Al finalizar la Guerra Fría no estaba del todo claro para qué servía el internet en cuanto a tecnología civil, pues su creación respondió a tener una red de computadoras conectadas en varios campus para detectar misiles que fueran a atacar y lanzar así la propia respuesta. Sus rasgos principales son la velocidad y la sensibilidad al cambio, con lo que procura la clase de conocimiento que se requiere en tiempos de guerra.

En la actualidad nuestra vida cotidiana está estructurada a través de técnicas de inteligencia que inicialmente se desarrollaron para planear y arrostrar ataques nucleares. Y es importante definir el poder cuasi militar de los negocios que poseen y controlan la nueva infraestructura tecnológica, pues la digitalización de la vida cotidiana  parece ofrecer un número cada vez mayor de oportunidades para la violencia. Esto no se traduce en un combate físico como en la intensificación del nerviosismo.

Ahora en las pantallas de los comandantes  en las salas de mando son las tendencias conductuales y emocionales las que revolotean. Según se ve en la lógica de las computadoras digitales el lenguaje se ha convertido en un arma de violencia y tiene la posibilidad de movilizar a la gente (no a sus cuerpos sino a sus mentes y emociones) de un modo cuasi militar.

 

La tecnología del control mental

Actualmente están surgiendo tecnologías que leen la mente en forma ilimitada. La estrategia de comunicación de Facebook fue enunciada en 2015: “Seremos capaces algún día de enviarnos pensamientos complejos los unos a los otros de manera directa usando tecnología. Bastará pensar en algo, y tus amigos podrán compartir la experiencia contigo de manera inmediata, si tú quieres” (Mark Zuckerman).

Esta empresa ha contratado ingenieros para desarrollar novedosas tecnologías de neuroimagen y experiencias hápticas de inmersión realistas. La neuroimagen es la técnica para detectar pensamientos específicos a partir de imágenes radiológicas del cerebro, mientras que la háptica es la ciencia de la interacción entre humanos y ordenadores basada en el tacto. Tecnologías que mezclan con fluidez las palabras físicas y las digitales.

La visión de la telepatía toma los códigos simbólicos de la cultura humana y la política (los que de un modo consciente leemos, interpretamos y comprendemos) y los sustituye por los de la biología y los programas informáticos. La comunicación cerebro a cerebro del futuro dependerá de una forma de lenguaje, sólo que será una forma que la mayoría de la gente no será capaz de comprender cuando la vea. Esto implica que la comunicación se habrá privatizado. Esto tiene unas consecuencias que transforman la naturaleza del conocimiento y que se extienden a nuestra política y cultura de un modo complejo y desorientador. En lugar de una mente que capta experiencias, con algunos individuos distinguidos a los que se reconoce como expertos, sólo hay un cerebro, un órgano físico que recibe impresiones y transmite expresiones. El conocimiento supone identificar patrones en mitad de miles de millones de impresiones, pero eso es algo que los ordenadores pueden hacer mejor que los humanos.

La mente no es una máquina pensante, es una máquina que actúa. Los procesos mentales son tareas que pueden dividirse en una serie de fragmentos independientes: esto es lo que significa procesar algo digitalmente. Estas tareas pueden juntarse en forma de código, que luego una máquina podrá ejecutar una a una. En última instancia, la fe de Mark Zuckerberg en la telepatía descansa en la idea de que los “pensamientos” no son más que una serie de movimientos físicos cuyos patrones potencialmente pueden leerse como la sonrisa de un rostro o un mensaje encriptado que hay que descifrar. Lo que las cosas significan es sólo una cuestión de reconocer patrones, es decir, el orden en que aparecen. En este sentido, toda interpretación y toda comprensión se asemejan al desciframiento de códigos.

Cada vez es más claro, ahora que se ha disipado el inicial optimismo que rodeaba el “ciberespacio” y la “comunidad virtual”, internet retiene algo de su carácter militar. Ya sea al servicio de grandes empresas como Facebook o de agencias gubernamentales, continúa siendo más eficaz como herramienta de vigilancia, reconocimiento de patrones y control, pues Facebook, Google, Apple, Amazon y Uber están adquiriendo un conocimiento sin precedentes sobre nuestros pensamientos, emociones, movimientos, relaciones y gustos, los cuales están a disposición como nunca antes habían estado al alcance de los sociólogos, los estadísticos o los investigadores de mercado tradicionales, pues detecta aglomeraciones de sentimiento y tendencias que pueden convertirse en objetivo de la publicidad o las campañas políticas.  El objetivo último de empresas de internet como Facebook es suministrar la infraestructura a través de la cual los humanos conocen el mundo.

Nuestra “adicción” a nuestros dispositivos provoca una persistente preocupación cultural sobre qué estaremos dejando de observar mientras miramos fijamente nuestras pantallas. Un usuario medio de teléfono móvil toca su dispositivo 2617 veces al día, con lo que cada una de ellas es un dato potencial de algún tipo dado. Miramos fijamente nuestras pantallas más porque están sometidas a nuestro control que por la información que nos suministran, sea ésta la que sea. Damos la bienvenida a  la vigilancia digital en nuestras vidas porque ésta nos promete tener nuestras vidas bajo control. Es como una playa abierta al público, pero de propiedad y gestión privada, lo que permite a los dueños de los consorcios cibernéticos, analizar las huellas en la playa.

Bibliografia:

Estados nerviosos. William Davies. Sextopiso. 2018