La investigadora de la Universidad Veracruzana (UV), Alejandra Núñez de la Mora, afirmó que la medicina evolutiva es un campo que en la última década ha adquirido relevancia y visibilidad, lo cual permite que en determinadas áreas se puedan tomar modelos para plantear hipótesis y ponerlas a prueba con evidencia empírica proveniente de datos epidemiológicos, biotecnológicos y clínicos que se generan día con día.
La especialista adscrita al Instituto de Investigaciones Psicológicas de la UV presentó su trabajo “De murciélagos, virus y humanos: una virada evolutiva a los síntomas y la mortalidad por Covid-19”, el 27 de agosto en el ciclo de conferencias virtuales sobre salud, ciencia y arte organizado por la Clínica Universitaria de Salud Reproductiva y Sexual (CUSRS).
Comentó que, desde el punto de vista científico, la información sobre el SARS-CoV-2 se actualiza día tras día y existen publicados poco más de 43 mil artículos con una óptica de diversas disciplinas y enfoques, “lo que hace imposible estar al día sobre los hallazgos y discusiones en las distintas áreas que lo abordan”.
No obstante, la investigadora pretendió regresar a los elementos básicos alrededor del virus, a fin de dar una perspectiva evolutiva y ecológica que hiciera posible proponer hipótesis basadas en evidencias y principios de la teoría evolutiva.
Expuso que los virus no se consideran seres vivos, sino que son ensamblajes complejos de material químico inerte, que requieren de otras células para replicarse, no se dividen en partículas como lo hacen células y bacterias existentes, no pueden reproducirse por sí mismos, no respiran, no muestran irritabilidad (reacción a estímulos externos), no crecen, no tiene locomoción propia, no generan energía metabólica fuera de la célula que los hospeda y no tienen manera de controlar su ambiente interno, por lo que no mantienen su propia homeostasis, lo que hace más negativas que positivas sus características.
Núñez de la Mora dijo que los virus infectan todos los organismos vivos del planeta, “son tan antiguos como la vida misma”, se encuentran en todos los ecosistemas y son abundantes con una gran diversidad que aún no ha sido posible documentarla en su totalidad, pero no todos son patógenos para las mismas especies, aunque en el caso particular del SARS-CoV-2 es una cadena sencilla de RNA envuelta en una cápsula con proteínas, inserta de lípidos y otras proteínas, con antenas que sirven para interactuar con células en sus hospederos.
Los betacoronavirus son zoonóticos que se encuentran frecuentemente en portadores intermedios (murciélagos y pangolines) previo a infestar humanos; en lo que llamó “triada fatídica de lo que va del siglo XXI”, la investigadora se refirió a tres tipos de coronavirus altamente patógenos en los últimos 20 años: SARS-CoV, MERS-CoV y SARS-CoV-2. El primero, un betacoronavirus zoonótico; el segundo, asociado a virus de murciélago, y el tercero, es patógeno para el ser humano.
Señaló que el SARS-CoV-2 es un nuevo tipo de betacoronavirus, 88 por ciento similar a los otros coronavirus y 91 por ciento idéntico a nivel genómico al virus CoV del pangolín malayo; asimismo, refirió que comparado con los virus que causan enfermedades respiratorias comunes, el SARS.CoV-2 genera una respuesta inflamatoria única e inapropiada por parte del huésped, definida por niveles bajos de interferones tipo I y II, yuxtapuesta con expresión elevada de quimiocinas eIL-6, defensas antivirales innatas reducidas, aunado esto a una producción exuberante de citocinas inflamatorias, características que definen y determinan la enfermedad de Covid-19.
En cuanto a los murciélagos, expuso que existen desde hace 80 millones de años, hay 202 géneros y mil 421 especies, cuentan con poder de adaptación, habilidad para volar, usan el sonido para moverse sin esfuerzo en la oscuridad, pueden sobrevivir y tolerar enfermedades mortales, y resisten el envejecimiento y el cáncer; su población es de gran tamaño, multi especie, habita en cuevas, su vuelo incrementa su temperatura corporal, es de tasa metabólica alta, es un animal con relativa larga vida para su tamaño pequeño.
Puntualizó que el sistema inmune de los murciélagos es único y su estrategia parece consistir en tolerar la infección más que montar una defensa antiviral potenciada; además, pueden albergar virus sin enfermarse, ya que su gran repertorio de anticuerpos les permite controlar la replicación limitada del virus, sin necesidad de una maduración rápida de la afinidad.
UV/José Luis Couttolenc