Los veracruzanos ya nos acostumbramos a que cada vez que escuchamos las palabras “deuda pública”, nos remitimos forzosamente a la corrupción hecha metástasis, al enriquecimiento insultante de unos cuantos políticos y al empeño del futuro de al menos dos generaciones.

En sólo dos décadas, Veracruz pasó de no deberle a nadie, a arrastrar una deuda pública cercana a los 50 mil millones de pesos  -poco menos de la mitad de todo su presupuesto anual- sin que esto se haya reflejado en infraestructura o financiamiento para el desarrollo. Todo este tiempo, las grandes obras se han hecho con dinero federal; acá todo se fue en mansiones y política. La burra no era arisca sino que la hicieron a deudas.

Para ponerlo en perspectiva: un trabajador que gana 10 mil pesos al mes, debe a sus tarjetas de crédito algo así como 50 mil pesos. Sus compromisos en casa –renta, alimentación, escuelas y uniformes, ropa y servicios (luz y agua) apenas le deja para hacer los pagos mínimos al banco. Pero resulta que un mal día, uno de sus hijos se enferma de gravedad y tiene que ser intervenido quirúrgicamente. Y no tiene dinero suficiente ni para las medicinas.

Las únicas opciones que tiene son pedir prestado a familiares –a los cuales ya les debe bastante-, pagar las consultas y los medicamentos en meses sin intereses, o hacer un esfuerzo para liquidar la deuda de una de sus tarjetas y con eso poder disponer de una línea de crédito mayor y tomar un nuevo préstamo. A menos que se saque la rifa del avión presidencial, no tiene otro camino que endeudarse.

En el fondo, la macroeconomía y la economía doméstica no son tan diferentes. A veces sólo cambian los actores y los montos, pero la lógica del dinero sigue siendo la misma.

A finales de marzo, el ex secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, advirtió sobre las graves consecuencias económicas que tendrá el Covid-19 en México. Su pronóstico fue una caída anual del PIB del 6.3% -la misma del error de diciembre de Salinas- y desmintió los escenarios en que el gobierno contaba con recursos suficientes para hacer frente a la inminente recesión que viviremos los próximos meses.

El primer responsable de la Hacienda morenista con López Obrador aseguró entonces que al  contrario de lo que opinan “los cuatroteístas”, un déficit público (o un incremento de la deuda pública) “no es siempre malo”. La razón, explica Urzúa, es que el gobierno de un país debe siempre adoptar una política de gasto contracíclica: ahorrar mucho en las bonanzas económicas y gastar mucho durante las crisis. Dicho de manera coloquial: ahorrar durante la época de las vacas gordas para poder sobrevivir en la época de las vacas flacas.

Algo parecido pasó en Veracruz. Si bien estamos muy lejos de vivir épocas de vacas gordas, durante el último año hubo orden en las finanzas y se pudo generar un ahorro financiero, con lo que se buscó reducir en tres mil millones de pesos el monto de la deuda pública. Sería la primera vez en 16 años que daríamos un pago de tal magnitud.

Sin embargo, llegó la pandemia y los planes cambiaron. Si bien el gobierno –al menos así lo ha dicho- tiene recursos suficientes para hacer frente al Covid19 desde la parte de la salud, la crisis que se avecina podría paralizar la actividad económica del estado, y en consecuencia, el gobierno debe endeudarse para aliviar a su hijo enfermo.

Hasta ahora, Veracruz ha perdido más de 10 mil empleos formales y seguramente una cantidad muy superior de trabajos informales que no se contabilizan en el IMSS. Será muy difícil recuperarlos todos pero habrá que empezar por evitar que más pequeñas empresas y cientos de comercios cierren. Ellos harán lo mismo: endeudarse para sobrevivir.

Aún contra el atavismo ideológico del Presidente, Veracruz sí explora la posibilidad de adquirir deuda para amortiguar el golpe seco de la recesión y poder reactivar la economía del estado. En sentido estricto, no existe otra vía que no sea la deuda, como lo explicó Urzúa; tendrá que ser deuda de largo plazo, pero sobre todo, que tenga un destino claro y específico. Para eso sirvió precisamente realizar un pago adelantando y mejorar la calidad crediticia del estado. Son tiempos de vacas flacas.

Con infinitamente menos recursos que el gobierno federal, Veracruz busca alternativas. En Sefiplan ya analizan los montos, los bancos, las tasas y los programas a los que serán destinados. Nadie enjuiciará al gobierno por adquirir deudas para salvar empleos y empresas; el juicio vendría sólo con un endeudamiento sin apoyos, lo que sería un verdadero suicidio.

Las del estribo…

  1. Ayer reapareció David Velasco. Pese a su inocultable interés electoral, sus palabras no dejan de ser un reflejo de lo que está pasando: “Con preocupación, lo comento como empresario, vemos una economía reprimida, con muchos problemas, con mucho desempleo y con mucha inseguridad”. También se refirió a la parálisis económica que ya vive la ciudad y dijo que el problema también radica en que generalmente una entidad que es insegura o violenta deja de ser atractiva para la inversión. Y después del Covid19 será muy poca. La carrera por la alcaldía empieza a calentarse aún en medio de la pandemia.
  2. Ahora resulta que quieren sancionar al servidor público que filtró –una semana después- la información sobre el contagio de Irma Eréndira Sandoval, Secretaria de la Función Pública, pero no se señala ninguna responsabilidad a la funcionaria que tres días antes sostuvo varias reuniones sin ninguna medida de protección. Así se las gastan en la 4T.