Las crisis económicas en México no las han pagado ni los más ricos, ni los más pobres. Tampoco las ha pagado el gobierno. Las hemos pagado la clase media con nuestros impuestos y nuestro trabajo.
Los millones de pobres, resultado de un modelo económico que genera riqueza pero no la distribuye, no tienen nada que aportar a la crisis salvo el beneficio individual de los programas sociales; los ricos en cambio, esperan ser rescatados mediante lo mismo: el subsidio del gobierno. Quien no tiene alternativa es la clase media, a quien se le exigen impuestos, se le niegan apoyos y se tiene que someter a la voracidad de la banca y el crédito.
La clase media no tiene programas sociales porque no “son pobres”; considerar que 70 y más, jóvenes construyendo el futuro, becas escolares o comedores comunitarios son para ellos es un error. Son programas para población vulnerable, no para la clase media. En ellos no están los maestros, ni los médicos o los policías; tampoco están quienes trabajan en los bancos, en las tiendas departamentales, las agencias de autos o son dueños de pequeños negocios.
Esta clase media tampoco ha gozado jamás de rescates financieros porque no son dueños de empresas. Lo poco que tenía se lo quitaron: las estancias infantiles, apoyo a la vivienda, inclusión digital y apoyo a la comercialización por citar algunos.
Así que cuando la feligresía cuatroteísta asume que la clase media está a favor del rescate de los millonarios de este país, entonces quiere decir que no han entendido nada o están en el ocioso limbo burocrático, en su nueva e inesperada zona de confort que sólo les exige una defensa a ultranza del régimen.
Para explicarlo, recupero un texto imperdible de un usuario de Facebook, Germán Vergara:
“El odio que mucha gente de clase media y alta en México siente por AMLO viene del hecho de que por primera vez en décadas no son la prioridad retórica y administrativa de un presidente. Ni siquiera es porque en verdad haya afectado sus intereses. De hecho, como muestra su decisión inicial de usar la austeridad para pagar por programas sociales en lugar de subirles los impuestos masivamente a los ricos, los ha tratado con demasiada consideración. Pero ya es hora de que abandone la austeridad y de que obligue a los ricos a pagar más impuestos.”
“Sobre todo ahora con la devastación económica y social que va a producir la pandemia. Los ricos se han beneficiado durante décadas de la generosidad gubernamental. Es hora de que paguen lo que les corresponde.”
“Para los que están acostumbrados al privilegio, la impunidad y el trato preferencial por parte de la presidencia, la simple ausencia del último los hace aullar de ira y proferir amenazas a diestra y siniestra. Si lo van a odiar de todos modos, que al menos lo odien por pagar más impuestos.”
Eso es lo que queremos todos. Que se terminen los privilegios y que se proteja a quien verdaderamente produce riqueza, que no son los pobres ni los ricos, por supuesto. Que los privilegios de ayer no se conciertan en las clientelas electorales de hoy.
López Obrador ha visto por los pobres; pero también lo ha hecho por los muy ricos, al menos por quienes son sus amigos y socios en su proyecto de gobierno; quienes ha resultado el verdadero adversario involuntario del gobierno es la clase media, a la que ha quitado todos los beneficios institucionales, so pretexto de un combate a la corrupción que aún persiste.
Cómo creer en las buenas intenciones del presidente cuando uno de los principales deudores del Fisco, Ricardo Salinas Pliego con 32 mil millones de pesos, se beneficia de la complicidad; no sólo no paga su adeudo, sino que en compensación, recibe contratos millonarios para asegurar bienes del gobierno por la vía de la SEP, cuyo titular Esteban Moctezuma, hasta antes del inicio del gobierno era el Presidente de Fundación Azteca. Es un paria como todos.
La riqueza del país no tiene su origen en la fortuna de los grandes empresarios. A la economía nacional no lo sostienen los mercados financieros, ni los bancos; tampoco se sostiene en la tecnología o el crecimiento de las empresas –grandes o pequeñas-; la economía la sostiene la gente que sale a trabajar todos los días, la clase media. Hoy miles han perdido lo único que tenían: su empleo.
La clase media no quiere ningún beneficio. Quiere conservar su trabajo, quiere tarifas justas por los servicios que presta el gobierno –agua, luz, gasolina-, quiere que su dinero no se utilice sólo para rescatar a ricos y pobres. Que haya buenas carreteras, hospitales, escuelas y que mejore la seguridad. No quieren dinero como los demás. Pero eso ningún gobierno no entiende.
Esa es la razón por la que buena parte de la clase media aborrece al Presidente, de la misma forma en que aborreció a los gobiernos anteriores hasta que los echó del poder.
Las del estribo…
- Si a México le fue requetebién en la negociación con la OPEP –como asegura el Presidente- eso está por verse. Estados Unidos venderá muy caro un favor a cambio de nada: según Trump ya no tenía donde almacenar su petróleo, así que la propuesta de México le cayó como anillo al dedo (AMLO dixit). El precio: comercio, migración, seguridad, la soberanía, pues.
- El Covid-19 nos plantea la «supervivencia del más apto» y nos regresa a la teoría evolutiva de Charles Darwin y el darwinismo social, como una descripción alternativa de la selección natural. Hoy serán los médicos quienes decidan quien vive y quien no.