Quizá el alma inmortal sea ese instante
frágil, preciso, breve, cuando tintinean
los vasos en algún viejo disco de jazz.
Joan Margarit.

Con la misma eficiencia con la que se propaga un virus, el jazz, desde sus primeros días ha encontrado la manera de esparcirse por todo el mundo. Con la misma capacidad que tiene un virus de replicarse en el organismo que invade, el jazz ha sabido, desde siempre, adaptarse a la cultura de la que toma posesión y reproducirse dentro de ella. A diferencia del SARS-CoV-2, que en en un lapso muy breve ha puesto de cabeza al mundo, el jazz se ha tomado su tiempo, pero a semejanza de éste, se ha prodigado por el planeta en tres fases: en la primera fue de casos importados, las bandas estadounidenses viajaban por el mundo. La segunda fue de dispersión comunitaria, el jazz logró inocularse en las células musicales de las culturas de los pueblos que visitaba y reproducirse en ellas. La tercera fase, la del contagio masivo en todo el planeta, inició formalmente en noviembre de 2011, cuando la Conferencia General de la Unesco, mediante la proclamación del 30 de abril como Día Internacional del Jazz puso un broche áureo a la propuesta que hizo Herbie Hancock tras ser nombrado Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO para la Promoción del Diálogo Intercultural.

«El jazz se ha convertido en una forma artística internacional que evoluciona a medida que viaja por el mundo —argumentó Hancock en el proyecto—, tomando prestado lo mejor de otras naciones y regiones para enriquecerse. Reacio a toda definición, el jazz habla muchas lenguas y se ha vuelto una fuerza unificadora para sus seguidores, sin distinción de raza, religión, origen étnico o nacional. En el 100º Congreso de los Estados Unidos, el jazz fue declarado ‹tesoro estadounidense excepcional y valioso›, pero hoy en día pertenece a todo el mundo».

El organismo internacional acompañó la declaración del Día Internacional del Jazz con una serie de postulados:

  • El jazz rompe barreras y crea oportunidades para la comprensión mutua y la tolerancia.
  • El jazz es una forma de libertad de expresión.
  • El jazz simboliza la unidad y la paz.
  • El jazz reduce las tensiones entre los individuos, los grupos y las comunidades.
  • El jazz fomenta la igualdad de género.
  • El jazz refuerza el papel que juega la juventud en el cambio social.
  • El jazz promueve la innovación artística, la improvisación y la integración de músicas tradicionales en las formas musicales modernas.
  • El jazz estimula el diálogo intercultural y facilita la integración de jóvenes marginados.

En la primera edición, celebrada el 30 de abril de 2012, las figuras más importantes del jazz participaron en conciertos que se llevaron a cabo en la Sede de la Unesco, en París; en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, y en la cuna del jazz, la Congo Square de Nueva Orleans. A partir de entonces, se ha realizado a lo largo del mundo; la edición de este año estaba programada para celebrarse en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, y otros lugares del planeta, ante las circunstancias que ha impuesto la pandemia, el Día Internacional del Jazz 2020, informa la Unesco, «tendrá lugar en línea y será organizado por Herbie Hancock. La pieza central del día será un concierto global virtual con artistas de todo el mundo, transmitido en vivo por jazzday.com. El concierto comenzará a las 15h00 hora del este de los EE. UU. (19:00 UTC) y contará con actuaciones de Marcus Miller, Lang Lang, Charlie Puth, Cécile McLorin Salvant, John McLaughlin, Dianne Reeves, Dee Dee Bridgewater, Sibongile Khumalo, Alune Wade, John Beasley, Ben Williams, Lizz Wright, John Scofield, Igor Butman, Evgeny Pobozhiy, Youn Sun Nah, A Bu, Jane Monheit y Joey DeFrancesco, entre otros.

«Antes del Concierto Global virtual, habrá una serie gratuita de clases magistrales educativas, actividades para niños y debates a través de una conferencia web con educadores de renombre y artistas de jazz, transmitidos en vivo a través de jazzday.com».

Las medidas que se han tomado para aplanar la curva de contagio del SARS-CoV-2, surten el efecto contrario con el jazz: si usamos cubrebocas, ante la dificultad para hablar nos pondremos a escuchar jazz; si nos quedamos en casa, tendremos mucho tiempo para escuchar esta música y hablar o leer sobre ella; si estamos con una de esas compañías que nos incitan al ejercicio desaforado de los cálidos instintos, con una copa de vino en la mano y una balada de jazz en el fondo, pero en medio de nosotros dos está Susana Distancia como un Dios, en lugar de cabalgar con enjundia los briosos animales que nos arrastran, tendremos que escuchar minuciosamente la música que está en el fondo y disertar sobre sus efectos y nuestros afectos; y ante la tentación de tentar, no nos quedará sino lavarnos muy bien las manos. Con todo esto, lejos de aplanarse, la curva del jazz se prolongará exponencialmente por los siglos de los siglos.

Hace unos años escribí un soneto para este día, hoy lo reitero:

Por ese culto efímero al sonido
con que sabe llegar hasta la esencia.
Por hurgar en la oscura transparencia
en búsqueda afanosa del sentido.

Porque sus notas son cristal bruñido,
imagen de cordura y de demencia.
Por lograr que la ausencia y la presencia
cohabiten un instante en el oído.

Por esparcir en todos los rincones
la utopía, la esperanza, la paz.
Por ser hilo que une a las naciones

con un sonido terco, pertinaz,
que no tiene porqué ni condiciones;
hoy se celebra en todo el mundo al jazz.

 

 

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