Por diversas circunstancias, me ha tocado participar en un número importante de comparecencias de integrantes del gabinete con motivo de la glosa de los informes del Gobernador en turno. Junto a gente muy experimentada, he pasado semanas enteras preparando la visita al Congreso, he participado en la logística legislativa o he cubierto como reportero para Formato Siete.

Con honrosas excepciones, las comparecencias resultan eventos frívolos, caros e inútiles que poco abonan a la rendición de cuentas y la transparencia. En la mayoría de los casos, se trata de pasarelas políticas que sirven para medir la capacidad de operación de un funcionario y no necesariamente su popularidad o eficiencia. En casos excepcionales, también son una muestra de arrogante poder en el que se cierran calles, se llenan de policías y se hace un despliegue absurdo de burócratas, sindicatos u organizaciones sociales.

Aún con las mejores intenciones, las comparecencias son un derroche de recursos humanos y materiales que no sirven más que para la nota del día siguiente. Luego del informe del Gobernador –lo que marca el inicio de las comparecencias- cientos de burócratas del gobierno estatal abandonan sus tareas sustantivas para dedicarse a preparar un número infinito de tarjetas con datos, cifras, acciones e imágenes que serán presentados a un puñado de diputados dispuestos a dos cosas: golpear y defender, según su relación con el partido en el poder.

En los escritorios de toda la administración pública se concentra la información, se procesa y se prepara incluso para el peor de los escenarios. En muchos casos, se parte de la lógica de cuál sería la pregunta más difícil que podría hacer la oposición y qué es lo que deben responder; y claro, tratar de reducir el riesgo y la sorpresa al mínimo.

Al mismo tiempo, los personeros del funcionario en cuestión realizan un eficaz cabildeo entre diputados de las distintas fuerzas políticas para granjear simpatías y mitigar críticas fundadas o no. A los aliados y compañeros de partido, se les siembran las preguntas más difíciles para mojar la pólvora a los de enfrente; a los representantes de la “oposición”, se ofrendan favores, gestiones y cortesías a cambio de cuestionamientos pactados o ausencias voluntarias al recinto.

Así, el coordinador parlamentario del grupo de mayoría –aunque también lo hacen los otros partidos- suelen distribuir previamente las preguntas a los diputados con el afán de que el compareciente no se vea en aprietos a la hora de responder. Es una especie de blindaje que otorga la afinidad política y partidaria. Esa es la razón por la que muchos diputados tropiezan a la hora de hacer preguntas sobre temas de los que no tienen la más peregrina idea, mismas que el funcionario suele responder con prontitud y confianza.

Por supuesto, esto no lo hacen todos los comparecientes, sólo aquéllos que tienen proclividad a los reflectores, recursos suficientes “para operar” o quienes tienen un proyecto político enfrente. Lo hacen también los más vulnerables, aquéllos cuyas responsabilidades son más delicadas y los resultados más cuestionables, por lo que requieren de un mayor control de daños.

Del lado del Congreso, son los coordinadores parlamentarios los responsables de la operación política. Son quienes organizan al rebaño para evitar que el compañero de partido caiga en las fauces de la oposición. Si la comparecencia amenaza con hacer crisis, entonces hordas de diputados afines salen en defensa del funcionario elogiando sus logros y agradeciendo las gestiones recibidas. Sólo cuando se carece de operación política las cosas se pueden poner color de hormiga.

Es una puesta en escena donde todos conocen muy bien sus diálogos. El funcionario sabe lo que le van a cuestionar días antes de comparecer; los diputados, paradójicamente, suelen enterarse de lo que van a preguntar el mismo día de la comparecencia. Por eso es que la información está controlada, no hay datos nuevos y se suele privilegiar el mensaje que será la nota destacada del día siguiente. Por supuesto, la operación también alcanza a medios y reporteros.

Y como si se trata de una obra maestra, una vez que cae el telón, los protagonistas corren a celebrar “el éxito” como si este fuera espontáneo. Hasta ahora son casi bíblicas las bacanales organizadas por los poderosos funcionarios en lujosos restaurantes o en residencias privadas, en las que suelen hacer alarde de la forma en que libraron la aduana legislativa.

Las cosas no han cambiado. Muchas de las comparecencias realizadas en las últimas dos semanas sólo confirman que estas prácticas siguen intactas; que están arraigadas más allá de la ideología y los colores de los partidos que controlan el Congreso. Se ha demostrado que aun en medio de la pandemia hay que demostrar el músculo si se quiere un proyecto a futuro.

Lo curioso es que tanto funcionarios, legisladores y hasta medios de comunicación están convencidos de su ineficacia y se expresan a sotto voce porque desaparezcan o por lo menos se les cambie el formato. Pero no lo dicen porque para todos hay una ganancia.

Hoy la nueva clase política –en algunos casos en la misma- disfrutan de la popularidad y el dinero que les da el poder, de la misma forma que lo hacían priístas y panistas. Mientras, los veracruzanos sólo miran el espectáculo con desdén.

La del estribo…

1. En la sesión de este jueves, el Congreso local recibirá la minuta del Senado por la que se reforma la Constitución federal en materia de fuero. Se pretende que hoy mismo se vote el dictamen luego de que se turne fast track a la comisión correspondiente. En realidad el Presidente no pierde el fueron sólo se amplía el catálogo de delitos por el que puede ser juzgado, algo que deberá pasar un proceso legislativo. Casualmente, ese es el fuero.

2. En medio del pico de la pandemia, el gobierno federal alimenta la expectativa de que antes de fin de año tendremos lista la vacuna. Dicen tener listo lo más importante: la compra, adquisición, la conservación, distribución y aplicación. Pero nadie habla de los riesgos: el mercado negro, las vacunas falsas, la delincuencia y el eventual robo de lotes como ha sucedido con medicinas. Tener la vacuna resultará lo más fácil.