No hay esperanza para estas masas heladas que agonizan en las cumbres de las montañas, ni se puede revertir el calentamiento global, advierte el glaciólogo Hugo Delgado.
Reportaje de El País expone la crítica e irremediable situación.
La irremediable extinción de los glaciares mexicanos, únicos en su latitud de 20º norte, supone perder un sensor sin ambigüedades sobre el cambio climático, pero sobre todo implica perder una fuente de agua. En un país cada vez más poblado y más seco —la temperatura promedio en México ha aumentado dos grados en los últimos 34 años—, los glaciares son un aporte adicional en la época de sequía a las comunidades que viven cerca de la montaña. Cooperan con alrededor del 5% de agua al sistema hidrológico regional, por escorrentía o por la alimentación de los acuíferos.
En el país solo quedan cinco glaciares, repartidos en dos montañas: el Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba. En total ocupan menos de un kilómetro cuadrado de hielo. Los expertos aseguran que en 2050 no quedará ninguno. El calentamiento global es el culpable de la desaparición acelerada de esta fuente de agua
La situación para el Pico de Orizaba
La cumbre y sus glaciares están todavía 120 metros por encima de la línea de equilibrio. Pero los geólogos han detectado una falta de sincronización: cuando nieva en la época de lluvias —que en México coincide con el verano—, las altas temperaturas impiden que la nieve permanezca. Y cuando hace el frío necesario, no hay precipitaciones.
El glaciar Norte y el pequeño Noroccidental, que suman poco más de 0,6 kilómetros cuadrados, están en el Pico de Orizaba, también llamado Citlaltépetl, en el límite del Estado de Puebla con Veracruz. Es la montaña más alta del país, de 5.675 metros, y en los últimos 60 años han desaparecido cuatro glaciares. El Norte, la última esperanza de estudio de los geólogos, también agoniza. Ha perdido sus lenguas, los ocho tentáculos de hielo que serpenteaban la montaña. “Está aflorando ya la roca. El espesor del hielo es mínimo”, apunta Hugo Delgado, director hasta este abril del Instituto de Geofísica de la UNAM.
El geólogo vaticina que en los próximos cinco años los tres del Iztaccíhuatl habrán desaparecido y otorga un margen de dos décadas para los del Pico de Orizaba. De cualquier forma remata: “En 2050 no habrá glaciares en México”.
El futuro cercano
Todas las señales —los glaciares que retroceden, los polos que se derriten, las presas que se vacían— apuntan hacia la misma dirección. Dejará de haber tanta disponibilidad de agua. Nuestra sociedad estará bajo un esquema de estrés hídrico. Es un problema que ya está aquí, pero todavía no se manifiesta en toda su magnitud. El verdadero reto ahora es cómo nos vamos a adaptar.
No hay esperanza para estas masas heladas que agonizan en las cumbres de las montañas, ni se puede revertir el calentamiento global, advierte el glaciólogo Hugo Delgado. Reducir los gases de efecto invernadero, ahorrar agua, evitar la deforestación, invertir en educación ambiental son algunas de las acciones ya necesarias. Delgado, que ve esperanza en las próximas generaciones, concluye: “Esto no es por proteger al planeta, sino al ambiente que nos permite subsistir como especie. Nos estamos jugando la permanencia”.
INFORMACIÓN El País