La armónica es un instrumento muy prolijo en el blues y muy escaso en el jazz, Toots Thielemans, Grégoire Maret, Antonio Serrano son miembros de una cofradía realmente minoritaria, ante esta realidad, es muy afortunado contar en México con una de esas raras avis, Pibe Árcega, un músico que debe su oficio a una serie de circunstancias relacionadas con sus padres: estaba tan cómodo en el vientre materno que no quería salir de él y su madre aprovechó esa prolongada estancia para convertirlo en melómano nonato; ella no quiso integrarse al gremio de los electricistas y es heterodoxa en las prácticas culinarias. Su padre era melómano y tenía un estéreo con antena de FM. La combinación de esas circunstancias determinaron una de las biografías mexicanas del jazz.

Intro

Mi amor por la improvisación viene mucho de ver guisar a mi mamá, es amante de la cocina tradicional y de comida fusión, porque se fusila las recetas y las mejora con todo lo que tiene; siempre decía que cocinaba con los elementos que tenía, improvisaba sobre la marcha y siempre sacaba cosas geniales, y creo que mi amor por la improvisación y por crear cosas en el momento con los elementos que se tienen, me viene de ahí.

Colimote de cepa

Yo nací en Colima; de parte de mi papá y de mi mamá, dos generaciones atrás son de Colima también, colimotes de cepa. Mi papá es relojero, mi abuelo y mis tíos también, es un oficio de tradición en la familia pero yo no quise seguir por ese lado. Mi mamá es ama de casa pero su papá y todos sus hermanos trabajan en la Comisión Federal de Electricidad, ya están jubilados pero muchos de sus primos y de sus tíos trabajan ahí; por el hecho de que mi mamá no trabajó ahí, tuve la fortuna de que no me obligaran a ser de la CFE (risas), pero si mi mamá hubiera trabajado ahí, quizá yo estuviera trabajando en la CFE y no tocaría la armónica. Tuve un hermano que falleció ya hace varios años.
No vengo de familia de músicos, mi tío Pedro, hermano de la mamá de mi mamá —mi abuela Lola—, tocaba el acordeón y la armónica, tocaba en ferias pero no se dedicaba cien por ciento a la música, creo que es el único antecedente que hay. De parte de mi papá, absolutamente nadie es músico, pero mi papá es gran amante de la música, compraba muchos vinilos, sobre todo de música instrumental; quizá por eso yo no me fijo mucho en las letras, no le pongo atención, a mí la melodía es la que me tiene que atrapar. Mi papá tenía un estéreo que tenía una antena de FM y podíamos escuchar estaciones de radio de Guadalajara. Ahora, Guadalajara está a dos horas y media por la autopista, en aquel entonces no había autopista y eran como cinco horas, entonces, Colima, por muchos años fue muy separada, estuvo como atrapada en una cápsula del tiempo en la cual se seguía escuchando música de los años cuarenta y cincuenta como si fuera de ese momento; el rock llegó muy poco a Colima, solo cosas muy populares como los Creedence, y no había jazz más allá del Take Five, de Louis Armstrong, de los discos que se vendían en tiendas de autoservicio ya muy antiguas, pero no había música de Coltrane, de Charlie Parker, de todos esos músicos.
Crecí escuchando música instrumental y mucha música clásica, en ese entonces salía cada semana un fascículo de una enciclopedia de música clásica con un vinil, mi papá lo compraba y lo escuchábamos. Esos discos y las estaciones de FM de Guadalajara, son los recuerdos más antiguos que tengo de la música, pero dice mi mamá que no se separó del radio durante todo el embarazo, entonces escuché música todo el tiempo del embarazo, que fue más largo de lo normal, yo nací después de los nueve meses; ya se había roto la fuente y pude haber nacido muerto, pero dice mi mamá que quizá el hecho de haber estado escuchando música fue lo que me mantuvo vivo y por eso sobreviví.

¿Quién es quién?

