En esta segunda parte de la conversación, Guillermo Barrón nos habla de su acercamiento a diversos géneros —el flamenco, la música antigua, la música árabe, la música clásica—, de su primera incursión en Xalapa, en la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana, y de sus experiencias en Puerto Rico, tanto en el Conservatorio de Música de Puerto Rico como en la escena local.

El pasillo y el yaraví

En 2001, me invitaron a tocar en una obra de teatro que se llama El canto Sangurima, es una novela del escritor ecuatoriano José de la Cuadra con música afrocaribeña compuesta por Fernando Carrillo, uno de los cantantes de salsa con los que trabajaba. La obra fue invitada a participar en un festival de teatro en Ecuador. Yo tenía dieciséis años y fue la primera vez que salí de México.
Fue en septiembre, a dos días del atentado a las Torres Gemelas, entonces todo mundo estaba muy nervioso en los aeropuertos, había mucho movimiento, mucha seguridad, hasta estábamos dudando si íbamos a salir con toda esta paranoia, pero nos fuimos y todo bien. Estuvimos como una semana y media en diferentes ciudades de Ecuador, estuvimos en Manta, en Guayaquil y en Chone. Fue una experiencia increíble para mí. En ese viaje, la banda con la que íbamos acompañando la obra recibió una invitación para ir a un festival de artes escénicas al siguiente año. En ese segundo viaje conocí Quito. Estuvo muy padre porque uno de mis mejores amigos, Ramón Parra, quería aprender a tocar conga y bongó, yo le enseñé, y también lo invitaron a ese segundo viaje.

Aroma de café

Seguí tomando mis clases con el maestro Ramón, con Valentín, me empecé a llenar de un montón de actividades y en un momento ya no podía con todo, y le dije a mi mamá oye, creo que me tengo que salir de la prepa porque ya no la libro, y quiero que sepas que quiero ser músico, me quiero ir a Xalapa. Mi hermana habló con mi mamá para convencerla de que me dejara ir a Xalapa, a mi mamá le costó trabajo al principio pero después de un tiempo en el que estuvimos insistiendo, cedió. En el 2003 o 2004 —no me acuerdo—, me salí de la prepa, entré a la prepa abierta y estuve haciendo otras cosas en San Luis.

Me pongo flamenco

Mi hermana siguió estudiando sus clases de piano con el maestro Jorge Martínez Zapata, estudió la licenciatura en educación artística, entró a dar clases y por medio de la educación artística le empezó a llamar mucho la atención la danza. Mi cuñado se metió a estudiar flamenco, estuvo en Guadalajara estudiando con unos maestros de allá y tocando en compañías de baile. A mi hermana le llamó la atención el flamenco, entró a bailarlo y me empezó a jalar, me dijo esto está padre, deberías aprender a tocar cajón. Al principio no me gustaba mucho, no le hallaba el gusto pero dije es un reto más y voy a tratar de aprender.
Mi hermana y unas amigas llevaron a San Luis a la Winnie Amaya —una bailadora que es sobrina de la gran Carmen Amaya—, ella iba con su hijo —el Tati— que toca cajón y él fue mi primer maestro de cajón de flamenco. Viendo el flamenco con esa gente, me empezó a gustar más y a partir de ahí, me encanta.
Otro maestro de cajón flamenco que tuve se llama Héctor Javier Aguilar, un percusionista mexicano buenísimo que a la fecha es mi amigo y sigo aprendiendo mucho de él. Betsy Pecanins cambió la batería por el set de percusión, prefirió ese sonido y Héctor Javier era su percusionista.

Música antiqua

También me invitaron a un grupo de música antigua que se llama Danserye, también fue muy interesante porque ahí estuve explorando otros instrumentos, otro tipo de percusión, fue muy padre. También estuve involucrado con grupos de danza árabe, aprendí a tocar algo de darbuka, este tambor de Medio Oriente en forma de cono, pero en eso no me clavé tanto.

