Como comenté ayer, parece que febrero tiene algo contra los jazzistas, en diferentes años, se ha llevado a muchos. En la entrega pasada, hablé de Sergio «el Picos» Martínez, Eugenio Toussaint, Enrique Nery y Alci Rebolledo; la de hoy está dedicada a tres que murieron en 2017, año especialmente depredador del gremio: Al Jarreau, el 12; Mili Bermejo, el 21; Fernando Toussaint, el 24; y al recientemente fallecido Lyle Mays. Y aunque no fue en febrero, también recuerdo a dos grandes que murieron a principios de este año: Claudio Roditi y Jimmy Heath.

Al Jarreau, sanador

El día de su muerte, domingo 12 de febrero de 2017, en la página web de Al Jarreau apareció una nota sin firma:
«Hace unos días, se me pidió que describiera a Al a alguien que sabía de su éxito, pero no lo conocía como persona. Respondí con esto: Su segunda prioridad en la vida era la música. No había una tercera. Su primera prioridad, muy por delante de la otra, era sanar o reconfortar a cualquiera que lo necesitara. Ya fuera por dolor emocional o malestar físico o cualquier otra causa de sufrimiento, necesitaba poner nuestras mentes a gusto y nuestros corazones en reposo. Necesitaba ver una sonrisa cálida y afirmativa donde no la había habido antes. El canto era solo su herramienta para hacer que eso sucediera».
Unos días después, su hijo comentó que el día anterior a su muerte lo encontró cantándole Moonlighting, su primer gran éxito, a una enfermera. Cumplida su misión terrena, Al Jarreau seguirá cantándonos, apaciguándonos y sanando nuestros desasosiegos con esa voz que ahora es luz de luna.

No te decimos adiós;
porque seguirá sonando,
porque seguirá sanando,
seguirá viva tu voz.
En cada suceso atroz
siempre brotará de alguna
insospechada tribuna
—cual bálsamo redivivo—
un hálito curativo:
tu voz, Al, de luz de luna.

 

Mili Bermejo, corazón abierto

En una entrevista publicada en La Jornada, Mili Bermejo declaró: «(El jazz) es una música provocadora, requiere pensar. La música que la gente escucha en general es una masa comercial que no provoca nada y que duerme. Pero cuando la gente no tiene prejuicios y no sabe de jazz y te escucha, lo hace con el corazón abierto»

Música provocadora
que nos incita a pensar
fue para ti, Mili, hogar,
llamarada inspiradora
para ser predicadora
del canto puro y liberto.
En tu último concierto
a una estrella te mudaste;
te fuiste, mas nos dejaste
con el corazón abierto.

 

Fernando Toussaint

¿Qué diablos tendrá febrero
contra la gente del jazz?,
¿se la lleva nada más
por un gusto chocarrero,
por un afán embustero,
porque anda de muy mal genio
o porque tiene un convenio
con algún ente nefando?
Hoy que te tocó, Fernando,
seguro estás con Eugenio.

Seguro estás con Eugenio,
con Enrique y tantos más,
seguramente algún jazz
te esperaba en el proscenio
y con mucho swing e ingenio
fuiste para allá volando.
Seguro estás disfrutando
de una jam con esa banda
que toca tanda tras tanda;
seguro estás bien, Fernando.

Seguro estás bien, Fernando
pues quien cumple su deber
no va a desaparecer
de la memoria, y cuando
de esta vida esté marchando
llevará en su equipaje,
con orgullo, el mensaje
que le vino a dar al mundo.
Ve, Fernando, a lo profundo,
todo está bien, muy buen viaje.

 

Lyle Mays, espíritu vivo

Tras la muerte de Lyle Mays, el baterista mexicano Antonio Sánchez —quien convivió ampliamente con él en la banda de Pat Metheny—, escribió en Facebook:
«Escucharlo tocar esos increíbles acordes y melodías noche tras noche fue un regalo increíble. Esta es una inmensa pérdida que deja un vacío enorme debido a la singularidad de Lyle. Simplemente no hay y nunca habrá nadie como él. Gracias amigo mío (…). Que tengas un buen viaje y estaremos seguros de mantener tu espíritu vivo aquí abajo».

A lo largo de un teclado
vive la felicidad
pues ahí está la humanidad
y todo lo que ha creado,
y si un ser iluminado
sin aparente motivo
celebra un ritual votivo
que sacuda cuerpo y mente,
como Lyle, eternamente,
tendrá el espíritu vivo.

 

Dos alientos en el cielo

Y aunque no fue en febrero, el inicio de este año también se llevó dos grandes jazzistas. Con solo un día de diferencia, murieron Claudio Roditi, el 18 de enero, y Jimmy Heath, el 19. También a ellos los recordamos.

Dos alientos se elevaron
sonando —casi en unísono—
un sonido tan grandísono
que los dos se embelesaron
y ya nunca aterrizaron.
Por ahí se oye decir
que en lo alto del cenit,
en la nubes más distantes
hay dos nuevos habitantes:
Claudio Roditi y Jimmy Heath

 

 

ver también:
Febrero, mes antijazzero I | Sergio Martínez, Eugenio Toussaint , Enrique Nery y Alci Rebolledo

 

 

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