Decir pandemia, es de alguna manera, pretender justificar un hecho, para evadir la responsabilidad local, como es el caso de la epidemia SARS CoV-2 que asola a gran parte de nuestro país; no se actuó a tiempo, se tomó a la ligera, sin responsabilidad, en ignorancia, con desconocimiento; no se establecieron las acciones comunitarias, no se organizó a la comunidad, no se coordinó a las autoridades municipales, a las organizaciones sociales; no hubo gobernanza, por lo tanto, tampoco gobernabilidad; lo que se debió visualizar en su dimensión, no lo hizo el gobierno federal; la incursión agresiva que este coronavirus estaba ya causando en otras latitudes, en otros hemisferios, no se atendió, ni se entendió, no se hizo; las epidemias provocan crisis que colocan en riesgo a las personas, vulneran el estado social, causan deterioro económico, afectaciones psicosociológicas que determinan los comportamientos humanos, provocando en esos momentos y posteriores daños físicos-mentales-estructurales irreparables, entre otros que requerirán de un proceso de corto, mediano o largo espacio de recuperación para alcanzar estabilidad, lo que significa, tiempo de vida.
Embriagado en el poder, los humos de la soberbia que embargan al presidente y a algunos de sus cercanos colaboradores, se presentan siempre sistemáticos, él y sólo él tiene los datos y las acciones correctas. Ante ésta condición, sus subalternos le circunscriben una adhesión, consciente-inconsciente, por necesidad intrínseca de un sentido de pertenencia adherente, en los que se observan significados identificables con el servilismo, lo cual, no ayuda a la gobernanza de la República, abona en contrario. “Mira señor presidente, estás equivocado”, le decía Jesús Reyes Heroles, en el 68, vía la línea telefónica gubernamental, al presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, cuando iniciaban las manifestaciones del personal médico del IMSS en las calles, institución de la cual, Reyes Heroles era el Director General; “Esto, de continuar así y no atenderse, nos llevará a una crisis social grave”, Díaz Ordaz, no le escuchó, permitió que ello fuera los prolegómenos del movimiento de 1968. Al presidente hay que hablarle claro para intentar ayudarle, así lo acaba de hacer el jefe del Pentágono, al decirle al presidente Trump, que no se desplegará al ejército de los EEUU, porque “Estás medidas solo deberían utilizarse como último recurso”, así lo hicieron los dos ex ministros de salud de Brasil, al presidente Jair Bolsonaro; con fuerza, con dignidad, para no ser cómplices de las torpezas, que ponen al borde del precipicio a un pueblo.
Aquí, en lo local, la doctora Dulce María Espejo, encargada de la “inteligencia epidemiológica” de Veracruz-SESVER-, se ha convertido en la ominosa vocera de la muerte; dedicada como está, siendo condescendiente con el grotesco Roberto Ramos Alor, se dedica a recabar datos de las unidades médicas, para anunciarlas en la noche, esa es la labor que desempeña la doctora Espejo, de sumisión, de indignidad, al igual que el señor Gatell, sin implementar absolutamente, ni una exigencia, ni una acción, para dotar al personal de salud de los insumos necesarios para la batalla que se está dando, no hay coordinación con las autoridades locales, no hay perifoneo, no hay brigadas que recorran las comunidades, congregaciones, colonias, para que establezcan acciones con los representantes sociales, nada de ello, sólo dedicarse a obtener datos que denotan un grave y trastornante rezago estadístico que demuestran incapacidad, o, porque así conviene a sus intereses, colocando, aún más, en alto riesgo, del que se encuentran los habitantes de Veracruz. El día de hoy el prestigiado diario El País, titula como artículo destacado: “Casi ocho de cada diez muertos por coronavirus en México no llegaron a terapia intensiva ni fueron intubados”, y continúa la nota: “La información recogida por los Estados también revela que casi ocho de cada diez pacientes, el 76%, derrotados por la enfermedad no ingresaron a terapias intensivas ni fueron entubados (intubados). Para la mitad de los fallecidos no hubo un diagnóstico público por coronavirus antes de la muerte. Este llegó el mismo día del desenlace o después”. El día de ayer, junio 3, en el diario El Financiero, Raymundo Riva Palacio, escribe: “Hugo López Gatell es un meteorito que llenó de luminosidad el cielo mexicano y ahora se está desintegrando. Sus inconsistencias, contradicciones y los mensajes cruzados, llevaron al subsecretario de Salud de las alturas- y las portadas de las revistas del corazón, al basurero de la opinión pública”. Por eso, la sociedad, está considerando que estos actores deben de ser llevados a juicio, por omisión, negligencia, complicidad y por mentir al pueblo.
Sintácticas
De la película Tierra de penumbras. Anthony Hopkins:
¿En dónde estaba Dios aquella negra noche; no se supone que Dios es bueno y que nos ama…quiere Dios que suframos?.. Y si la respuesta a esa pregunta fuera así: No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y ser amados, quiere que maduremos…y yo concedo, precisamente, porque Dios nos ama, nos concede el don de sufrir; o por decirlo de otro modo; el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos…porque somos como bloques de piedra, en donde el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre…los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen…también nos hacen perfectos.
Antonín Dvorák. Sinfonía n° 9, en mi menor, op. 95, Del Nuevo Mundo: