan muchas esferas, entre ellas mayor estrés, menor apoyo social, peor calidad del sueño, más minutos totales sentados, aumento de la intensidad del tabaquismo y del consumo de alcohol.
También, las interrupciones rutinarias por la pandemia conllevan dietas poco saludables, el trabajo desde casa con niños puede ser abrumador, lo cual lleva a optar por comida rápida y opciones de entrega a domicilio.
Por otro lado, se han encontrado alteraciones importantes en el sueño derivadas de la pandemia, sobre todo en pacientes con Covid-19 y trabajadores sanitarios.
Lo anterior da lugar a varias reflexiones: hemos estado en pandemia el tiempo suficiente para consolidar “nuevos” hábitos; el retorno a la actividad “normal” no necesariamente implica volver a los hábitos anteriores, que no necesariamente eran saludables, aunque los “nuevos” tampoco pueden serlo. Por ello, se requieren nuevos abordajes intersectoriales, estrategias integrales, así como intervenciones específicas e investigación transdisciplinar.