Más allá de su utilidad como medida preventiva de contagio, el cubrebocas se ha convertido en la expresión más diáfana sobre la caprichosa y contradictoria estrategia del gobierno federal para enfrentar la pandemia del Covid19. Si la población no tiene certeza siquiera sobre su uso, menos la tendrá respecto del resto de disposiciones que se intentan imponer para detenerla.
Así, mientras gobiernos estatales de Morena y otros partidos imponen restricciones de movilidad y la operación de comercios bajo la condición del uso del crubrebocas, el Presidente López Obrador se niega a usarlo con el argumento de que no hay evidencia científica que demuestre que esto ayuda a la disminución de los contagios, lo que confirma que las veces que lo porta –sólo en su visita a EU y sus viajes en avión-, lo hace en contra de su voluntad y sus convicciones.
El cubrebocas se ha convertido en un asunto de Estado. Sin embargo, luego de cinco meses de pandemia ni el gobierno ni sus autoridades de salud han establecido un criterio específico para el resto de la población, lo que ha provocado un comportamiento laxo en las medidas de prevención. ¿Cómo creer en disposiciones sanitarias que el propio Presidente descalifica de manera pública?
El viernes pasado, en gira por Oaxaca, López Obrador insistió en que no hay evidencia científica detrás del uso de cubrebocas y justificó que sus funcionarios le han indicado que no es necesario si se guarda sana distancia. “Si se considerara de que con esto se ayuda, entonces lo haría, desde luego”, dijo un día después de que el país rompió un nuevo récord de contagios con más de 8 mil en un día.
Lo peor del caso es que el debate sobre su utilidad se ha dado desde criterios políticos y no científicos. El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell ha instigado un falso debate debido a la obligada defensa del dogma presidencial. Si López Obrador no desea usar cubrebocas, el vocero de la pandemia ha tenido que recurrir a artilugios científicos para justificar tal necedad, lo que le ha obligado a mentir deliberadamente según la coyuntura del debate.
A inicios de marzo pasado, antes del inicio de la jornada de sana distancia, el funcionario aseguró que no se ha comprobado que el uso de los cubrebocas impida el contagio de coronavirus –lo que repitió el Presidente apenas el viernes pasado-, y dijo que las mascarillas blancas N95 protegen, pero sólo en los ámbitos hospitalarios con un protocolo de seguridad. Incluso a finales de abril, López-Gatell insistió en que el cubrebocas “tiene una pobre o una nula utilidad”.
Pero no todos comparten esa opinión. La semana pasada la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, anunció que el uso de cubrebocas en la Ciudad de México será permanente hasta que no haya una vacuna contra el coronavirus, puesto que la mascarilla auxilia a disminuir los contagios. Incluso el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, afirmó que el uso del cubrebocas permitirá relanzar con mayor éxito la economía, lo que le valió una vergonzosa reprimenda pública por parte del Presidente, obligándole a retractarse.
López Obrador ha dicho que si los expertos le dijeran que la mascarilla ayudará a frenar los contagios, comenzaría a usarla. Aquí están sólo algunas de esas recomendaciones que el Presidente seguramente ignora:
El Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington, proyectó la semana pasada que, si hay un uso generalizado de cubrebocas entre los mexicanos (si lo usara el 95% de la gente), en lugar de las 103 mil muertes proyectadas originalmente para el 1º de noviembre, podría haber únicamente 74 mil 540, es decir, se podrían salvar casi ¡50 mil vidas de aquí a noviembre!
El director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, Robert Redfield, señaló que el uso masivo del cubrebocas permitiría que la pandemia de Covid-19 estuviera bajo control en “cuatro, seis u ocho semanas”. Sin embargo, el mensaje de los presidentes sin cubrebocas –EU, Brasil, México, países con el mayor número de contagios- parece ir en otro sentido.
El Premio Nobel de Química, Mario Molina, se unió a los expertos que sugieren usar cubrebocas para evitar contagios de covid-19. “Nuestra recomendación muy, muy clara, es usar cubrebocas. No son perfectos, hay telas que son mejores que otras, eso se está estudiando todavía. Son relativamente baratos, fáciles de usar, uno se acostumbra a usarlos, hay que tenerlos puestos todo el tiempo”, apuntó.
La Universidad de Cambridge asegura que el confinamiento por sí solo no detendrá el resurgimiento del Covid19, y que incluso las máscaras caseras con eficacia limitada pueden reducir drásticamente las tasas de transmisión si las usan suficientes personas.
La OMS recomienda que los gobiernos deben alentar al público a utilizar cubrebocas donde haya transmisión generalizada y sea difícil la sana distancia. Como en el transporte público, tiendas o en otros ambientes confinados o con aglomeraciones. Aunque al inicio de la pandemia lo recomendaban sólo para personas enfermas, ante los diversos estudios científicos, cambiaron los lineamientos.
De lo que sí hay evidencia científica es que el dogma presidencial nos conduce irremediablemente a la tragedia.
Las del estribo…
- Recupero una de las frases del fin de semana en redes sociales: Durante 18 años, López Obrador tenía todas las soluciones, hoy tiene todas las excusas.
- El presidente afirmó que en agosto comenzará la recuperación económica del país pues así lo demuestran algunos indicadores. ¿Cuáles? ¿Dónde está la “evidencia científica”? Los indicadores reales muestran –como señala Muñoz Ledo en video- que la recuperación nos llevará varios años. Otra vez el dogma acompañado de la excusa.