Antes del mensaje conjunto en el Rose Garden de la Casa Blanca acordaron que evitarían los temas del muro fronterizo, aquellos amagues de imponer aranceles si México no detenía a los centroamericanos en su frontera sur, así como cualquier referencia verbal o escrita peyorativa ocurrida en el pasado hacia los connacionales.
El cabildeo para el contenido de los discursos previos a la firma de la declaratoria conjunta arrancó una semana antes. De hecho, Donald Trump conoció las líneas generales del mensaje de AMLO el lunes pasado, por eso dijo ante medios estadunidenses que el Presidente de México “era su amigo y un hombre maravilloso”.
Tal como lo revelé en esta misma columna, la visita de AMLO a Washington se pactó desde finales de abril, a manera de canje por el envío de un buen número de ventiladores para tratar a pacientes con Covid19. En ese mismo arreglo, Trump pidió al Presidente, (teniendo a la Cancillería como testigo y traductor), que esa gira fuera de ayuda en sus aspiraciones de reelección, aprovechando la coyuntura del T-MEC.
De esta manera, cuando Trump leyó las líneas generales del mensaje que AMLO daría en la Casa Blanca se sintió satisfecho, muy complacido. Poco después, cuando la comitiva de López Obrador conoció lo que el republicano manejaría en el Rose Garden, se mostró agradecida, pero sobre todo, aliviada. Serían dos discursos hilados y diplomáticamente aceptables; sin raspones mayores.
Ante dos mensajes cuidados para los intereses electorales de Donald Trump, (y buscando que AMLO sintiera saldada su deuda por aquellos ventiladores Covid19), se decidió suspender cualquier interacción con la prensa posterior a la firma en el Rose Garden, pues de permitirse, se corría el grave peligro de perder el objetivo del evento.
A los dos les encanta hablar ante los medios de comunicación, gozan incluso enfrentando a la prensa y hasta tienen un formato similar de conferencia mañanera, pero en el afán de tener bien controlado su mensaje, no desvirtuarlo, o incluso, verse enfrentados, cerraron cualquier intercambio posible con periodistas, y eso lo acordaron desde finales de abril. “Quiero una visita limpia”, dijo Trump en aquella ocasión, me confiaron.
Ambos, en sus discursos, se dijeron combatientes de la corrupción y afirmaron compartir los mismos ideales: ser candidatos “anti-sistema” que llegaron al poder para dárselo a la gente. Se llenaron mutuamente de elogios y cualquier diferencia se olvidó. Así era el acuerdo desde abril, así era el pacto. AMLO y Trump protagonizaron una burbuja de piropos, donde extrañamente, el Presidente mexicano habló a velocidad normal, sin esas largas pausas que acostumbra.
“Trump está feliz y sus estrategas consideran que se avanzó mucho en el voto del mexicano que vive en EU”, me dice gente cercana al republicano. Sin embargo, el demócrata Joe Biden va a la cabeza en las encuestas. Veremos qué ocurre.
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