Cuando la camioneta con el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador salió del Campo Militar 26-A, las mujeres no lo pensaron mucho. Tomaron sus pancartas con fuerza, y se arremolinaron en torno al lujoso vehículo.
María Antonieta Muñoz, quien busca a su hijo Guillermo Muñoz Roa, desaparecido el 16 de noviembre desde 2011, llegó hasta la ventanilla del conductor de la unidad, y tocó el vidrio con el puño.
La mujer pretendía que el presidente bajara la ventanilla, y así poder entregarle un oficio con las peticiones al presidente, la principal: una reunión con él, la secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero y el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas.
Pero no hubo respuesta. Más allá de las señales de abrazos simulados desde el interior del vehículo, el presidente no bajó el vidrio de su vehículo, que lentamente se abría paso entre los manifestantes.
¡Que se baje!, ¡Que se baje!, comenzaron a gritar las mamás, incluso, una de ellas, se paró enfrente de la camioneta con la foto de su familiar desaparecido. Pero no conmovieron al presidente, que seguía mandando abrazos desde el interior de la unidad blindada.
¡Solo atiendes a la mamá del chapo!, gritaron entonces las madres de desaparecidos, que desilusionadas observaban como López Obrador se marchaba sin atenderlas.
AVC
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