Un vistazo al mapa interactivo de las rondas de licitaciones concluidas y proyectadas de los campos petroleros en el Golfo de México, como consecuencia de la Reforma Energética de Enrique Peña Nieto, muestra un vitral de colores que cubre prácticamente cada metro cuadrado de las Aguas Territoriales y de la Zona Económica Exclusiva de México. Cínicamente hasta lo subieron a Internet.

Parece un pastel, repartido a pedazos. Y de hecho así era.

De haber concluido ese proceso bajo la administración del –Dios guarde la hora- presidente Ricardo Anaya –en un inimaginable universo paralelo-, a estas alturas no quedaría un solo metro cuadrado de nuestro lecho marino en el Golfo de México libre del dominio privado, subrayadamente extranjero en sociedad con un puñado de mexicanos cuya única patria, bandera y lealtad es el dinero mal habido.

Afortunadamente y gracias al contundente voto de las y los mexicanos, la historia tomó el mejor de los caminos y ese proceso de saqueo se interrumpió. Pero lo que sí les dio tiempo a repartirse y que ahora tenemos que revertir no fue una tajada menor.

Las esperadas revelaciones de Emilio Lozoya confirman la certeza moral que muchas y muchos, comenzando por el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, siempre tuvimos y expresamos: que toda la política energética era un negocio sucio en beneficio de unos cuantos a costa de la pobreza del pueblo, del patrimonio de la nación y del futuro del país.

Ya lo sabíamos, pero aun así no deja de sorprender. La imagen filtrada produce una mezcla de asombro, tristeza y enojo: maletas de millones de pesos, que en el imaginario colectivo normalmente se relacionan con narcotraficantes o secuestradores, en manos de elegantes hombres de poder, vestidos con los más finos trajes, con la apariencia más respetable, pero sin la menor distancia moral de aquellos otros delincuentes.

La lista de implicados es un rosario de impresentables que habrían de sumar miles de años de cárcel: Carlos Salinas, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto a la cabeza, pero también panistas con Ricardo Anaya Cortés al frente. Los pretendidos baños de pureza de este último y la cúpula del panismo defendiéndolo son un espectáculo caricaturesco, incapaz de convencer a nadie.

Ricardo Anaya carece de un miligramo de autoridad moral para criticar a priistas que -ahora se confirma- siempre fueron sus cómplices, siempre fueron tapadera mutua y siempre comieron del mismo plato.

Allá por 1944 el entonces senador Harry Truman le echó en cara a un empresario corrupto al que estaba interrogando en el Senado: “El famoso asaltante Jesse James tuvo que despertarse muy de madrugada y arriesgar su vida para descarrilar un tren y robar tres mil dólares. Usted, con sus abogados y sus cómplices en el Gobierno se han robado millones de dólares desde la comodidad de su oficina. Yo los veo como lo que son. Un puñado de vende patrias”.

El poder del pueblo | Rubén Ríos Uribe

Diputado local. Presidente de la Mesa Directiva.