OSSLP

Cuando decidí irme a Xalapa, le dije al maestro Valentín Galkin oye, me quiero ir a estudia a Xalapa, prepárame para el examen, me dijo sí, vamos a darle a lo que necesitas, y me hizo la invitación para tocar en la orquesta sinfónica. Con la orquesta sinfónica tuve la oportunidad de ir a Europa, esa fue la tercera vez que salí de México, estuvimos en Francia, en Italia y en Austria.
No estuve trabajando como miembro de la orquesta sino como invitado, pero sí recibía un sueldo. Gracias a mi maestro, tuve la experiencia de tocar en una orquesta sinfónica, no sé cuándo vuelva a tocar en una orquesta, no porque no pueda sino porque no es algo que me interese, por lo menos por un buen tiempo.
Estuve por ocho meses en la orquesta, la gira por Europa fue mi despedida, regresé de la gira y a la semana, me fui a Xalapa.

A la ciudad de las flores

Cuando el amigo de mi hermana me dijo que el ambiente en Xalapa estaba bien, dije pues voy a darme un par de vueltas a Xalapa para hacer contactos, y tuve la oportunidad de ir a tocar allá con el grupo con el que fui a Ecuador, llegué a tocar en un festival de salsa que hicieron en Barlovento, y también fui un par de veces al puerto de Veracruz a tocar en el festival de son montuno que hacían allá. En uno de esos viajes conocí a Miguelito Cruz porque fui a una una clínica que dio con Renato [Domínguez]. Cuando vi a Miguel dije wow, porque nunca había visto un percusionista en vivo de ese nivel, entonces dije en algún momento tengo que estudiar con él.
Después le pasé el dato de Miguel a una amiga que organizó un festival en San Luis en el 2004. Lo invitó a dar una clínica, fui a verlo y empezamos a platicar, le dije:
—Oye, me voy a Xalapa a estudiar en la Facultad de Música pero quiero estudiar contigo también
—Claro que sí.
En el 2005, a los diecinueve años, me fui a Xalapa a estudiar en la Facultad de Música, esa fue otra etapa muy buena, muy enriquecedora y que me marcó muchísimo.
En el examen de admisión de la Facultad, conocí a Vladimir y a Emiliano Coronel y a sus papás. Cuando entramos a clases, restablecimos la conexión y de ahí hasta ahora somos como hermanos, somos familia, Vladimir, Emiliano y sus papás son muy queridos en mi familia y yo sé que eso es recíproco.
Vladimir, Emiliano y yo hicimos un grupo de latin jazz en Xalapa, estuvo de pianista Isaac Pérez, que ahora está en la Xalli Big Band; también estuvo con nosotros Tonatiuh Vázquez Vilchis. También tocamos mucho con Beto Jiménez y con Nissiel [Ceballos]. Luego invitaron a Nissiel a que armara algo para un ballet de danza cubana: son, rumba, porque había chamba en el Hotel Xalapa, como tocábamos juntos, Nissiel nos invitó y de ahí salió el grupo Son Aché, invitamos a una cantante, un tiempo estuvo Teté Espinoza y luego estuvo Gaby Beltrán. También fue una época muy bonita y de mucho aprendizaje.
La Facultad de Música es una escuela muy buena, pero después de un tiempo me di cuenta que no era lo que yo estaba buscando, que yo quería seguir haciendo música popular, seguir tocando latin jazz y música afrocaribeña, y dije ¿por qué no mejor estudiar eso si ya hay escuelas que lo enseñan? Yo sabía que el Conservatorio de Puerto Rico tiene un programa de jazz y música caribeña y dije ¿qué mejor que eso?, voy a terminar el semestre y me voy a Puerto Rico. Preparé la audición, mandé mi video y me aceptaron.
Todavía no existía JazzUV, estaba por abrirse pero conocí a Édgar Dorantes y siempre fui su fan. En una ocasión, Roby Lakatos, el tremendo violinista gitano, fue a tocar con la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Después regresó y pidió un quinteto de jazz. Édgar lo armó y me invitó a tocar. También invitó a Vladimir y a Aleph [Castañeda] —que en paz descanse—, con el que también tuve una buena amistad. El concierto fue en Veracruz, fue súper emotivo, una muy buena experiencia que nunca voy a olvidar. Fue de las últimas cosas que hice en Xalapa.
Seguimos tocando mucho, tanto con el grupo de salsa —Son Aché— como con el de latin jazz. Fuimos a San Luis, fuimos a Morelos —la tierra de los Coronel— y después me fui a Puerto Rico.

