Esta vez no dejaron que hubiera apapacho paternalista, ni tuvieron que escuchar el clásico discurso plagado de retórica zalamera del gobernador en turno. Esta vez miles de mujeres xalapeñas tomaron las calles para alzar la voz como nunca lo habían hecho en la capital veracruzana “porque estamos indignadas, iracundas y hasta la madre de ser golpeadas, secuestradas, violadas, asesinadas y desaparecidas” me dijo Paula, estudiante universitaria que iba a la vanguardia de la gigantesca marcha, vestida de negro y con un pañuelo verde al cuello.
Esta vez no dejaron que hablaran las estadísticas que cada año y por estas fechas dan a conocer el número de desaparecidas y cruelmente asesinadas. Esta vez fueron ellas las que llevaron la voz cantante y la exigencia de ¡Ni una menos!, en una entidad donde se han cometido 35 feminicidios en los dos meses y nueve días de este 2020.
Lo que exigen es que el gobierno les diga ya, ahora, cuándo y cómo van a terminar los ataques que sufren todos los días.
Pero el gobierno estatal calló y el federal recurrió a la retórica zalamera: “La violencia contra las niñas y las mujeres no es compatible con la 4T” dijo el Presidente López Obrador en Fresnillo y prometió que terminará con los crímenes de odio y el feminicidio.
Si por siglos las mujeres callaron, en esta ocasión se pitorrearon de las promesas presidenciales en las redes sociales. Por comentarios como ese es por lo que salieron a protestar por miles en Xalapa y por cientos de miles en el interior del País. Porque están hartas de los discursos de compromiso.
En Xalapa, la convocatoria surtió efecto y antes de las tres de la tarde colmaron la explanada del Teatro del Estado y se organizaron en los carriles de la avenida Ávila Camacho. “Ahora sí se juntaron todas las clases sociales mi buen”, me dijo la reportera Livia Díaz que cubría la manifestación.
Y en efecto. Lo mismo llegaron mujeres pobres que ricas a tomarse de la mano con universitarias y jovencitas de prepa y secundaria. Eso sin contar con las mujeres que son esposas, maestras, obreras, campesinas. Y las madres, tías, sobrinas e hijas de las asesinadas a las que las manifestantes les dijeron: “Somos el grito de las que ya no tienen voz”.
¿Cómo llegaron? Como pudieron. Algunas en grupos o solas. Como la tía de Nora Liz López Saldívar, que llegó sola a la manifestación llevando una pancarta con la foto de su sobrina, una chica de 23 años y de mirada serena que desapareció el 12 de noviembre del año anterior. A la foto con los datos de la joven, su tía agregó esta leyenda: NO SE OLVIDEN DE MI.
Y no, quienes marcharon no olvidan a Nora Liz, ni a las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas en este país donde cada día violan y embarazan a 30 niñas en promedio y donde ser mujer es una actividad extrema.
A partir de ayer domingo y hoy lunes, los machos mexicanos tendrán que inhibir sus desplantes porque ya colmaron el plato. No imagino en una reunión donde haya mujeres, a un émulo de Pedro Infante gritando a todo pulmón “Ay trompudas, si me muero quién las besa” sin que reciba mínimo, un rosario de mentadas de madre.
En el caso del gobierno de la 4T, López Obrador debe dejar de lado su conservadurismo y su machismo del siglo XIX y buscar, junto con los inútiles que tiene en su equipo de seguridad, las alternativas necesarias para acabar con los ataques a las mujeres, no como una concesión para ellas, sino porque así lo mandata la Constitución que tanto dice respetar y porque es una de sus muchas obligaciones.
A partir de ayer domingo y de hoy lunes, las mujeres se convirtieron en un gigantesco conglomerado con una fuerza bárbara que lo hará ver su suerte si pretende darles atole con el dedo.
De la marcha de este domingo, me quedo con la frase de unas mujeres indígenas que se encontraban sentadas cerca de la entrada de Palacio de Gobierno tejiendo bolsas que ofrecían a los paseantes. Cuando vieron que las manifestantes llegaron coreando consignas, una de ellas dijo. “¡Ora sí cabrones, se les va a acabar…!”. Y hasta ahí dejó la frase.
Y en efecto. Ora sí, cabrones… se les va a acabar.