01/10/2020, Xalapa, Ver.- Ana Isabel Fontecilla Carbonell, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH–S) de la Universidad Veracruzana (UV), impartió la ponencia “Metodología feminista, pensamiento decolonial e interseccionalidad: reflexiones desde y para la etnografía”.
El tema lo abordó como parte de la segunda sesión del Seminario Permanente Interinstitucional “Repensar la etnografía: reflexiones epistemológicas y metodológicas sobre el quehacer en el trabajo de campo”, realizado de manera virtual el pasado 24 de septiembre, a través de Facebook y Zoom.
Dicho foro fue organizado a iniciativa del IIH–S por medio del Doctorado en Historia y Estudios Regionales, la Facultad de Antropología, la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
A la pregunta ¿qué hace feminista a una investigación en ciencias sociales y qué implicaciones puede tener?, Fontecilla Carbonell se refirió a un trabajo elaborado por María Teresa Martín Palomo y José María Muñoz Terrón, en el cual consideran que una investigación puede considerarse feminista cuando incluye la convicción de que la diferencia entre sexo y género afecta e influye de alguna manera en la elaboración misma de la ciencia y del conocimiento.
En este trabajo, dijo la investigadora, se destaca cómo las investigaciones en ciencias sociales empezaron a abrir lugar a los estudios feministas en los que se cuestionaba en principio: la invisibilización, subordinación y opresión que las mujeres vivían en distintas sociedades.
Posteriormente, se introdujo la categoría de género como una herramienta analítica para identificar las desigualdades separando la dimensión biológica de las construcciones culturales.
Es así que, a partir de este momento, en las investigaciones puede observarse una diversidad de posiciones en torno a las relaciones entre género, conocimiento y formas de conocer.
Dichas posiciones van desde aquellas que se centran en cuestionar la dimensión de poder en la propia producción científica, hasta aquellas que abogan por los cambios en las formas de enunciación, es decir, en el propio lenguaje utilizado para comunicar los trabajos académicos.
Mostró que una investigación con planteamiento feminista tiene ciertas características como: una valoración preferencial por las experiencias de las mujeres, saber crítico y militante (activista) en favor de las mujeres, ejercer una parcialidad consciente frente a presuntas neutralidades positivistas o funcionalistas.
Asimismo, desafía los sistemas establecidos de conocimiento, y vigila no caer en nuevos objetivismos, universalismos abstractos o relativismos.
También se considera un ejercicio obligado de reflexividad sobre la propia posición social, en términos de sexo-género, etnia, clase y otros ejes de dominación que puedan condicionar la construcción de conocimiento.
Aseveró que los feminismos decoloniales cuestionan categorías binarias propias del sistema colonial-moderno (naturaleza/cultura, hombre/mujer, norte/sur, femenino-masculino, desarrollo/subdesarrollo).
Coinciden en que tal sistema invisibiliza y desconoce realidades, experiencias y subjetividades de grupos sociales subalternos, ignora la heterogeneidad interna de los grupos, pretende borrar la agencia histórica de esos grupos, y encuentran fundamento en el “sistema moderno-colonial de género”.
En respuesta a ello, voces de mujeres negras, indígenas, lesbianas y de otros colectivos se hicieron escuchar y empezaron a compartir con el pensamiento colonial su crítica a las categorías binarias y absolutas que planteaba la modernidad como naturaleza versus cultura, hombre o mujer.
“Lo que esas mujeres clamaban era aceptar esas categorías en la academia.”
De esta manera, se entiende por qué las feministas decoloniales incluyen mujeres adscritas a movimientos sociales que antes de esto no se consideraban a sí mismas como feministas.
Al final de la charla, habló de sus trabajos iniciales de investigación sobre educación ambiental dirigidos a grupos de distintos lugares del estado de Veracruz, en la región de Tampico Alto y Tamiahua, específicamente para la conservación de tortugas.