A la perla de los mares

Llegué a Puerto Rico en agosto del 2007 y ahí inició otra etapa. Samuel Martínez —que fue de las personas que me animaban a irme— ya estaba allá y ya tenía alguien que me contara directamente cómo estaba la onda y eso me ayudó mucho. Llegué a vivir a la misma casa en la que estaba él. En esa casa también estaba Arturo Caraza, ya lo conocía de vista aquí en Xalapa pero no me llevaba con él hasta que estuvimos juntos en el conservatorio y a la fecha somos muy amigos. En esa casa también estaba Andrea Alfonso, que creo que todavía sigue en Puerto Rico, es del puerto de Veracruz pero ya hizo su vida allá; estaba estudiando percusión pero también toca arpa y viene de familia de músicos de la tradición del son jarocho, su papá, que en paz descanse, era Andrés Alfonso.
Llegué a Puerto Rico muy motivado, era algo que esperaba con muchas ansias y que superó mis expectativas por lo que hice allá, por lo que aprendí, por lo que es la escuela.
El maestro Andrew Lázaro —que en paz descanse, falleció a finales del año pasado— fue mi maestro toda la carrera. Cuando llegué todavía no empezaban las clases pero fui a verlo y le dije ya estoy aquí. Solo fui a saludarlo pero desde ese día me dio una clase, me dijo siéntate, a ver, toca esto. Muy bien, ahora lee esto. Y empezó a sacar partituras y grabaciones y me empezó a decir cosas, y dije wow, qué chévere. Luego me dijo:
—Vente, vamos a comer
Fuimos a comer y me dijo:
—¿Tienes congas?
—No, no tengo congas, quiero comprar unas
—Bueno, yo te ayudo a comprarlas
Él estaba firmado por la marca LP (Latin Percussion) —la marca de instrumentos de percusión más famosa del mundo— y tenía patrocinio, le hacían un buen descuento. Me dijo:
—Cuando estés listo, vamos a la tienda y las compramos a mi nombre
Así fue como conseguí mis tres primeras congas en Puerto Rico.

Dream team

En los primeros días en el conservatorio conocí a Felipe Fournier, un vibrafonista de Costa Rica que vivió un año o un año y medio en Xalapa, después de que se graduó de Puerto Rico le ofrecieron chamba en el grupo Orbis Tertius, se fue y estuvo tocando con ellos. Nos conocimos e hicimos una amistad tremenda hasta la fecha, él es uno de los responsables de que yo esté en Nueva York, él se vino primero y me insistió mucho para que me viniera. Creo que llegamos el mismo día a Puerto Rico, me lo presentó Andrew. En esa generación también llegó un saxofonista increíble de Costa Rica que se llama Gerardo «Lalo» Rojas, él tocó por cinco años con el grupo Éditus de Rubén Blades, ganaron un Grammy y otro disco fue nominado al Grammy. Con toda su experiencia, con todo el nivel que ya tenía dijo ahora que ya terminó mi temporada con Rubén, con el dinero que gané me voy a estudiar a Puerto Rico; ¡qué humildad! También hicimos una gran amistad y aprendí muchísimo de él. También conocí a un tremendo bajista, muy buen amigo, se llama Pedro Pérez, es un bajista increíble que tocaba con Andy Montañez. Es más conocido en la salsa pero también toca jazz. Ha grabado muchísima salsa, ha grabado con Eddie Santiago, con Gilberto Santa Rosa, con La Sonora Ponceña, con Isaac Delgado, con un montón de gente; muchos éxitos que oímos de la salsa o con los DJ, están tocados por él. Ya se graduó del conservatorio y ahora está dando clases.
Había mucho nivel en los alumnos, había gente muy talentosa, muy buena y eso me motivó mucho porque había mucha competencia sana. Todos éramos estudiantes pero aprendí mucho de gente como Pedro o como Lalo o como otro amigo que se llama Manolito Rodríguez, también es percusionista de primera línea, joven talento de Puerto Rico, reconocido en el gremio de la salsa. Escribe arreglos y canta, ya sacó su disco. Hay otros amigos que no son tan conocidos pero son increíbles, conocerlos me marcó mucho.

