Es posible que aún en medio de una de las peores crisis petroleras de la historia –motivada por la caída en el consumo del hidrocarburo a causa de la parálisis de la sociedad mundial-, el Presidente y su Secretaría de Energía Rocío Nahle sigan sin entender lo que está pasando y crean que, en efecto, los países petroleros “aplaudieron” su insensatez de negarse al acuerdo propuesto por la OPEP.

Festinar que el gobierno de México se haya salido con la suya de mantener casi intacta su producción de petróleo fue un logro político efímero que sólo mostró su ignorancia y falta de sentido común. Nada salió como se esperaba. Hoy cuesta más un galón de gasolina que un barril de petróleo, los países no saben qué hacer con los excedentes, Arabia Saudita se ha adueñado de los mercados que tenía México y los bonos de Pemex tienen un valor “basura” en términos bursátiles. Eso sin contar el compromiso que se hizo con Estados Unidos que resultó en un verdadero timo.

Este lunes, el precio del petróleo cayó, literalmente, a cero dólares por barril. Por primera vez en su historia, el petróleo de México y Estados Unidos cotizó “en número negativos”. Esto significa que el petróleo está tan barato que los productores están pagando a los almacenistas para que les quiten los barriles de las manos.

Los expertos explican que un “precio negativo” significa que quien produce o tiene un bien le paga a otro para que se lo lleve. En economía, es un concepto que normalmente se asocia a la disposición y almacenamiento de desechos nucleares o de basura. Esto se debe a que la capacidad de almacenamiento de petróleo está muy cerca de sus límites y podría ser sobrepasada en poco tiempo de persistir el exceso de oferta. En este escenario, México insiste en mantener su producción.

Tal vez el Presidente lo entienda en términos tabasqueños: tienes una finca de plátano pero hay toneladas en el mercado que nadie compra y se están echando a perder. La cosecha está lista, pero los compradores ofrecen sólo un peso por kilo, no obstante que los cortadores cobran dos pesos por el corte y embalaje para su venta. Entonces, en lugar de vender la cosecha de plátano, el productor regala al intermediario –en este caso, los almacenistas- para que lo corte y se lo lleve. Así evitará que se pudra y eche a perder la tierra. Eso está pasando con el petróleo.

El problema de Estados Unidos, como lo dijo Trump cuando anunció el acuerdo con México –en el que nuestro país compensará por no haber recibido absolutamente nada a cambio-, es que tienen tanto petróleo que ya no tienen donde almacenarlo. Por eso aceptó gustoso la oferta de dejar de producir en lugar de México, en un mercado donde no hay compradores.

Por eso es que la posición de México resultó menos que absurda. Más allá de los atavismos políticos que representa el petróleo y que el presupuesto nacional depende estrechamente de mantener una producción, el gobierno no ha entendido que no hay compradores para el petróleo que tenemos. Si México no baja su producción, nos pasará lo mismo que en Estados Unidos: no tendremos donde almacenarlo y tendremos que pagar porque se lo lleven, como si fuera una penca de plátanos.

Por ello, la afamada victoria de la OPEP fue un timo. Aunque México mantenga su producción no podrá mantener sus ingresos porque no hay quien le compre; de hecho, no hay siquiera donde almacenarlo porque literalmente los países nadan en petróleo por la baja en el consumo industrial, el transporte y los servicios en todo el mundo.

Y si a la incompetencia sumamos que el valor de Pemex se ha degrado a “basura” en términos bursátiles, tendremos la peor crisis desde su expropiación. En diciembre pasado, la empresa contaba con 3 mil 200 millones de dólares en efectivo; actualmente tiene 8 mil 900 millones de dólares en líneas de crédito revolventes que representa más deuda para el país.

Pemex es manejada bajo el criterio político del gobierno. Mientras las principales petroleras del mundo recortan proyectos de inversión, revisan la rentabilidad de cada pozo y disminuyen costos operativos ante la caída en el consumo de petróleo y gasolina, Pemex defiende a toda costa sus exportaciones de crudo, aprueba nuevos proyectos de exploración y se aferra a la nueva refinería de Dos Bocas.

El rescate de Pemex saldrá más caro al país que cualquier otro Fobaproa. Y si el argumento es que se justifica porque se trata de una empresa del Estado, entonces preparémonos para una larga crisis social y económica.

Las del estribo…

1.    Cuando llegó la nueva administración morenista, lo primero que se metieron a revisar fueron las nóminas para correr a los adversarios y hacerse de las plazas para los familiares, amigos, aliados y socios. ¿En verdad alguien cree en la candidez del Secretario de Educación cuando asegura que investigará a fondo a los agiotistas disfrazados de financieras que dejaban sin sueldo a miles de maestros? Las denuncias quedarán en el mismo cajón que las otras tantas que ha anunciado con bombo y platillo. La falsa indignación no lo exime de responsabilidad.

2.    La gente no cree en la pandemia principalmente por la disputa política entre las autoridades. Mientras gobiernos opositores llaman al aislamiento obligado, amenazando incluso con sanciones, los mandatarios afines al Presidente flexibilizan el “Quédate en casa” y se hacen de la vista gorda. La disputa vendrá después, cuando tengan que cargar el cadáver político que nos deje el Covid-19. La verdadera pandemia en México son y han sido sus gobernantes.