El 4 de febrero del 2011 la periodista Carmen Aristegui presentó la noticia sobre una manta que diputados del PT exhibieron en la tribuna de San Lázaro, en la que se referían explícitamente a la adicción al alcoholismo que padecía el presidente Felipe Calderón, lo que dio origen a su bien ganada fama de catarrín.
Después de presentar la nota, muy a su estilo, Aristegui hizo varios comentarios al aire: «Pongámosle atención al asunto y dejemos la pregunta abierta: ¿Tiene o no problemas de alcoholismo el Presidente de la República?», preguntó y reflexionó sobre el interés público que tiene la salud de los mandatarios en las democracias.
La reflexión de Aristegui cobra plena vigencia: sí debe ser de interés público la salud de los Presidentes en México. Yo agregaría, no sólo la salud física sino también la salud mental de alguien cuyas decisiones tiene una incidencia directa en la vida de millones de personas.
No es la primera vez que se aborda el tema de la salud mental del Presidente. Hace cuatro meses exactamente, el propio López Obrador dio a conocer que el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) recibió una solicitud donde exigían una constancia psiquiátrica suya; además de esta prueba, el mandatario dijo que también pidieron otros datos relacionados con su salud en general.
Como siempre, el Presidente utilizó un par de frases para salirse por la tangente y descalificar al solicitante. La prueba nunca se realizó, o al menos, nunca se hizo público su resultado.
El tema cobra plena vigencia en un momento en que el país se encuentra en una situación sumamente preocupante en lo económico, de altísimo riesgo en materia de inseguridad y con una creciente polarización social. Sin embargo, como los niños pequeños, el Presidente pareciera ignorar los riesgos reales como consecuencia de una falta de desarrollo neurológico, aunque en su caso las razones serían otras.
Sus obsesiones recurrentes incluso más allá de toda lógica, la proclividad a mentir a sabiendas que no será sancionado ni siquiera por la opinión pública y su megalomanía incontrolable han sido tema de análisis de especialistas.
Luego de la farsa de la venta del avión presidencial, en la que deliberadamente mintió todos estos meses, se sabe de su intención de vender todos los edificios que ocupan las embajadas que México tiene diseminadas por el mundo. ¿En verdad el país está frente al cataclismo económico o simplemente la irresponsabilidad presidencial no tiene límites?
López Obrador reafirma su convicción de que el gobierno es de su peculio personal, y por tanto, puede vender el avión, las embajadas o lo que se le ocurra para salvar el pellejo. Y además, que no necesita salir de su reino para interactuar con el resto de los países del mundo. Por tanto, no necesita de la política exterior, y si no necesita de la política exterior, tampoco de las embajadas.
El jueves pasado, el Diplomático y escritor Enrique Berruga Filloy -representante Permanente de México ante la ONU de 2003 a 2007, embajador de México desde 1995 y ex Subsecretario para América del Norte- alertó sobre la nueva y gravísima ocurrencia presidencial. Confirmó que efectivamente la Secretaría de Hacienda analiza su intención de vender las embajadas de México.
Aporta datos que seguramente el Presidente ignora: “para la importancia y el tamaño de país que somos, México es un país con muchos consulados y muy pocas embajadas. El grueso de los recursos nacionales en política exterior se destina a la atención de nuestras comunidades en el extranjero. Nuestras misiones diplomáticas apenas cubren la tercera parte de los países miembros de la ONU. Brasil o Cuba tienen el doble de embajadas que México.”
Y asegura que si el objetivo primordial es ahorrar, todo saldrá al revés de lo deseado. “Por las convenciones internacionales, las embajadas y residencias de México no pagan impuestos al gobierno del país receptor y, al ser propiedad del Estado mexicano, no le pagan renta a nadie. Si se venden, necesariamente tendrá que rentarse algún otro inmueble para albergar nuestras representaciones diplomáticas”.
De hecho, explica, al erario público le convendría más que en los países donde México rente espacios diplomáticos, se busque comprarlos para pagar una hipoteca, en vez de tirar el dinero en rentas mensuales que nunca serán recuperados en el patrimonio de la nación.” Al igual que el avión presidencial, la ocurrencia nos saldrá más cara que las albóndigas.
La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que no lo está, mientras yo sé que lo estoy, dijo alguna vez Salvador Dalí.
Las del estribo…
- El anuncio que hizo el Gobernador sobre el trabajo comunitario que realizarán diputados y funcionarios en fines de semana suena más bien a una estrategia de actos anticipados de campaña al amparo del cargo público. De nada sirve llevarlos a las comunidades si el titular de SIOP no construye caminos, el de SEDARPA no ejerce el Presupuesto o la de Turismo no promueve a Veracruz. Habrá que ver si el INE y el OPLE se tragan el cuento.
- Y en el culebrón sobre el divorcio de Karime y Javier, dicen los que saben que fue real; que la solicitud de divorcio por parte de ella obedeció a Tress razones que han seguido al ex gobernador hasta su reclusión. Amor del bueno, pues.