A través de teledetección ha sido posible identificar una notoria red de campos de cultivo levantados en la cuenca de Tlalixcoyan, quizá “la más grande en las tierras bajas de Veracruz”, expuso el investigador Wesley D. Stoner en el Webinario Internacional de Arqueología (WIA), organizado por la Universidad Veracruzana (UV) a través del cuerpo académico (CA) Arqueología del Paisaje y Cosmovisión.
En la conferencia “Estrategias agrícolas prehispánicas en la cuenca de Tlalixcoyan, Veracruz (~100-800 d. C.)”, Wesley D. Stoner, de la Universidad de Arkansas, Estados Unidos, presentó un aspecto de su trabajo de teledetección en Veracruz, con los modelos digitales de elevación de la región, proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, e imágenes de satélite de DigitalGlobe Fundation.
Stoner mencionó las estrategias hidráulicas en ambientes tropicales: sembrar en suelos aluviales después del retiro del agua; en tierras bajas durante tiempos secos; en campos levantados dentro o a un lado de tierra baja; guardar el agua en aljibes (naturales o artificiales); utilizar suelos con suficiente barro que atrapan el agua por un tiempo considerable.
Con base en sus investigaciones y las de Annick Daneels, detalló características del manejo del agua en Veracruz (del ~100-800 D.C.): la mayoría de los campos levantados están ubicados dentro de uno a dos kilómetros de un conjunto monumental; que éstos estaban donde las élites “performaban” rituales de fertilidad y realizaban sacrificios por decapitación, asociado con el juego de pelota; además, que esos conjuntos y sus aljibes forman un paisaje ritual donde los líderes demuestran su control sobre el agua.
“Sugiero que este patrón disperso de nodos político-rituales indica que el manejo de agua era basado en un nivel local (barrio o distrito)”. Añadió un planteamiento más: la relación cancha de pelota, conjunto público, plataforma monumental, aljibe, montículo residencial y campos levantados.
“Las canchas de pelota son múltiples y dispersas en la región: hay 17 identificadas en la cuenca de Tlalixcoyan”, dijo. Están bien distribuidas y son casi iguales en su tamaño, lo cual significa, en su opinión, que estaban bajo la dirección de élites locales.
“Pero sí encontramos que había una jerarquía dentro de la cuenca, representada por el gran complejo monumental de Tlalixcoyan”, remarcó.
Entre sus conclusiones destacó: la teledetección de una notoria red de campos levantados, “la más grande y densa en las tierras bajas de Veracruz”; que la gente utilizó lagunas naturales para capturar agua y usarla en temporadas secas, que también construyeron aljibes y embalses artificiales, todo ello en asociación con los conjuntos monumentales y residencias comunes.
Que cada clúster tiene por lo menos un conjunto público, que servía a los barrios locales para hacer rituales que la población veía como efectivos en la coordinación de eventos agrícolas.
También dijo que la separación de expresiones de riqueza privada de las plazas públicas sugiere que las élites promovían una ideología comunal para desarrollar bienes públicos, “pero la realidad es que ellas ganaban más que los participantes comunes”.
También, remarcó que la plaza monumental de Tlalixcoyan establecía un nivel administrativo de primer rango, pues se calcula que en ella cabían miles de personas.
En calidad de comentaristas participaron de esta sesión del WIA Annick Daneels, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Barbara L. Stark, profesora emérita de la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos. Lourdes Budar, organizadora del evento, fungió como moderadora.
“Este uso de LIDAR (acrónimo del inglés Light Detection and Ranging o Laser Imaging Detection and Ranging) e imágenes de satélite creo que están produciendo una revolución en la arqueología, que es muy parecida al uso de fotos aéreas en las décadas 1950 y 1960”, dijo Barbara L. Stark.
Mientras Annick Daneels, luego de una vasta explicación sobre el tema con base en sus investigaciones, preguntó a Stoner para qué tanto cultivo, a quién alimentaban, pues se trata de una extensión de 30 kilómetros cuadrados.
El arqueólogo respondió: “He estado pensando en cuánto maíz, cuánta cosecha puede crecer en tanta tierra. No sé. Lo que puedo decir es que con tanta área, con los campos levantados, crecía más comida de la que necesitaban las élites”.
Una de las posibilidades que planteó fue que cultivaban algo diferente (al maíz, cultivo tradicional por excelencia).
Esta edición del WIA, desarrollada el 9 de julio, al igual que las anteriores, puede consultarse a detalle en el Facebook WIA.UV y Zoom. La próxima sesión se desarrollará el 16 de julio.
UV/Karina de la Paz Reyes