Desde que aparecieron en el escenario político-periodístico los “convenios” o “paquetes publicitarios” cambió la forma de hacer periodismo. Los políticos con acceso a los fondos públicos y criterios gandallas, fueron presionando a los particulares, dueños de los medios de comunicación, para que dentro de los convenios se fueran incluyendo artículos de opinión, textos insertados en las columnas periodísticas, caricaturas en las que se golpeaba al adversario político y, finalmente, el convenio se convirtió en un lazo entre gobierno y medio que maniató el ejercicio de la libertad de expresión. El cliente, en este caso el gobierno, dejó de ser  comprador de espacio para insertar gacetillas, convocatorias, avisos oficiales, esquelas, fotos y otros materiales oficiales, se apropió completamente del medio y llegó a pedir la salida de columnistas incómodos, críticos, profesionales, cuyo compromiso era con la opinión pública y que practicaban el principio de “al gobierno no se le aplaude, se le vigila”. Total que la avaricia de los propietarios de los medios de comunicación y la actitud abusiva de los políticos en el poder, acabaron con el libre ejercicio de la libertad de expresión. Hoy esa confusión que los gobiernos aprovechan para combatir a quienes los critican o para destruir a sus adversarios, terminó con cambiar la forma de comunicar y aunque sobreviven medios que mantienen la distancia con el poder y subsisten de la publicidad comercial o de otras formas legítimas de obtener ingresos, son más los que están entregados al gobierno a cambio de un “convenio” que no es otra cosa que una triste limosna, que los que tienen bien claro cómo debe ser el trato con el poder: respetuoso, claro, pero cada quien cumpliendo con su obligación, el medio vendiendo espacio no criterio editorial y el gobierno informando a la sociedad a través de los medios de mayor circulación; los más profesionales, los que tienen en sus filas periodistas, no mercenarios. Está comprobado que las redes sociales no informan, al contrario, el gobierno las usa para combatir de la manera más ruin a sus críticos, pero al final se imponen los profesionales de la comunicación. Curiosamente un elevado porcentaje de datos que las redes sociales usan para golpear, los toman de los textos que publican los periodistas, los llamados bots distorsionan esa información producto de un trabajo de investigación periodística profesional y la sueltan a las redes… Nada nuevo bajo el sol.