Los recuerdos más antiguos son escuchar música en los audífonos mi papá—que no eran muy buenos—, eso desarrolló mucho mi memoria musical, reconocía las melodías con solo un compás o, a veces, con dos tiempos ya sabía qué melodía era.
La primera oportunidad que tuve de tocar un instrumento fue en la secundaria, tuve una de esas armónicas chinas muy económicas que se encuentran en los tianguis, era una armónica trémolo y con esa empecé a tocar canciones de Three Souls In My Mind. Tenía facilidad para tocarla pero la dejé. En la prepa, cuando estaba buscando mi identidad como persona, cuando estaba viendo qué era lo que me gustaba y qué era lo que no me gustaba, me topé con el blues y me surgió la idea de que si tocaba la armónica en la secundaria y se me facilitaba, podría empezar a practicar el blues, entonces me surgió la necesidad de conocer gente que supiera de blues.
En Colima había una estación del IMER que se llamaba XEBCO, tenía un programa que se llamaba Raíces del grito, yo lo descubrí por pura coincidencia, en ese tiempo tenía una pequeña grabadora y hacía una búsqueda a través de todo el cuadrante para ver dónde podía encontrar blues y encontré ese programa. Me acuerdo que entre los pocos discos que tenían había uno de grandes éxitos de Muddy Waters y cuando escuché Forty Days And Forty Nights, se me volaron completamente la cabeza y los oídos al escuchar a Little Walter tocando la armónica, pero no se escuchaba como una armónica, yo lo escuchaba más como un saxofón con ese sonido distorsionado amplificado y dije eso es lo que yo quiero tocar, yo quiero sonar así. En ese momento tomé mi teléfono —era de esos de dial—, llamé a la estación y me dijeron que el programa era grabado y que lo producía un investigador que trabajaba en el CUIS —Centro Universitario de Investigaciones Sociales de la Universidad de Colima—, que se llamaba Genaro Centeno. Llamé al CUIS y hablé con él:
—Escuché el programa de Muddy Waters y me gustó mucho
—Pues si quieres, ven un día.
Yo estaba en mis primeros semestres de preparatoria, conocí a Genaro y eso me llevó a hacer mi servicio social en el CUIS. Me prestó un libro —el cual me quedé (risas)—: Blues Who’s Who, eran biografías de bluesistas y lo utilizaba para el programa. La Universidad de Colima fue de las primeras en tener Internet y el CUIS tenía acceso a la red, entonces yo me metía a investigar sobre el blues.
Los principales responsables del programa de cultura del CUIS eran Jorge González y Luis Jesús Galindo Cáceres, pero él nunca estaba ahí, nada más veía su cubículo con un catre y sabía que llegaba a veces, pero realmente lo conocí muy poco en ese tiempo. Jorge González también es músico, tiene una gran colección de blues y me regaló un par de casetes de armonicistas, fue mi primera entrada al blues.

Fonoteca 940

A la par de eso, en mis búsquedas nocturnas por el cuadrante me encontré con un programa de la XEQ, de Televisa Radio, que se llamaba Fonoteca 940 —la estación se transmitía en el 940 de AM—, era un programa de blues y de jazz que empezaba a las doce de la noche y terminaba a las tres de la mañana, lo conducía Klaus Marketin. La programación era muy buena, ahí empecé a conocer sobre jazz nacional porque a veces utilizaban el famosísimo Estudio Azul de la W para hacer sesiones en vivo, ahí escuché a Real de Catorce, a Astillero y no recuerdo qué otros grupos. Me acuerdo que hablaba el Pocholo —el que salía en Papá Soltero— para pedir canciones o para saludar. Pocholo tocaba la armónica y me armé de valor para hablar a la XEQ, en aquel entonces las llamadas de larga distancia eran caras, entonces le pedí a mis papás que me dieran chance de hacer una llamada. Me dieron chance, marqué y se sorprendieron muchísimo que los estuviera escuchando desde Colima, hasta me pasaron al aire porque les estaba hablando desde acá —yo creo que ni sabían dónde está Colima—. Pedí que me contactaran con Pocholo, me pasaron el contacto, le marqué y nos pasamos un buen rato hablando de armónicas; quedó en venderme una, yo no sabía que son artículos personales que no se venden, que más bien tenía que hablar a una tienda de música, pero me sirvió muchísimo hablar con él.

