El 16 de enero del 2017 el entonces gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, dijo en conferencia de prensa que durante el gobierno de Javier Duarte se había dado agua destilada en lugar de quimioterapias a los niños con cáncer.
“Tenemos el resultado de un laboratorio que señaló que el medicamento que se administraba a niños, una quimioterapia, no era realmente un medicamento, sino un compuesto inerte, era agua destilada. Esto nos parece realmente un pecado brutal, un atentado contra la vida de los niños y se está terminando de analizar. En su momento se presentarán las denuncias”, indicó el gobernador.
Y que se arma la gorda.
En ese entonces Javier andaba huyendo de la justicia y los veracruzanos estaban realmente iracundos con el gordo porque los había dejado sin dinero y sin trabajo. Por lo que la acusación de Yunes Linares cayó como tea en pasto seco.
Días después, el 25 de enero, el secretario de Salud federal, José Narro Robles, indicó que no había surgido evidencia alguna sobre esos señalamientos.
Y el 2 de febrero la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), afirmó que no localizó prueba alguna de que se hubieran administrado medicamentos falsos o agua destilada a niños con cáncer en Veracruz.
Cachado en la mentira, Yunes guardó silencio y no volvió a tocar el tema.
Lo que sí hubo sobre todo al final del duartismo, fue desabasto de medicamentos para niños con cáncer y para enfermos de VIH. Y es que al parecer, entre los millones de pesos que se llevaron el señor ex gobernador y su pandilla, iba el dinero para comprar esas medicinas.
De eso ya pasaron más de cuatro años y el desabasto sigue.
Este martes, padres de familia de niños con cáncer que son atendidos en el Centro Estatal de Cancerología, se manifestaron frente a Palacio de Gobierno para exigir que las autoridades de Salud abastezcan de medicamentos a sus hijos.
Los afectados señalaron que el titular de la Secretaría de Salud, Roberto Ramos Alor, no cumplió su promesa de otorgar esos medicamentos y desde hace más de tres meses sus hijos carecen de Vincristina, Doxorrubicina, Citarabicina, Actinomicina indispensables para que las quimioterapias sean completas.
Una mujer que tiene a un hijo con ese problema, dijo que desde el mes de marzo Ramos Alor se comprometió a no fallar con los medicamentos: “En su visita en marzo, llegó con dos carros llenos de medicamentos, pero le dijimos que eso no iba a ser suficiente, y él nos aseguró que nunca iban a faltar las medicinas y ahorita está el desabasto”.
Y por desgracia seguirá.
Nada bueno se puede esperar de un sujeto protagónico, inepto e incapaz como Roberto Ramos Alor, que antes de que terminara el 2019 presumió que gracias a su austeridad republicana, la dependencia a su cargo había ahorrado 600 millones de pesos.
Por falta de ese dinero hubo 40 muertos por dengue y más de 10 mil infectados. Por falta de ese dinero los pacientes con VIH padecen lo indecible, por falta de ese dinero van ocho niños muertos de cáncer y otros mueren poco a poco, ante los ojos y la impotencia de sus padres.
La carencia de medicamentos es un crimen con todas sus letras y alguien debe responder por él.
Una cosa es que el gobierno estatal ahorre y otra que oculte mezquinamente un dinero que no es suyo, sino de los veracruzanos. Y que debería ocuparse en una obligación que está consagrada en la Constitución: velar por la salud de la ciudadanía.
No deja de ser paradójico que un sujeto como Ramos Alor, reprobado en su trabajo por la mayoría de los veracruzanos, siga al frente de una secretaría que le queda muy grande. La ira de decenas de familias que ven cómo se consume la vida de sus seres queridos está latente y puede explotar; aunque no parece importarle porque se sabe apoyado y protegido. Quizá por eso se solaza en seguirle apretando los huevos al tigre.
Nomás que aguas con el felino el día que le suelte el primer zarpazo.