Nos está tocando vivir el primer episodio planetario de la III Guerra Mundial y los elementos que voy a dar en esta reflexión es para comprender la naturaleza de esta nueva guerra y cómo la pandemia está asociada a una cadena de catástrofes que nacen en una nueva era geológica de la Tierra, llamada Antropoceno y que inicia en 1945 con el arrojo de las bombas nucleares, la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, los plásticos en los océanos, la producción de nuevos materiales radioactivos y la resistencia de los humanos a los antibióticos. El Antropoceno designa el cambio de clima terrestre en razón de las actividades (antrópicas) del hombre.
La pandemia tiene el primer efecto en la humanidad de poner en manifiesto para la conciencia de que somos un solo cuerpo biológico y aunque hay pensadores que no creen que la metáfora de la guerra pueda ser útil para comprender esta resistencia a la epidemia, que significa el confinamiento universal (Edgar Morin) hay otros –como Bill McKibben- quienes consideran que es preciso que los humanos asumamos que no es que el calentamiento global se parezca a una guerra mundial. “Es una guerra mundial. La cuestión es esta: ¿Contraatacaremos?”
Es preciso darnos cuenta que independientemente de los argumentos epidemiológicos del confinamiento, la verdad es que se ha suprimido la libertad esencial del humano –al menos en este periodo que abre el interrogante de si será sólo el primer paso de un escalón de restricciones que señala un futuro por demás incierto y fuera de nuestro control, siendo que somos nosotros la Red Cibernética que significa el territorio de las nuevas armas: el lenguaje internético.
Nos ha tocado vivir un acontecimiento histórico que datará esta nueva época de la humanidad y donde los referentes anteriores son sólo eso, fundamentos donde se levanta la actualidad donde la distinción entre las intervenciones civiles y las militares se ha difuminado.
En la doctrina de un general ruso, Vladimir Gerásimov, se expone que en el siglo XXI se desdibujan la líneas entre estados de guerra y paz. “Las guerras ya no se declaran”. La estrategia militar se está desviando hacia mecanismos tradicionalmente civiles y económicos, los cuales convierte en armas.
Esta arma ahora está siendo, entre otras, el lenguaje. El paradigma famoso de Carl Von Clausewitz, el fundador de la teoría de la guerra moderna, ha cambiado: la guerra ya no es continuación de la política, sino esta se convierte en una rama de la guerra: las palabras se tornan armas.
El hecho de que internet sea un medio mucho más visual que textual es esencial para el poder que ofrece a la hora de movilizar e influir en las masas. La amenaza aparece en relación a una emoción concreta, a saber: el miedo, que se puede transformar en un peligro en sí mismo. El rasgo distintivo de las masas es que están bajo el influjo de procesos de contagio.
Facebook y Twiter pueden emplearse como herramientas de disrupción o incluso de violencia, puesto que poseen la capacidad de desestabilizar y sembrar pavor. Las herramientas como los coches o las plataformas de las redes sociales se subvierten y transforman en armas sencillamente porque eso se puede hacer.
Los fenómenos conocidos como “noticias falsas” o “posverdad” en realidad son meros síntomas de que los debates se aceleran hasta tal punto que sobre estos solo cabe formarse juicios superficiales, donde lo irreal influye casi tanto como lo real.
Es evidente que el lenguaje se está utilizando como arma. Los símbolos no verbales y los medios, que apuntan directamente a nuestras emociones,-las que describimos como pertenecientes a nuestra mente pero que en realidad emanan de nuestro cuerpo- cobran mayor importancia en la lucha por movilizar y controlar a la gente. El conocimiento y las técnicas que inicialmente se requerían para la guerra son ahora característicos de la vida cotidiana de la población civil.
La metáfora de la guerra creo es útil para que despertemos a la nueva realidad humana y nos percatemos que el estado de pasividad que estamos viviendo puede ser transformado una vez que somos conscientes de la unicidad del cuerpo biológico humano (y cómo se está destruyendo) y que tenemos un sistema nervioso de información global que nos permite detectar los cambios y reaccionar a gran velocidad.
Si comprendemos que a partir de ahora viviremos en un estado de militarización de la conciencia, ya que no de nuestros cuerpos (en nuestras sociedades todavía no es tan evidente como ya se ve en China y Moscú) podemos asumir una mentalidad guerrera, que brinda, además de unas tecnologías y estrategias agresivas, por encima de todo, velocidad de respuesta.