La academia

Casi recién llegué al conservatorio, hicieron una selección de alumnos para formar una big band, en la que también tocaban algunos maestros, Samuel y yo quedamos en esa banda y fuimos a tocar a Canadá. También se hizo un ensamble pequeño, que dirigió Oscar Stagnaro, para la misma conferencia, era un evento que se hacía cada cuatro años que se llamaba IAJE —International Association for Jazz Education—, era una conferencia que se hacía para educadores del jazz. Eso fue en enero de 2008, en Toronto, Canadá; fue otra gran experiencia.
En la escuela tomaba clases de percusión, pero había clases complementarias de batería, me inscribí y las tomé con el maestro Fidel Morales, era un gran maestro maestro cubano, pionero de la timba y de latin jazz en Cuba. También fue maestro de Vladimir Coronel, de Yauri Hernández y de mucha gente; de él también aprendí mucho.
él me invitó a grabar su disco él
El maestro Fidel tiene un disco que se llama Omío, en mi primer año allá me vio tocar —creo que ya estaba tomando clase con él— y me dijo:
—Oye, ¿quieres grabar en mi disco?
—Claro que sí
Grabé un par de temas en su disco, ahí también grabó Eddie Gómez, Charlie Sepúlveda, Luis Marín; es un disco muy bueno, no porque haya grabado yo, yo grabé un tema pero en general el disco es muy bueno, es latin jazz pero moderno y me gusta mucho esa mezcla.
En el conservatorio también estudié improvisación con mi maestro de percusión —que también es vibrafonista— Andrew Lázaro y ahí entendí el lenguaje del jazz, no es que lo ejecute porque no soy vibrafonista pero llegué a entenderlo; hice transcripciones, llegué a improvisar, llegué a entender la cuestión de los cambios y todo eso me ayudó muchísimo. También tomé clases de piano complementario, clases de arreglo, clases de arreglo para big band, hice el arreglo de A Child Is Born, por ahí lo tengo, en algún momento lo quiero grabar. El maestro Luis Marín me lo pidió para sonarlo con la big band de estudiantes.
Estando en Puerto Rico también me abrí más a la composición, empecé a escribir más. Ya había estudiado teoría con el maestro Martínez Zapata y eso me ayudó muchísimo para entender otras cosas que me estaban dando en el conservatorio, para tener otras herramientas y, sobre todo, llevarlas a la práctica.
Eddy Gómez fue maestro en residencia en el conservatorio de Puerto Rico, igual que David Sánchez y Paoli Mejías, músicos de renombre y de gran nivel. Luis Perico Ortiz estuvo un tiempo también ahí, de todos ellos aprendí muchísimo porque, aunque no era mi instrumento, nos tocaba convivir con ellos porque armaban ensambles de estudiantes como parte de su residencia y tenían que tocar en el examen, no solo armar y dirigir el ensamble, ¡imagínate!, qué emoción y qué aprendizaje tocar con ellos.
Paoli Mejías es uno de los mejores percusionistas del mundo, al nivel de Giovanni Hidalgo y de toda esa gente, tiene un proyecto de latin jazz increíble, también de mis favoritos y una gran inspiración. Ahorita es uno de los percusionistas oficiales de Carlos Santana.
De Paoli también aprendí muchísimo y a la fecha es mi amigo, cuando viene a Nueva York me llama y nos vemos; es alguien que siempre me ha apoyado mucho, eso se agradece bastante.

