Este 21 de marzo se conmemora el 215° aniversario del natalicio de Don Benito Juárez, abogado y político mexicano de origen zapoteca, nacido en el año de 1806 en el pueblo de San Pablo Guelatao Oaxaca, actualmente llamado Guelatao de Juárez en su honor.
De origen humilde, lo caracterizó desde niño el deseo de superarse y salir adelante a pesar de las adversidades económicas y sociales que enfrentó desde su corta edad, pues a los 3 años perdió a sus padres y quedó al cuidado de su tío Bernardino, viviendo bajo su tutela durante diez años.
Sin embargo, a los 13 años emprendió el camino a la capital de Oaxaca en busca de mejores condiciones de vida; el hecho de no dominar el idioma español, no fue obstáculo para concretar sus aspiraciones de salir adelante a través del trabajo y del conocimiento.
Años más tarde, aquel niño de origen indígena logró culminar de manera exitosa sus estudios de derecho, latín y filosofía, mismos que combinó con su trabajo político y social, logrando convertirse primero en regidor del Ayuntamiento de Oaxaca, después en diputado local y posteriormente en diputado federal, hasta llegar a ocupar la gubernatura de su estado natal en el año de 1847.
Durante su mandato se caracterizó por mantener el equilibrio económico y fomentar la obra pública, pero sobre todo por impulsar la educación mediante la fundación de escuelas normales, promoviendo el fortalecimiento y la transformación de la enseñanza pública.
El camino hacía la presidencia de México no fue sencillo, recordemos que después de su periodo como gobernador, enfrentó una persecución política por parte de quien entonces detentaba el poder, por lo que fue exiliado a la Habana Cuba, desde donde se trasladó a Nueva Orleans, en donde junto con otros liberales exiliados planeó la proclamación del Plan de Ayutla para derrocar al gobierno del General Santa Anna.
En la nueva presidencia encabezada por el general Juan Álvarez, Juárez fue nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, espacio desde el cual promovió la promulgación de leyes en favor de las libertades de enseñanza, imprenta y trabajo, mismas que sirvieron de base para la Constitución liberal de 1857.
Debe destacarse que, ese mismo año bajo la presidencia del general Comonfort, Juárez se convirtió en Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ante la deserción del Mandatario, el Benemérito de las Américas llegó por primera vez a la presidencia de México.
Sin embargo, la oposición de los conservadores detonó la Guerra de Reforma, movimiento armado que duraría tres años, obligándolo a establecer su gobierno en distintos puntos del país, entre ellos Veracruz, donde expidió el paquete legislativo que conocemos como “Leyes de Reforma”.
Desde nuestra entidad se dio impulso al movimiento de transformación social que sentaría las bases para la construcción de un auténtico Estado constitucional, durante estos años se emprendió una lucha para terminar con las prebendas de las clases privilegiadas, reactivar la economía y lograr una verdadera reestructuración social.
A pesar de los avances logrados, la intervención francesa e instauración del segundo imperio, implicaron un retroceso en la transformación de México, sin embargo, con el restablecimiento de la República, Juárez resultó electo presidente en 1867, continuando con la modernización política y social del Estado mexicano hasta 1871, año de su muerte.
La importancia de difundir el legado de Don Benito Juárez radica en la trascendencia de sus acciones, pues fue un hombre que luchó por sus ideales, aunque estos le valieran el exilio, pero a pesar de ello no claudicó en su lucha por defender a la patria, anteponiendo en todo momento los intereses de la nación a los deseos de unos cuantos.
Es grato reconocer la vigencia de los ideales juaristas en la visión transformadora del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien gobierna con el ejemplo del Benemérito de las Américas y cuyas acciones y amor a la patria nos impulsan a luchar diariamente para construir un país mejor.