Cuando yo los he llamado a un Ayuno Informático es porque la agresión de los ataques de lenguaje está siendo muy intensa. He extraído la propuesta del Ayuno Informático de la tradición ascética de fin de la Edad Media, donde se vivía, como hoy, la experiencia colectiva del contagio: la lepra (esa vez transmitida por los armadillos al hombre).
No obstante que en la década de 1960 se hicieron afirmaciones por los científicos y expertos sanitarios como que “parece razonable anticipar que de aquí a un tiempo prudente, unos cien años, todas las grandes infecciones habrán desaparecido”, estamos viviendo en la constancia milenaria de las infecciones masivas.
Los seres humanos no somos más que islas en un archipiélago de enfermedad, y esto se quería olvidar.
Se creyó que las pandemias eran cosas del pasado, pero estamos viviendo otra realidad y en la metáfora de la guerra (que ojalá lo fuera) habita en su interior otra semilla metafórica: la epidemia. El rumbo actual va desde la guerra metafórica o de la cuasi guerra a la guerra literal.
La época de las infecciones, que comenzó con los primeros granjeros, duró diez milenios y casi todos los agentes de las enfermedades tienen parientes entre los animales, salvajes o domésticos. A menudo la entrada en los humanos coincidió con un cambio en nuestra relación con dichos animales: cuando los granjeros empezaron a cultivar el terreno o se erigieron las primeras ciudades, o cuando hoy en día la gente muda a territorios otrora vírgenes y vuela en masa por todo el mundo.
La historia de las epidemias es vasta: la lepra, la peste bubónica, la sífilis, la gripe española…por ahora baste decir que la epidemia actual fue transmitida, como otros muchos virus letales, como la rabia y el ébola, por los murciélagos.
Uno de cada cinco mamíferos es murciélago y la destrucción de los bosques ha propiciado que los animales se acerquen más a los pueblos y ciudades. Se sabe que los murciélagos de la fruta pueden volar tres mil kilómetros.
Son por lo tanto varios elementos que debemos tener en cuenta en esta reflexión: la pandemia está asociada a las características del Antropoceno y es consecuencia directa de la acción humana que ha propiciado el cambio climático.
Hay autores que son fríamente puntuales (Jonh Gray): el calentamiento global, efecto secundario del aumento de conocimiento, no puede ser detenido por el avance científico. Utilizando la ciencia, los humanos pueden adaptarse mejor a los cambios que se avecinan. No pueden detener el cambio climático que han puesto en movimiento.
Los pensadores tenemos un gran reto, pues las cuestiones que están en juego son existenciales.
La irrupción de la naturaleza en cuanto a ejemplo de “violencia lenta” es una guerra de todos contra todos que espejea la naturaleza biológica del virus, pues las redes sociales es un estilo de comunicación “de varios emisores a varios receptores” en que la información se mueve como un virus y se comporta idénticamente a los contagios biológicos.
La irrupción de la naturaleza en cuanto a fuerza violenta en la política exige una respuesta práctica.
Como reacción de emergencia he aducido el Ayuno Informático como medida de hurtarnos individualmente y familiarmente al miedo, que paraliza cualquier otra reacción. Un autor (William Davies) propone que al igual que en situaciones de “guerra total”, la tarea consiste en coordinar expertos y aficionados para que encaminen sus esfuerzos hacia unos fines compartidos. Una ciencia ciudadana o un periodismo ciudadano.
Un amigo me dice, con razón, que no se trata de meter a un hoyo la cabeza (solamente).
El reto de enderezar una relación violenta y rápidamente autodestructiva con el medioambiente es de la mayor importancia. Quien quiera que se enfrente a esta tarea, si no lo hace el Ejército actual, deberá tener muchos rasgos de éste.
En este sentido debemos asumir que contamos con este sistema nervioso que es el lenguaje en Red.
Un pensador que asoma a nuestra actualidad desde la sabiduría del siglo XX (Habermas) ha dicho que los fundamentos de una sociedad no pueden proceder de un más allá metafísico –religioso, político o económico, agrego yo: científico- sino en el lenguaje que comparten los ciudadanos.
