Después de todo el recorrido estilístico del que hablamos en las entregas anteriores (en la parte inferior están los enlaces), en 2018 Antonio Caraveo decidió hacer un proyecto dedicado exclusivamente al terreno jazzístico «con la inquietud de tocar standards de jazz y bossa nova y un poco de soul de los grandes del género como Miles Davis, Horace Silver, Thelonius Monk y Jobim, con influencias de músicos como el guitarrista John Scofield, el pianista Kenny Barron, la trompetista Ingrid Jensen, el arreglista Vince Mendoza y los pianistas mexicanos Enrique Nery y Eugenio Toussaint y muchos otros», pero, aunque aunque ha ejercido por mucho tiempo el oficio de arreglista —y sigue ejerciéndolo—, en su ADN está el mandato de la construcción de la voz propia, así que para el álbum inaugural del grupo, Paisajes Mexicanos, compuso siete temas en los que asume «al jazz como un idioma universal, siempre con el espíritu libre de la improvisación, proponiendo diversas influencias de jazz con un acento personal», y sí, hizo un arreglo a una pieza tradicional mexicana.

Para este registro, Caraveo se hizo de pinceles, acuarelas y caballete con los cuales traducir a sonoridades algunos parajes del país, y con préstamos de lenguajes que van de Paul Desmond al son tradicional mexicano pasando por el soul, el regué, el vals y la bossa nova, plasmó su versión personal del bosque de Chapultepec, de la silueta del Ixtlacíhuatl, de las baldosas y los tejados de Pátzcuaro, del derroche cromático de las bugambilias y los rehiletes, y de los caminos que conducen a Ixtapa Zihuatanejo. Además del acuarelismo sónico, escribió una carta al gran maestro del jazz mexicano, Enrique Nery, y proveyó de un vestuario novedoso a La Llorona.

Para esta grabación, Antonio Caraveo Jazz Project se conformó con una sólida sección rítmica integrada por el propio Caraveo en la dirección y el bajo, Jordan Sánchez en la guitarra y Ephraim Flores en la batería, a la que se sumó la voz melódica del saxofonista Sebastián Ballesteros. Con esta formación, la impecable factura de las siete composiciones y el arreglo se agrandó por la solvencia técnica de la interpretación de las partituras, la gran variedad de colores y texturas, y, sobre todo, por los destellos improvisatorios individuales que son la esencia del jazz. Con todos estos elementos, Paisajes Mexicanos se convierte en un álbum imprescindible en toda fonoteca jazzera.

 

PRIMERA PARTE: La atmósfera del músico poliédrico
SEGUNDA PARTE: Jazztás

 

 

 

 

 

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