Fluir, fluir, fluir

En esa misma búsqueda, por un buen amigo, Arturo Castañeda, supe de un músico que se llama Fernando Moreno Vargas que tocó en un grupo del movimiento de rock urbano en el Distrito Federal, él vivía allá pero se vino a vivir a Colima porque trabajaba en Fonacot. Este cuate era medio borrachín y una vez, este amigo y yo fuimos a verlo y le llevamos unas caguamas para que nos aceptara en su casa; tenía una colección de viniles de blues que yo no había visto nunca y me acuerdo que sacó un disco de John Mayall —Looking Back— y sacó el último álbum de Muddy Waters, producido por Johnny Winter, llamado King Bee; lo pusimos, nos echamos esas caguamitas, cotorreamos y me dijo mira, para tocar blues se necesita esta armónica; sacó una armónica muy antigua con cuerpo de metal, le pedí que me la vendiera —tampoco sabía que las armónicas viejas no se venden—. Era una armónica que le había regalado su hermano, entonces tenía mucho valor sentimental y no me la quiso vender, pero me dijo es una diatónica, también se les conoce como bluseras, son pequeñas, son de diez celdas. Esa fue la motivación para pedirle a mis papás que me prestaran dinero para comprar una; en ese tiempo íbamos mucho a Guadalajara en viaje de compras, fuimos a una tienda de música y así tuve mi primera armónica diatónica, y me acuerdo que cuando la tuve, toqué como cuatro o cinco horas sin parar porque sentía que necesitaba tocar. Toqué toda la noche, no sentí que pasara el tiempo y me sentía muy a gusto, no sentía esfuerzo, no sentía que estaba luchando contra mí mismo, simplemente fluí, fluí, fluí; igual tocaba bien feo pero en mi emoción sentía que estaba logrando algo.

En busca del sonido

Con esa armónica empecé a buscar qué hacía que Little Water, su sonido me emocionaba mucho pero cuando escuchaba la armónica limpia no me emocionaba tanto y decía ese no es el sonido de Muddy Waters. En esa plática con Pocholo por teléfono, pegó la armónica al teléfono y empezó a tocar, y le dije es lo que yo quiero, que la armónica se escuche así; y me respondió no estoy haciendo nada, nada más estoy tocando directo al teléfono. Cuando terminó esa llamada dije ah, caray, creo que es el teléfono el que le da el sonido; tenía una grabadora de casete de bolsillo, en mi casa había dos teléfonos, descolgué uno, lo puse en la grabadora, me fui al otro y me puse a tocar; luego fui a checar la grabación y dije efectivamente, es el teléfono el que le da el sonido, no es la armónica.
Después, investigando en Internet supe que era una amplificación que surgió en los años cuarenta, usaban unos micrófonos tipo bullet que eran muy económicos —se usaban para hacer perifoneo—, los conectaban a amplificadores de guitarra —que eran los únicos que había en aquel entonces— y daban ese sonido característico; fue una necesidad del blues para que la armónica se pudiera escuchar en un entorno ruidoso como el de un club de la ciudad de Chicago. La armónica no tiene mucho volumen, en ese tiempo acababan de salir las guitarras eléctricas y fue el blues el primero que empezó a usarlas. Así me di cuenta que ese sonido se debía a la amplificación y era el que yo quería.

Viaje a la raíz

Después, con Arturo Castañeda empecé a formar una banda de blues—todavía ni tocaba pero ya quería tener una banda de blues—. Le pedí a mi papá que me comprara un amplificador de guitarra Vox, corté a la mitad un teléfono, le puse un jack y lo conecté, ese fue mi primer micrófono. Empecé el estudio y se complementó mucho con el libro que me prestó Genaro Centeno porque ya fue no nada más escuchar música sino que tuve las biografías de todos esos músicos y eso me sirvió muchísimo porque soy un amante de la historia, soy un amante de leer las historias de los músicos, de conocer todo el contexto, y eso me sirvió para tener mi época de estudioso del blues.
Hubo un conjunto de situaciones que me llevaron a estudiar mucho el blues; en ese tiempo salió un fascículo con un disco que se llamaba Sentir el Blues, lo compraba en el puesto de revistas y me sirvió muchísimo para documentarme. El primer navegador visual que hubo fue Netscape, las computadoras de la universidad lo tenían y empecé a clavarme en la investigación del blues. Empecé con la «capita» del blues-rock pero sabía que había que escarbarle más; le escarbaba más y llegaba al blues de Chicago; escarbaba más y llegaba al country-blues, al origen, a Robert Johnson, a Blind Lemon Jefferson, a los primeros armonicistas hasta llegar a W. C. Handy y el registro del primer blues, hasta llegar hasta a los spirituals y hasta llegar a la música africana y hasta la música de Mali.

 

 

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: The Feeling of Jazz
TERCERA PARTE: The Long and Winding Road

 

 

 


 

 

 

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN INSTAGRAM        CONTACTO EN TWITTER