Voy a poner un ejemplo: Aunque estoy permanentemente en Ayuno Informático, me asomo a veces a las noticias que me sitúan en whtsApp. Y me encuentro este artículo de un “analista” de El Universal: “Yo no soy epidemiólogo, pero según se ve los datos que aporta el sistema están siempre atrás de la realidad de infectados, así que no nos fiemos más que en el número de muertos para saber lo que nos separa del barranco”.
A eso me refiero cuando digo que se está utilizando el lenguaje como un arma, (otro caso: Un locutor: “Me da un gran placer estar con ustedes e informarles que el número de muertos en Nueva York llegó a mil”).
Aquí es oportuno citar a un militar: “Lo que cuenta no es la verdad sino lo que la gente piensa de la verdad”. (Napoleón).
William Davis considera necesaria una contraofensiva informativa. Y esto sólo será posible cuando se asuma la trascendencia de los acontecimientos que nos han encapsulado y nos hacen dependientes de este lenguaje.
La ciencia de la emoción es, potencialmente, una herramienta de control político, pues tiende un puente entre nuestra vida “externa” y la “íntima”. Las técnicas de detección emocional representan una amenaza para la privacidad cuando compañías como Facebook son capaces de rastrear el comportamiento social en busca de indicios sobre cómo se siente la gente.
Es un paradigma específico del conocimiento que ya no se trata la mente como si fuera un medio para representar el mundo. En lugar de esto el conocimiento se trueca en un arma con la que actuar no sólo en el mundo, sino también en las mentes de los demás.
Las plataformas de redes sociales, en especial Facebook, hacen lo mismo que las financieras que titulan los préstamos, vendiéndolos a futuro. Las relaciones de confianza y amistad, de las que las personas dependen y extraen bienestar, se convierten en una base para la vigilancia y, por ende, la publicidad. Los lazos que nos conectan con las demás personas están “titulizados” y se venden a anunciantes o propagandistas políticos. Facebook es una sorprendente máquina de compromiso creada expresamente. Pero sólo obtiene los resultados que obtiene porque previamente existen unos lazos de compromiso y cuidado que nos unen, además de nuestras más egocéntricas ansías de figurar. Al introducirse él mismo en nuestra vida social cotidiana –y cada vez más en nuestra vida política- Facebook ha alcanzado una clase única de poder global. Las financieras y Facebook son dos casos de “conversión en armas” de las instituciones cotidianas y las promesas de la vida cotidiana.
Lo digital, lo emocional y lo atmosférico son las fuerzas que están operando a nivel global en el nuevo estado de guerra.
Pero me interesa no solamente hacer un análisis teórico, histórico o científico, sino redactar proposiciones prácticas que nos conduzcan día a día en un proceso totalmente incierto.
De esta manera los llamo, en principio, a hacer interiormente varios reconocimientos:
-Que por primera vez emerge la conciencia planetaria de que somos un solo cuerpo biológico.
-Que la pandemia actual es la primera experiencia corporal global del Antropoceno y está asociada al cambio climático provocado por la destrucción de los entornos naturales.
-Que es una guerra no entre estados nacionales sino entre el poder financiero e industrial global que se expresa a su vez en las políticas de los gobiernos locales en contra de la vida humana, animal y orgánica de los habitantes de las ciudades y el campo, cuyas víctimas son, en esta ocasión, los enfermos y muertos por el virus que incluye a miembros de los propios consorcios y monopolios.
-Que la Nueva Guerra tiene entre sus armas el lenguaje cibernético para el control y explotación de la mente y las emociones de las masas.
– Que es necesario concebir una contra ofensiva informativa que incluya varias acciones: limitar la reproducción de fake news y true news por igual en las plataformas, con el fin de ir separando nuestras vidas íntimas de la agresiva circulación del lenguaje producido para la expoliación de la conciencia.
– Propiciar la circulación en lenguaje textual de la creación de los pensadores avanzados.
-Que el Ayuno Informático y la regulación en el tiempo de uso de las redes y los medios de información es una estrategia válida para la protección de la conciencia individual, familiar y comunitaria drenada constantemente por la atención que dedicamos a dichos canales.
Bibliografia:
Estados nerviosos. William Davies. Sextopiso. 2019
Ciencia y creencia. Steve Jones. Turner Noema. 2015
La comisión para la inmortalización. John Gray. Sextopiso. 2014