Ana Gloria Gutiérrez García, investigadora del Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana (UV), compartió los beneficios de uno de sus trabajos de investigación que inciden en entender por qué ciertos comportamientos se generan, sobre todo en la conducta de defensa y reacción.
Se trata de un estudio que ha desarrollado por alrededor de 20 años, basado en el análisis de ciertas sustancias que son volátiles y están presentes en la orina de las ratas, la cual se conoce como 2-heptanona.
“Nosotros determinamos cómo ciertas sustancias que tienen propiedades de alarma pueden detonar ansiedad en los sujetos que las perciben, que son de naturaleza volátil a través del sistema olfativo.”
Explicó que las ratas la liberan cuando se encuentran en una situación de emergencia o miedo, y de esta forma alertan que hay un peligro inminente.
Con base en la conducta de defensa y reacción, lo que se pretende saber es cómo el cerebro detona todas estas estrategias conductuales que permiten que el animal sobreviva ante una situación de alarma que le indican otros miembros de la especie. “Esto lo hacen a través de mensajes en la orina liberada al entorno”.
De esta manera los organismos la perciben, se alertan, resguardan y protegen, agregó la investigadora con estudios de Doctorado en Psicología en el área de neurociencias de la conducta por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Es así que el propósito de la investigación ha sido analizar cómo estas estructuras cerebrales permiten que se ejecuten tales estrategias conductuales para sobrevivir ante un estímulo que es relevante en el entorno.
Gutiérrez García comentó que se ha trabajado con estructuras que se sabe modulan las emociones. Una de ellas es la amígdala y sus proyecciones hacia el hipocampo, que es un circuito que media la memoria emocional olfativa.
“De esa manera se ha determinado cómo el circuito se modifica cuando el animal está involucrado en estas estrategias defensivas de supervivencia”; es decir, es un circuito neurobiológico a nivel del cerebro que modula esas estrategias altamente adaptativas y permiten la supervivencia ante situaciones de alerta o alarma.
Asimismo, también se ha ensayado con algunos fármacos que disminuyen la ansiedad; con sustancias que se sabe, los organismos liberan en la naturaleza para alertar a otros o someterlos a situaciones de estrés; y ver cómo esos circuitos neurobiológicos se modifican para entender esa neurobiología de la emoción.
Especificó que si bien estos estudios se han hecho en modelo animal, a través de ellos también se puede visualizar la conducta humana. “Es algo interesante porque todas las estructuras del cerebro que tienen que ver con la emoción están conservadas filogenéticamente”.
Por tanto, la forma en cómo los humanos respondemos ante una situación de alerta o emergencia es muy similar a cómo lo hace la rata u otros organismos, porque esas estructuras están presentes a lo largo de toda la escala filogenética y tienen que ver con la supervivencia de los organismos ante situaciones de alarma.
Ana Gloria Gutiérrez dijo que, dentro de esta línea de investigación enfocada en la neurofarmacología de los trastornos emocionales, se ha tenido producción constante.
De la misma, se han derivado otros proyectos centrados en hallar esos circuitos neurobiológicos que median dichas estrategias conductuales de supervivencia básica de los organismos, ante la percepción de estímulos odoríferos que detonan emergencia e indican que hay peligro en el entorno.
Al referirse a la aportación científica de esta investigación, subrayó que, en el campo de la neuroetología, contribuye a entender el comportamiento pues es importante saber por qué se generan.
“También nos permite conocer qué estructura y circuitos cerebrales están regulando ese tipo de emociones y entender de esa manera el funcionamiento a nivel cerebral”.
Aunque aún falta mucho por entender del funcionamiento del cerebro, compartió el desarrollo de otro estudio sobre sustancias de afinidad que establecen vínculos, en el sentido de cómo la madre reconoce a su bebé, y viceversa, para iniciar la succión y alimentación.
Este trabajo se realizó en humanos donde se determinó qué fluidos biológicos había en la mamá, desde el líquido amniótico, el calostro y la leche.
“Consistió en analizar las sustancias y si podían fungir como sustancias de afinidad”.
UV/Claudia Peralta Vázquez