En el siglo XXI la mayoría de los hombres y las mujeres pierden su valor militar y económico. Ya han desaparecido los reclutamientos masivos de las dos guerras mundiales. Los ejércitos más avanzados del siglo XXI se basan mucho más en tecnología de última generación. En lugar de carne de cañón ilimitada, ahora solo necesitamos un pequeño número de soldados muy bien adiestrados, un número aún menor de superguerreros de fuerzas especiales, y un puñado de expertos que sepan producir y emplear tecnología sofisticada. Fuerzas de alta tecnología dirigidas por drones sin piloto y cibergusanos están sustituyendo a los ejércitos de masas del siglo XX, y los generales delegan cada vez más decisiones a los algoritmos. Estamos a punto de enfrentarnos a un aluvión de dispositivos, herramientas y estructuras utilísimos que no dejan margen para el libre albeldrio de los individuos humanos. A lo largo de las últimas décadas ha habido un avance inmenso en inteligencia informática, pero el avance en conciencia informática ha sido nulo. La inteligencia se está desconectando de la conciencia. En el siglo XXI, nuestros datos personales son probablemente el recurso más valioso que la mayoría de los humanos aún pueden ofrecer, y los estamos cediendo a los gigantes tecnológicos a cambio de servicios de correo electrónico y divertidos juegos de gatitos. Las nuevas tecnologías del siglo XXI despojan a los humanos de su autoridad y confieren en cambio poderes a algoritmos no humanos. Hoy en día, en realidad, somos muchos los que cedemos nuestra privacidad y nuestra individualidad, publicamos todo lo que hacemos, vivimos conectados a la red y nos ponemos histéricos si la conexión se interrumpen aunque sea solo unos minutos. Mientras que Hitler y sus acólitos planeaban crear superhumanos mediante la cría selectiva y la limpieza étnica, el tecnohumanismo del siglo XXI espera alcanzar el objetivo de manera mucho más pacífica, con la ayuda de la ingeniería genética, de la nanotecnología y de interfaces cerebro-ordenador.
Este párrafo anterior es una transcripción del pensador judío Yuval Noah Harari que fundamenta el tema que vengo desarrollando en el sentido de que estamos en la Tercera Guerra Mundial sin que necesariamente este ciclo bélico nuevo en la tierra esté relacionado directamente con la industria militar y los ejércitos de masas.
El ejército alemán pasó en unos pocos años de 10 mil efectivos a 4 millones de soldados. La velocidad de este alistamiento tiene alguna relación con el crecimiento velocísimo de los humanos en red cibernética, una multiplicación de votantes, clientes y consumidores. La movilización se ha invertido, tanto en ejércitos que atacan y ejércitos que defienden. Ahora los ciudadanos no se movilizan, se inmovilizan. El confinamiento será el tema fundamental en la discusión y el debate actual y futuro. Los acontecimientos pandémicos han puesto en la superficie la nueva unidad planetaria, aunque no se haya avanzado aún en la conciencia de la significancia de esta revolución tecnológica. Si antes la libertad fue el concepto fundamental en los enfrentamientos bélicos (ya fuera para anular la de unos o defender la propia) ahora es una palabra arrumbada en algún rincón de nuestra atención fragmentada. Porque…¿a qué le estamos poniendo atención? ¿Diariamente, a cada hora, a cada minuto? A una pantalla que cubre la totalidad de nuestras necesidades y cede la autoridad personal, la intimidad, a la irradiación de esa unidad planetaria novedosa, que nos encanta como el mito del superhombre, del omnipresente homo deus, que con sus dedos controla su entorno de dos metros por dos. ¿Libertad? Perdón, estoy ocupado viendo y oyendo cosas más importantes.
Bibliografia:
Homo Deus. Yuval Noah Harari
Debate. 2019