La calle

En Puerto Rico estuve trabajando en la calle, también aprendí mucho de eso. Manolito Rodríguez, el percusionista, me recomendó para varios trabajos, tuve la experiencia de tocar con orquestas de salsa, increíble experiencia porque es muy distinto a lo que uno, a veces, está acostumbrado; hay una disciplina a la hora de ensayar y un orden a la hora de sonar. Todo es impecable: los alientos, la sección de percusión; tú oyes eso y te sientes en un disco. Entre las orquestas con las que tuve la oportunidad de tocar, está la del maestro Julio Alvarado, mejor conocido como Julito Alvarado. El maestro Julito es un trompetista increíble, no estoy seguro de si estudió en Berklee pero estudió en Estados Unidos y toca jazz también —curiosamente, muchos salseros aprenden jazz, aunque no lo ejerzan, pero tienen el conocimiento—. Julito tiene un grupo de latin jazz y en algunas ocasiones toqué con ese grupo festivales en Puerto Rico, eso también fue algo increíble porque fueron festivales en los que también estaba tocando Luis «Perico» Ortiz, Giovanni Hidalgo, Paoli Mejías, Ángel David Matos y su trío, gente de Puerto Rico de mucho nivel.
Con la orquesta de Julito pude acompañar a un cantante legendario que se llama Miguel Ángel Barcasnegras alias «el Meñique», cantante panameño que vivió mucho tiempo en Nueva York y cantó con la orquesta de Tito Puente, una leyenda en esta música. Julito Alvarado fue una muy buena escuela, actualmente es maestro del conservatorio.
Tuve la experiencia de tocar en otros proyectos como el de Brenda Hopkins, una pianista muy buena, muy espiritual, muy libre a la hora de tocar, eso me gustaba mucho. Vladimir y yo tocamos un tiempo en su grupo y alguna vez tocamos, inclusive, con Aldemar Valentín, ahí lo conocí, coincidimos con Brenda y en otros proyectos en los que estuvimos colaborando. Brenda cambiaba mucho de músicos, pero nosotros estuvimos un buen tiempo con ella. Ella también tenía algo de flamenco porque vivió en Granada y le gusta hacer mucha fusión, no es que solo haga flamenco-jazz pero incluye muchos elementos del flamenco y a mí me gusta el flamenco desde que te comentaba, y cada vez me gusta más, cada vez me llena más, a la fecha es algo que me motiva mucho, que quiero seguir aprendiendo porque veo que es súper difícil, pero allá lo retomé a manera de fusión. Estuvo muy padre esa experiencia con Brenda.
También estuve tocando con un guitarrista que se llama Pancho Irizarry —ahorita está viviendo en Florida, creo que en Tampa—. Tremendo guitarrista de Lares, Puerto Rico; me lo presentó un amigo del conservatorio que estudiaba guitarra clásica pero le gusta el flamenco, alguna vez lo vi tocando flamenco, me le acerqué, tocamos un poco y me dijo oye, te voy a presentar con mi maestro Pancho Irizarry. Me lo presentó, hicimos click y me invitó a chambear desde el primer instante en sus proyectos. Él hacía flamenco y también hacía cosas más comerciales como rumba flamenca y esas cosas; además hacía coros para el salsero Víctor Manuel, cantante puertorriqueño, estuvo mucho tiempo con él. También tocaba música brasileña, en los huesos que teníamos —que muchas veces eran privados, tocábamos en bodas, él con su guitarra yo con mi percusión— hacíamos bossa nova, samba y esas cosas, él tiene un conocimiento increíble de la armonía y de cómo se mueve esa música. Pancho es muy virtuoso, es un guitarrista tremendo, lo admiro mucho. Tocar con él fue otra experiencia muy buena
Estuve con otro grupo de jazz experimental, el formato era bajo, percusión, batería y saxofón; no había piano, no había guitarra, estaba bastante interesante el proyecto, se llamaba —creo que ya no existe— Proyecto Raíces, era de un maestro del conservatorio —me daba clases de armonía en el conservatorio—, Armando Luis Ramírez, muy buen bajista. En ese grupo tuve oportunidad de tocar temas míos porque tocábamos temas de los cuatro: de Armando, de Saviel —el saxofonista— y de Pablo —el baterista—. También estuvo muy padre.
El pianista Carli Muñoz tiene un bar de jazz que se llama Carli’s Fine Bistro & Piano, está en el viejo San Juan, enfrente del muelle donde llegan los cruceros, plena zona turística. Es un lugar muy bonito, muy exclusivo, tipo bar de jazz de acá de Nueva York, tiene toda esa onda.
Felipe armó un set al que le llama cajón set, es como si fuera una batería pero hecho con otros instrumentos, parte de un cajón y un platillo y de ahí le puede poner lo que sea, ese instrumento no pretende sustituir a la batería porque son timbres diferentes. Aparte de ser un tremendo vibrafonista, Felipe toca muy bien el cajón set. A Carli le gustó hacer un dueto así y Felipe tocó mucho tiempo con él. Cuando vi a Felipe tocar ese set, me motivó para aprenderlo—es un instrumento que sigo desarrollando—. Felipe sabía que yo estaba también con el set y me invitaba a suplirlo cuando no podía, y toqué varias veces con Carli, estaba muy padre porque era tocar standards con ese set, entonces había que usar mucho la creatividad.
Llegamos a tocar a dos percusiones y piano, y Carli sacó un disco de ahí que se llama Art of the Duo, la mayor parte la hizo con el cajón y el piano, pero en algunos temas me invitó también a mí. En unos temas de ese disco está Eddie Gómez, es muy amigo de Carli y siempre que va a Puerto Rico va a ese lugar y toca con él.
Otra de las buenas experiencias de Puerto Rico fue haber tocado con Charlie Sepúlveda, un maestro de la trompeta, también se considera leyenda viva. Yo lo admiraba desde antes de irme a Puerto Rico, ya conocía su música, había escuchado sus discos. Me lo topé en la escuela, me presenté con él, le dije que me gustaba mucho su trabajo, su música, un día me vio tocar y cuando el percusionista de su grupo no podía, me hablaba para que fuera a tocar con él. También fue una experiencia tremenda tocar con alguien que ya admiraba desde hacía mucho tiempo y me había topado allí.
También estuve con un grupo de bomba tradicional de Puerto Rico que se llama Paracumbé, eso también fue muy bonito porque esta banda hacía bomba de Ponce, Puerto Rico; era muy raro encontrar esa música, ahorita la bomba ya es muy popular en Puerto Rico, pero hubo un tiempo en que los jóvenes no se preocupaban por la tradición —como ha pasado en muchos lados—, pero llegué en un tiempo en que la estaban retomando y la gente estaba muy insistente en hacer grupos de bomba, pero la bomba de la región de Ponce es diferente, tiene otras letras, tiene otra forma de tocarse, inclusive, los instrumentos tienen variantes, en la bomba se utilizan «barriles de bomba», son como barricas de vino a las que les ponen cuero, en un momento los estilizaron y ya eran más chiquitos, pero en la de Ponce, los barriles son más grandes, inclusive los acuestan y los tocan como cajones. Con este grupo aprendí más esta música, obviamente nunca se termina de aprender, pero fue una muy buena manera de convivir y estar de cerca con la cultura de allá, fue una experiencia increíble también.
Todas fueron experiencias diferentes y enriquecedoras.

