“No manejo bien el tema financiero, espero no haberlos enredado más”, balbuceó el director general de Pemex, Octavio Romero Oropeza, durante su comparecencia en la Cámara de Diputados en octubre pasado.

No mentía. Petróleos Mexicanos (Pemex) registró pérdidas por 346 mil 135 millones de pesos durante 2019, un aumento de 92 por ciento respecto a las pérdidas de un año antes, según la información reportada a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) el jueves pasado. Sus pérdidas crecieron casi al doble en un año.

¿Sabrá Romero Oropeza de cuánto estamos hablando? Pongámoslo así: las pérdidas de Pemex durante el año pasado equivalen a construir dos veces el aeropuerto de Texcoco, cuatro veces la Refinería de Dos Bocas -considerando su costo original, el real será mucho mayor-; 240 veces la rifa del avión presidencial, o más de 400 kilómetros del transporte colectivo metro en la CDMX, suficientes para conectar a la capital del país con el puerto de Veracruz.

Eso seguramente no lo sabe. Nacido en Jalapa, Tabasco hace 61 años, el actual director de Pemex se graduó como ingeniero Agrónomo por el Colegio Superior de Agricultura Tropical de Cárdenas de aquel estado. Su experiencia en el sector petrolero se reduce a la toma de pozos al lado de Andrés Manuel López Obrador. Pemex naufraga entre la corrupción de Emilio Lozoya y la ineptitud de Romero Oropeza.

En aquella comparecencia, ajeno e ignorante de la crisis de la empresa, el director de Pemex planteó el mismo argumento lopezobradorista para justificar su obsesión por construir una refinería en su tierra: había que detener el declive de la producción y desarrollar al menos 20 nuevos campos de explotación. Pero todo sucedió al revés.

La Comisión Nacional de Hidrocarburos reportó que la producción promedio de petróleo en el 2019 fue 7% menor que la del 2018, y, a pesar de que ésta se recuperó ligeramente en enero del 2020, quedó por debajo de la meta establecida en los Criterios de Política Económica del gobierno morenista.

Los mismos resultados revelaron que hay una caída sistemática de los campos petroleros y que el plan de producción de Pemex que buscaba explotar 40 campos prioritarios, no se ejecutó; es más, sólo cuatro resultaron productivos. Y aunque siguen apareciendo nuevos yacimientos –como el localizado en la Cuenca del Sureste en la costa de México, entre Veracruz y Tabasco apenas hace un par de semanas-, la ignorancia y la ineptitud han paralizado a la empresa.

Según los especialistas, el problema no es la falta de financiamiento. En 2019 Pemex pagó 34% menos impuestos y derechos al gobierno federal, además, recibió 160 mil millones de pesos en aportaciones extraordinarias del Ejecutivo.

El problema es de administración: un año antes, la petrolera nacional tuvo pérdidas por 180 mil 419 millones de pesos; en el primer año del gobierno de Morena, la petrolera superó esta cifra negativa en 165 mil 716 millones de pesos, a pesar de pagar menos impuestos y obtener más recursos. Los dos factores que provocaron las pérdidas fueron una baja en las ventas internas –lo que comprueba que el problema del huachicol sigue presente- y menor volumen en el crudo vendido al extranjero.

Los países están apostando a energías renovables mientras aquí seguimos apostando todo al petróleo y al carbón.

El año pasado, los ingresos de la petrolera también disminuyeron. Mientras que 2019 reportó ingresos totales por un billón 403 mil millones de pesos, en 2018 este monto fue de un billón 681 millones de pesos; se trata de una reducción de 16 por ciento. Es la tormenta perfecta.

La detención y el encarcelamiento de Emilio Lozoya podrá explicar la enorme corrupción al interior de Pemex y el por qué la productividad y la salud financiera de la petrolera tocaron fondo durante el sexenio de Peña Nieto. Durante los años en que Lozoya Austin dirigió Petróleos Mexicanos, la producción de crudo de las seis refinerías de la petrolera cayó 24 por ciento.

Cifras oficiales indican que en los últimos 27 años, la productividad de las refinerías de Pemex decayó: menos 52 por ciento en la producción de crudo mexicano, y menos 34 por ciento en la producción de petrolíferos.

Por supuesto que López Obrador recibió una empresa saqueada, endeudada, burocrática y poco eficiente. Poner a un ingeniero agrónomo al frente de Pemex fue una decisión que ha costado mucho dinero al país, pero sobre todo, al gobierno.

El amiguismo, la ineptitud y la misma corrupción que se vivió en el pasado serán el huevo que termine devorando a la serpiente de la cuarta transformación.

Las del estribo…

  1. Hace mucho que un secretario de Finanzas no se reunía con integrantes del Consejo Coordinador Empresarial; sabían que habría reclamos por los viejos adeudos y por la falta de inversión. Ayer lo hizo José Luis Lima Franco acompañado de Enrique Nachón. Los esquemas para saldar deudas y el anuncio de adelantar procesos de licitación para dinamizar la economía del Estado cayeron bien en un sector golpeado y ninguneado. Es un primer paso para recuperar la confianza. La presencia y la fuerza del secretario se multiplican.
  2. Llegó la hora cero. A manera de despedida, el diputado Erick Iván Aguilar López dio ayer una conferencia de prensa en el que dijo que “si cae” por decisión del pleno del Congreso, pasará lo mismo con la oposición en Veracruz. ¿A cuál oposición de refiere?, porque ha desfilado por casi todas. Hay dos cosas ciertas: cuenta con un gran arraigo popular pero hasta ahora sólo ha visto por sus intereses y eso es precisamente lo que le van a cobrar.