Con o sin cambio climático, con o sin Covid-19, la contaminación del aire es un factor que modula y exacerba la presencia de virus, expresó Carlos Welsh Rodríguez, investigador del Centro de Ciencias de la Tierra (CCT) de la Universidad Veracruzana (UV), al impartir la videoconferencia “Covid-19, clima y aire”.
El lunes 20 de abril, el especialista en asuntos en cambio climático e impulsor de proyectos sobre cambio climático y salud, participó en el Seminario Internacional “Integración de lo ambiental en las políticas de recuperación tras el Covid-19”, organizado por el cuerpo académico (CA) Gestión y Políticas Públicas Ambientales, del cual es integrante.
Welsh Rodríguez señaló que la contaminación del aire representa un importante riesgo medioambiental para la salud, de ahí la necesidad de empezar a monitorearlo para así disminuir esta afectación relacionada con la alta morbilidad de padecimientos como: accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón, neumopatías crónicas y agudas, entre ellas el asma.
Dicha contaminación es generada por la presencia de partículas suspendidas o del ozono ubicado al nivel del suelo que hay en las grandes ciudades.
“Mediante la disminución de los niveles de contaminación del aire, los países pueden reducir esta carga de morbilidad.”
En este sentido, el representante ante el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de la red temática “Desastres asociados a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos”, planteó la interrogante de hasta qué punto lograrán las políticas públicas o las personas imponer un cambio en los modelos de consumo energético y de crecimiento.
Con base en datos satelitales, redes oficiales e investigaciones publicadas, detalló cómo la alta tasa de mortalidad por Covid-19 se relaciona con la contaminación del aire de grandes ciudades, tanto de China, Europa y Estados Unidos.
Destacó que hace 20 años, cuando se emitió el primer informe sobre cambio climático y salud humana, se tenía claro que había una relación directa entre la salud pública y algunas variables meteorológicas y climatológicas, y que esto debía ser la base de gestación de nuevas políticas públicas y normas con relación al aire que respiramos.
Así, iniciaron algunos estudios para evidenciar los efectos de algunos contaminantes sobre la salud humana, en especial las partículas, el ozono y su desencadenante: los óxidos de nitrógeno.
Posteriormente, empezaron a estudiarse algunas variables y también se determinó que las temperaturas extremas tenían una relación directa con las enfermedades virales, y que la contaminación atmosférica local era un factor modulador en la presencia de estos padecimientos.
Es decir, cuando había una alta contaminación se multiplicaban los casos y la carga de morbilidad aumentaba. Además, notaron el incremento exponencial de enfermedades transmitidas por vector.
En 2003 se trató de estudiar o de relacionar de manera directa una posible causa–efecto del cambio climático con la salud. “Tiene 17 años que lo habíamos detectado y se había dicho que debían monitorearse las variables meteorológicas porque era un efecto modulador”.
Carlos Welsh dio a conocer que, dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se especificaron los temas a considerar que influyen en la salud tales como: densidad poblacional, urbanización, infraestructura para la salud pública, desarrollo económico y tecnológico, condiciones ambientales.
Menciona también la población de riesgo donde se incluyen a niños, residentes ancianos e inmunocomprometidos. En este caso, los dos últimos grupos citados son los más vulnerables ante esta pandemia.
Durante la ponencia, hizo visible la participación de la UV en la reunión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde algunas instituciones de educación superior presentaron sus planes de cumplimiento de objetivos.
Ahí, se dijo que el 55 por ciento de la humanidad vive hoy en día en ciudades y se prevé que esta cifra aumentará a 70 por ciento para 2030; asimismo, que la rápida urbanización ejerce presión sobre los suministros de agua dulce y residuales, el entorno de vida y la salud pública.
Con diapositivas, dio a conocer que desde 2016, el 90 por ciento de los habitantes de las ciudades respiraba aire que no cumplía con las normas de seguridad establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que provocó un total de 4.2 millones de muertes debido a la contaminación atmosférica.
Asimismo, más de la mitad de la población urbana mundial estuvo expuesta a niveles de contaminación del aire, al menos 2.5 veces más altos que el estándar de seguridad.
Por lo anterior, Carlos Welsh lamentó que en el mundo existan pocas redes de monitoreo de calidad del aire con la eficiencia y calidad para obtener datos certeros.
En el caso de México, funciona la Red de Monitoreo de Calidad de Aire de Monterrey, Guadalajara, Ciudad de México, y quizás haya algunas estaciones más, pero no hay suficiente información sobre la calidad del aire que respiramos.
“Hay una necesidad fundamental de empezar a monitorearlo, la contaminación del aire representa un importante riesgo medioambiental para la salud.”
Cuanto más bajos sean los niveles de contaminación del aire, mejor será la salud cardiovascular y respiratoria de la población, tanto a largo como a corto plazo, puntualizó.
Durante la ponencia, destacó la participación de Ana Cecilia Travieso Bello y Tania García López, investigadoras de la UV e integrantes del CA.
UV/Claudia Peralta
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