Todo un viaje

Cuando estaba en Puerto Rico aproveché unas vacaciones para ir a Nueva York, ya tenía mi visa de estudiante y dije hay que aprovechar que estoy aquí. Como Puerto Rico es una colonia de Estados Unidos, es muy fácil viajar para allá, no te piden visa, no te piden nada, solo compras tu boleto y ya, es como irte en avión de Xalapa a Monterrey o a cualquier lado.
Estuve en Nueva York por diez días conociendo el ambiente, viendo si en algún momento me iba a venir a vivir acá y fue muy enriquecedor el tiempo que estuve acá con Joel Mateo —un baterista que conocí en Puerto Rico, estaba en otra escuela pero nos conocimos por tocar en la calle— y con Karina Colis, la baterista de San Luis que ya la conocía.
Terminé mi carrera, hice mi recital y me gradué. El título que dan es bachillerato, pero no tiene nada que ver con el bachillerato que tenemos aquí en México, es una traducción de bachelor, que es el título que dan aquí en Estados Unidos a los licenciados, como Puerto Rico es una colonia de los Estados Unidos, usan la traducción de bachelor como bachillerato, pero en realidad es una licenciatura porque es una carrera universitaria, para entrar ahí tienes que haber terminado la prepa.

 

 

(CONTINÚA)

 

PRIMERA PARTE: La luz que iluminó todo mi ser
TERCERA PARTE: ¿Cuál es la prisa?
CUARTA PARTE: Luces de Nueva York

 

 


 

 

 

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