Mafalda no fue ni es solamente una historieta cómica. Mafalda ha sido una fuente de educación, una pedagogía informal, una clase lúdica e inefable de humanismo.
Mafalda y todos sus personajes, Susanita, Felipe, Manolo, Güille, Libertad, son un “nosotros” entrañable que llevamos como identidad los latinoamericanos y, a la vez, un “nosotros” universal. Como en las obras maestras literarias, cada uno de ellos nos muestra la condición humana, no como novela ni como cuento, sino como dibujo y texto, magistralmente expuestos por Quino.
Paralelamente está todo ese mundo de Quino. Ese mundo en caricatura, pero caricatura de una fuerza especial, de un alcance universal. La caricatura por lo general tiene la característica de retratar o hacer referencia a los sucesos nacionales o locales, pero en el caso de Quino, lo nacional o local se vuelven una disección de la condición humana universal, una crítica a rasgos globales de nuestra estupidez o de nuestras taras comunes de todas las sociedades contemporáneas.
Mafalda, por su lado, es la recreación de un mundo infantil que está invadido, secuestrado, contextualizado, por la estulticia, la codicia y la idiotez de los adultos. Como un mundo al revés, parecería ser que esos niños y niñas muestran una madurez emocional que le fue robada a las personas adultas que dirigen las naciones o el mundo.
Tanto Mafalda como las historietas de Quino, recrean o, mejor dicho, retratan, un contexto económico, laboral, social, familiar, cultural, que hace, sí, una crítica al capitalismo (mucho antes de existir el neoliberalismo), pero también la hace a cualquier tipo de totalitarismo, sea éste comunista, fascista, o incluso taylorista. Quino se adelantó muchos años a las teorías de la globalización, a las del fin de la historia, o a las del fin del capitalismo. Quino, paradójicamente, predijo el dominio chino en la esfera mundial.
Pero independientemente de esa crítica sociológica o económica, el rasgo central de Quino es el humor. Se trata de un humor característico argentino, medio woodyalenesco, que va de lo introspectivo y psicoanalizante a la crítica y protesta social y política. Pero es un humor que va mostrando irónica y sarcásticamente la estulticia humana, sobre todo de los de arriba, de los gobernantes, de los gerentes, de los ricos, de los líderes, de los dueños del capital, de los burócratas, y hasta de una clase media ufana de imitar a todos los anteriores.
Y por eso mismo, el humor de Quino tiene un sentido ético. En Quino encontramos no una protesta, ni una denuncia, encontramos un sentido de la vida, una ética humana.
Mi generación, y muchas otras, crecimos y vivimos leyendo a Quino. Quiero pensar que cada hogar en Latinoamérica ha tenido o tiene un ejemplar de Mafalda o de Quino. Nuestras generaciones fueron fluyendo con el paso de las dictaduras y de los gobiernos de partido único, a la demanda de democracia y, luego, a las transiciones democráticas, encontrándonos más tarde que nada había cambiado, que el rey estaba desnudo, que, sin embargo, lo que Mafalda y Quino nos decían estaba ahí, seguía ahí, exactamente igual como en el cuento de Monterroso.
Mafalda es una figura, un ícono de la cultura contemporánea, en sentido contrario de los héroes de Superman, Batman o los Avengers. Mafalda es la anti-heroína. Es la anti-heroína porque no trae consigo una idea predeterminada de la justicia, ni busca imponer un orden de las cosas o una ideología. Mafalda, como Sancho al Quijote, simplemente cuestiona, duda, ironiza, o fluye con la corriente como espectadora de lo que los otros hacen o dicen.
Mafalda, y las caricaturas de Quino, nos enseñan “el claro” del que hablaba Martin Heidegger, como ese espacio ético desde el cual podemos ubicarnos sea cual sea la situación o contexto que vivimos, y a partir del cual poder “diseñar” nuestras vidas desde un claro ontológico, desde la ética como eje central de nuestras vidas.
De ahí la gran importancia de Quino en la actualidad y la vida contemporánea, porque seguimos con los mismos problemas, las mismas estulticias, las mismas taras. Quino y sus personajes nos muestran que nada ha cambiado, pero que todos podemos cambiar individualmente como una elección ética. Los personajes de Quino tienen una actualidad y pertinencia, desde luego que, desde el humor y el sentido lúdico de la vida, pero también desde la ontología, la sociología, y la crítica de la cultura.
Se ha apagado una luz en el mundo, un faro de la condición humana. Se extinguió una mente brillante, perspicaz, ética, de la humanidad. Se fue uno de los grandes latinoamericanos que nos podían sacar de nuestras arrogancias y vidas limitadas. Adiós a Quino, un alma que nos regaló la risa y la carcajada, la indignación y la humildad, que nos regaló a Mafalda y sus “amigues”.