Hace apenas unos meses, la imagen que presentamos como portada de esta entrega nos hubiera parecido sobrecogedora, un músico que toca para las butacas de una sala vacía; hoy se ha convertido en el nuevo retrato de la realidad. El azar hizo la jugarreta de hacer coincidir la anomalía que vivimos con la imagen y el nombre del nuevo álbum de João Barradas, músico que, según se lee en su página oficial, «es uno de los acordeonistas europeos más respetados y reconocidos. Puede moverse, simultáneamente, entre música clásica, jazz y música improvisada». Y es que nació —en Porto Alto, Portugal— con una gran torta musical bajo el brazo. Cuando tenía dos años le compraron un pequeño teclado Casio y se convirtió en su juguete favorito; entre los dos y los tres años sacó muchas melodías de oído, pero sus padres no tenían formación musical alguna y no podían discernir que estaban ante un prodigio, menos aun podían saber que habían engendrado un niño con una virtud que posee una de cada mil a diez mil personas, el oído absoluto.
A los seis años inició su educación formal en una pequeña escuela de música, conocer las notas y el pentagrama le resultó revelador pues descubrió que había una manera de representar gráficamente algo que se le había dado de manera natural y de lo que tenía poca consciencia: el talento musical.
A los siete años ingresó al Instituto de Música Vitorino Matono, en Lisboa; a los nueve, fue aceptado directamente en el segundo año del Curso Oficial de Acordeón del Conservatorio Nacional de Lisboa, del que se graduó a los quince años.
Durante su etapa de estudiante ganó más de cuarenta concursos, entre nacionales e internacionales, circunstancia que toma con modestia; en una entrevista le dijo al crítico portugués de jazz Nuno Catarino:
«Mis padres siempre trataron de hacerme ver que no podía vivir para competencias ni para logros profesionales excesivos, especialmente tan joven. También hay una característica mía que creo que es una ventaja: una baja autoestima que hace que siempre me cuestione: ‹gané este premio, pero ¿por qué? Ese tipo que toca tan bien no apareció… Al jurado le gusta más este tipo de música›. Eso nunca nos da una sensación de victoria. No recuerdo haberme sentido así, incluso cuando gané el World Accordion Trophy (veo la lista de ganadores y hay 10 de mis ídolos absolutos del instrumento). Lo único que me gustó y que todavía disfruto hoy fue ganar un concurso, ir a un festival y de repente tener a Joe Lovano diciendo ‹oye, realmente me gustó›; conocer a Gil Goldstein y lograr que Nicholas Payton me enviara un mensaje. Los concursos, para mí, son una oportunidad para la internacionalización. Nunca creo que sea como una carta de presentación. Hay personas que vienen a mí y me dicen ‹concursos, concursos›. Es solo una forma de hacerlo, pero no creo que sea necesario».
Su mayor pasión en la música siempre fue la improvisación, sus primeras incursiones en este terreno las hizo intuitiva y lúdicamente en su pequeño Casio. A los diez años tomó sus primeras clases formales de improvisación con el acordeonista João Frade. Su primer encuentro con el jazz fue a través de Keith Jarrett Live at Blue Note, una colección de seis discos que recoge otras tantas actuaciones del trío de Jarrett en el famoso club neoyorkino. Después conoció el álbum Go de Dexter Gordon y el icónico Giant Steps de John Coltrane. Estos tres registros le provocaron tal interés que se acercó a los grandes jazzistas portugueses para aprender el género, tomó clases con João Paulo Esteves da Silva, Afonso Pais, Filipe Melo, Pedro Madaleno, Paula Sousa, Nelson Cascais, André Sousa Machado, Bernardo Moreira, Bruno Santos y varios más.
Asistió a varios talleres y clases magistrales de músicos internacionales. Fue dándose a conocer y fue invitado a colaborar con músicos como Mark Turner, Avishai Cohen, Jim Black, Eric Harland, Nir Felder, Carlos Bica, Miguel Zenón, Robin Eubanks, Matt Penman, Stefan Harris y Frank Mobus, Greg Osby, Gil Goldstein, Fabrizio Cassol, Mark Colenburg, Jacob Sacks, Yoav Eshed, Sarpay Ozçagatay.
Ha grabado tres discos como líder: Directions, en 2016; An End as a New Beginning, con el grupo Home, en 2017; y este 2020 apareció Portrait, álbum del que Rui Eduardo Paes opina:
«De João Barradas estamos acostumbrados a esperar lo mejor. Pero también que cada nuevo título suyo nos ofrezca algo que no estaba en el anterior. Este es el caso de este Portrait y es de esperar que este sea también el caso de otro álbum con el nombre del acordeonista y compositor portugués que se prometió para estos días, ‹Solo I›. Incluso por las características ya anunciadas, ya que es un solo absoluto y totalmente improvisado. Lo que es evidente es que tales resultados no se derivan solo de un deseo de variedad: Barradas se ha embarcado en una misión de búsqueda e investigación que, continuando como antes, lo llevará a él y a nosotros con él, a logros que sin duda serán notables.
«Es cierto que en Portrait encontramos un gusto por los ritmos compuestos y la reorganización de la interpretación implicada por la presencia de un vibráfono (en el sentido de que es necesario hacer que se escuche cuando hay niveles más altos de intensidad) que ya estaba en ‹An End as a New Beginning›, con el grupo Home, pero el enfoque es totalmente diferente. Esta vez, hay menos presencia de escritura, dejando todo abierto en términos de interpretación y más espacio para la improvisación, ya sea colectiva como individual y solista. Esta vez también, el factor ‹groove› está menos definido y más sujeto a mutaciones. Está allí y se impone, pero en lugar de circunscribirse se expande y conduce a otros lugares, otras posibilidades.
«Para este nuevo disco, Barradas utilizó los servicios de Mark Turner en el saxofón tenor que aparece en cuatro de los temas, del vibrafonista Simon Moullier (excelente combinación de éste con el acordeón MIDI para actuar como Fender Rhodes), de Luca Alemanno en el bajo y Naíma Acuña a la batería. De la interacción de estos músicos surge un jazz contemporáneo muy influenciado por el rock y otras tendencias urbanas de nuestro tiempo (atención a los ‹beats› de la baterista), pero en una versión ‹canalla› que contrasta con la limpieza y el virtuosismo de los oficios de los Home. El ingenio performativo y el desinterés en cuestión son, además, la medida de la vitalidad musical alcanzada, muy equivalente a la de una actuación en vivo en la que lo que importa es la comunicación con el público y no una idea ilusoria de la perfección.
«Incluso escuchamos sonidos accidentales, por ejemplo, respiración, ruidos de manipulación instrumental, que generalmente se eliminan de una grabación de estudio. La misma circunstancia de que las piezas no están ‹envueltas› y trabajadas en términos de postproducción, terminando sin una resolución de composición real, le da al conjunto una fluidez muy cautivadora y ese tipo de humanidad que la tecnología musical ha ido diluyendo a lo largo de su evolución. Con este Portrait finalmente podemos decir que João Barradas se ha convertido en uno de los músicos creativos más importantes del jazz actual, y no solo con respecto al territorio nacional. Es difícil imaginar lo que hará en unos 10 años, solo que será algo grande».
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