Durante muchos años, casi todo el siglo XIX, la lucha política e ideológica se centró entre liberales y conservadores. En el siglo XX, con un sistema político de Estado y una democracia paralizada, la mayoría de los liberales fueron eligiendo a la derecha como el contrapeso al partido de Estado, y pocos se quedaron en la izquierda.
Mientras en el mundo, sobre todo en Europa, fue más sana y provechosa, la convivencia entre socialistas y liberales, entre socialistas democráticos y el pensamiento liberal. De esa tradición saldrían los gobiernos de izquierda europea en casi todos los países de Europa, con gobiernos socialdemócratas y socialista, entre los que destaco los ejemplos, entre muchos otros, de Olaf Plame, Willy Brant, Francois Mitterrand, Felipe González, etc, etc. etc.
Es importante destacar que no se trata de “gobierno” solamente, es decir, de unas administraciones públicas acotadas en el tiempo. Se trata de que los Estados democráticos sociales de derecho, son la constante en los países de Europa occidental. Es decir, “Estados de Bienestar” hechos y derechos, desde Reino Unido hasta Grecia, desde Alemania hasta Italia y España. Desde luego su mejor expresión la encontramos en países como Suecia, Noruega, Dinamarca, etc., pero todos los países europeos tuvieron, y siguen teniendo a pesar de las políticas económicas del período neoliberal, estados benefactores más o menos fuertes y estables, impulsados casi siempre por una mentalidad e ideología socialdemócrata, socialista, de izquierda.
El otro factor en esta ecuación es que siempre se ha tratado de Estados democráticos de derecho, salvo los regímenes autoritarios de España, Grecia o Portugal. Pero en general, los países europeos tuvieron, junto a sus Estados de bienestar y a sus gobiernos socialistas y socialdemócratas, respeto a las libertades individuales, civiles y políticas.
Lo que quiero decir es que un gobierno, régimen o política pública socialdemócrata o socialista no está peleada con el liberalismo o el pensamiento liberal en lo político. Lo liberal en lo político es el respeto a la democracia, a las libertades, todas las libertades, a la disidencia, a la libertad de expresión, a la libertad política, a las libertades individuales, la vida, la vida privada, la propiedad, la manifestación de las ideas, la libre circulación, etc.
Siempre he estado de acuerdo y defendido un Estado fuerte en lo económico, distribuidor de la riqueza, recaudador eficiente y eficaz de los impuestos, conductor de la política económica y del gasto público hacia el fortalecimiento de la educación, la salud, la ciencia, etc. Pero por otro lado, toda mi vida he creído que eso puede ir de la mano de todas las libertades. El estado debe ser un defensor de todas las libertades y todos los derechos, al mismo tiempo que el principal inversor del gasto social y público como eje central de la economía. Un Estado fuerte con un Estado de derecho; un Estado social con un Estado liberal.
Desde luego no comparto “el otro liberalismo”, el económico, y menos en su expresión extrema de neoliberalismo. Aquí es donde quizá el mundo se perdió o no entendió. Prácticamente todas las personas, sobre todo en el mundo anglosajón, atribuyen el ser liberal o el liberalismo, a lo contrario al socialismo. En la tradición anglosajona, sobre todo en Estados Unidos y Reino Unido, ser liberal es ser contrario a un pensamiento socialdemócrata. Pero en la tradición europea más continental, y sobre todo, en Latinoamérica, ser liberal es todo lo contrario a ser conservador.
Los liberales eran los socialistas de antes. Los conservadores de antes son los neoliberales o liberales de ahora. Por eso hay mucha confusión en el uso y en el pensamiento al usar estos términos. No cabe duda que en la tradición anglosajona ser liberal es ser conservador, es decir, por ejemplo en Estados Unidos, los liberales son los republicanos, y los socialdemócratas son los demócratas. Desde luego todo esto lo digo en términos muy simplificados o hasta simplistas. O bien en Reino Unido, los conservadores son los liberales y los laboristas son los socialdemócratas, incluso en Inglaterra que tiene un partido Liberal.
En la tradición anglosajona si eres liberal lo eres tanto en lo económico como en lo político. Pero en la tradición continental o latinoamericana puedes ser liberal en lo político y seguir siendo un socialista en lo económico.
En América Latina o en Europa, los liberales están en todo el espectro político, me refiero a un liberalismo político, y el pensamiento liberal, la defensa de las libertades civiles, políticas y democráticas, es una plataforma común de un Estado de Derecho democrático, de una constitución liberal.
Me parece que el Presidente Andrés Manuel López Obrador es respetuoso del Estado de Derecho y de la legalidad, y que quizá muchas veces su discurso, sus palabras, pueda hacer pensar a muchos grupos sociales y a quienes se asumen como liberales que no está siéndolo.
Por eso no debe sorprender que algunos sectores de las clases económica y socialmente más privilegiadas en nuestro país, asimilen o hagan sinónimo de que tener un gobierno de izquierda equivale a pérdida de libertades o un retroceso en el Estado de Derecho.
Soy de los que piensan que el Presidente de México debe conducirse como un Jefe de Estado, y ser siempre neutral en lo político, y ser un factor de unidad y de conciliación permanente.
Desafortunadamente, y esto lo he dicho en múltiples ocasiones, en México tenemos la figura del Presidente que es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno a la vez. Para mí debería haber una separación clara ente ambos. Porque puede pasar lo que actualmente está sucediendo, que el Presidente tenga más un discurso de jefe de gobierno, que de Jefe de Estado.
El Jefe de Estado es el representante de las instituciones nacionales, de todas; es el representante de toda la nación y debe ser un factor neutral de unidad y cohesión. Por eso el jefe de Estado debe tener siempre un lenguaje liberal, en el sentido más amplio de la distinción, un liberal que defienda todos los derechos y todas las libertades de todos y todas, que defienda todas las instituciones nacionales.
En este momento tenemos un gobierno de izquierda y socialdemócrata, con el que yo coincido y comparto completamente. México tiene que avanzar hacia un Estado fuerte que distribuya mejor la riqueza e invierta en los sectores más desprotegidos de la población. Y al mismo tiempo, debe ser un gobierno democrático, respetuoso de las libertades y derechos, de la legalidad y del Estado constitucional.
El papel del Presidente es defender ambos, porque así está marcado en nuestra Constitución, porque en él se conjugan las dos figuras. El Presidente debe defender el proyecto de izquierda socialdemócrata, y al mismo tiempo, ser el Jefe de Estado, representante de las instituciones, neutral, protector y cohesionante de las mismas.