Hace algunos años, Édgar Dorantes me comentó:

«Yo siempre he tenido algo muy claro: las cosas están en donde están. Si quieres ver a los leones, tienes que ir a África; si quieres ver a los tiburones, tienes que ir al mar; si quieres ver a los grandes intérpretes de música clásica, tienes que ir a Alemania, a Polonia, a esos países; si quieres escuchar son jarocho, tienes que ir a Tlacotalpan, y si quieres escuchar jazz, tienes que ir a Nueva York, y punto, no hay más, así es y es muy bonito eso.

Se enteró de un curso que iba a dar Kenny Barron en San Francisco, California, y, siguiendo esa lógica, fue a San Francisco. «Esa fue una semana feliz para mí —continuó— porque, además, tomé clases de ensambles con Buster Williams. Fue una delicia, imagínate, nos contaba la historia de cuando estuvo con Miles, de cuando tuvo que suplir, durante un mes, a Ron Carter, qué experiencia. Ese curso fue precioso, yo regresé a Xalapa muy entusiasmado».

Ya había probado las mieles de la convivencia con los leones en el corazón la selva e iba por más, en el año 2000 se fue a estudiar una maestría en música a la Universidad del Norte de Texas. Regresó tres años después, justo en el momento en el que la Facultad de Música había abierto una convocatoria para presentar examen de oposición. Concursó y ganó la plaza. Sobre ese momento, me dijo:

«Al entrar a la Facultad de Música, en 2003, lo primero que me encontré es que, aunque estaba contratado como maestro de Jazz, no podía dar clases de jazz; querían que diera clases de solfeo y les dije: con todo respeto, creo que me pueden aprovechar mucho mejor. Entonces me pusieron a dar clases de Música de Cámara, de Orquesta Sinfónica y de Composición.

«Después de un año cedieron un poco y me dijeron que no podían cambiar de nombre a las materias, no podían inventar otra carrera, pero que me daban chance de dar los contenidos de jazz; entonces, en la materia de Música de Cámara, enseñaba ensambles de jazz; en la de Orquesta Sinfónica, abrí una big band, y en la de Composición Clásica, daba clases de arreglos y composición, y teoría del jazz (…)

«Cuando llegué a la Facultad, había una de esas generaciones en la que coinciden chavos muy talentosos que estaban muy interesados en el jazz y no encontraban una opción dentro de la Facultad, entre ellos estaban: Emiliano Coronel —que tenía 13 años—, su hermano Vladimir, Guillermo Barrón, Yauri Hernández —que estaba apenas iniciando con la batería—, Alonso Blanco, Alberto Jiménez, Nissiel Ceballos, Alejandro Bustos, Arturo Caraza, Tonatiuh Vázquez, Gustavo Bureau, Mauricio Franco; quizá se me pase alguno (…)

«Al mismo tiempo, varios músicos me buscaron para que diera clases de jazz de manera particular, entonces abrí un curso en La Tasca y acudieron entre 60 y 80 personas. En esa época había como un boom, como una necesidad fuerte de aprender más, porque las únicas opciones que había eran o música clásica o tocar en las bodas, entonces, además de La Tasca, abrí las puertas de mis clases en la Facultad de Música y se llenaban. Tenía alumnos de la Facultad, músicos de la Sinfónica, de la Orquesta de Música Popular, músicos de son jarocho, músicos de pastel [así se le dice a los grupos que amenizan fiestas], y todos, lo que buscaban era información; querían ser mejores para hacer su música y sabían que el jazz te da una muy buena oportunidad porque el proceso creativo del jazz se trata de eso, de manejar la mayor cantidad de elementos musicales que sea posible y de manejarlos de miles de maneras distintas para que puedas improvisar la música que tú quieras. Muchos músicos ven en el jazz esas herramientas y tienen razón porque con el jazz, o aprendes o no aprendes, no hay de otra (…)

«Llegó un momento en que yo ya no les podía dar clases; no podía darle clases de guitarra a Beto Jiménez, ni de contrabajo a Emiliano Coronel, ni de batería a Vladimir Coronel, no podía (…) En 2007 fui a ver al rector [Raúl Arias] y le expliqué que desde el 2003 había un gran movimiento y que una escuela de jazz tendría un éxito asegurado (…)

«Recibí el apoyo del rector y hablé con un amigo mío que tenía una casa destruida; en dos meses la reconstruyó y la rentó la Universidad para que fuera la casa de JazzUV. Cuando la recibimos no había quien limpiara baños, ni quien limpiara ventanas, ni quien barriera, no teníamos nada. No teníamos empleados y yo tampoco quería tener un empleado que me dijera yo no lavo el baño de mujeres, porque ese no me toca; mi idea de JazzUV fue crearla en otro ambiente, yo pensaba que tenía que ser otro tipo de escuela, en la que la música debía ser lo más importante, a mí no me interesaba nada de lo demás, no quería que nada estorbara a la música.

«El Departamento de Difusión Cultural nos dio un montón de pupitres que le sobraban, las bodegas de la UV nos dieron las cosas que ya no utilizan las facultades, fuimos por ellas y algo que nunca se me va a olvidar es que entre todos las arreglamos, las pintamos, lavamos baños, limpiamos vidrios; todos esos chavos y yo nos metimos a trabajar muy duro en la casa, fue increíble.

«Cuando se hicieron las primeras inscripciones, yo había ido a tocar de solista a la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes; me habló Miguelito [Cruz] y me dijo:
—Ya van 120, ¿qué hacemos?
—Ya párale porque no tenemos maestros con qué cubrir eso.

«Yo tenía autorización para contratar a tres maestros y llamé a Agustín Bernal, Gabriel Puentes y Rey David porque sé quiénes son: tres excelentes músicos de jazz que nos podían ayudar. Ya no había chance para más, necesitábamos un profesor de guitarra, otro de saxofón, pero ya no alcanzaba. Entonces, además de ellos tres, Miguelito, que ya era Licenciado en Percusiones y es un excelente percusionista de música latina y música africana, se quedó a ayudarme con eso. Aleph [Castañeda] también me apoyó muchísimo con pláticas; él no dio clases al principio porque estaba Agustín.

«Agustín, Rey David y Gabriel venían cada 15 días, el resto del tiempo yo tenía que dar las clases, entonces me empezaron a ayudar los alumnos de esa generación; ellos todavía estaban aprendiendo, pero la verdad es que son muy brillantes. Empezaron a dar clases Aleph Castañeda, Emiliano Coronel —que apenas tenía 16 años—, Gustavo Bureau, Vladimir Coronel, todos ellos. Al segundo año entró Rudyck Vidal, también un personaje importante en la escena. El chiste es que los alumnos de esta generación terminaron siendo los profesores base de JazzUV».

Este es el origen de una larga y fructífera historia que, doce años después, ha sido determinante para que Xalapa sea un referente indiscutible del jazz mexicano. El primer día de clases en JazzUV fue el 18 de febrero de 2008, el martes se cumplirán doce años y para celebrarlo, JazzUV ha organizado un concierto en que participarán, como ya es tradición, docentes y alumnos destacados, aglutinados en tres agrupaciones: Eurojazz, grupo dirigido por Jakub Dedina; el grupo de Alan Mac Gregor y el Trío Hilaris. El concierto será el martes 18 de febrero, a las ocho de la noche, en el Teatro J. J. Herrera. La entrada, por supuesto, será gratuita. No falten.

 



 

 

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