«Ojalá sean ustedes felices,
y todos los niños nazcan sanos,
y los estudiantes aprueben en junio,
y los novios se casen por amor,
y los ancianos mueran en paz. Ojalá»
Almudena Grandes.

 

Cuatro hombres que se integraron de distintas maneras a mi biografía y fueron importantes para mi vida; cuatro que celebraron la llegada del 2019, no llegaron a su final. Cuatro duelos, entre los miles que hubo en el país este año, me tocaron de cerca. Fue triste, cierto, pero me reconforta recordar que los cuatro fueron locos que corretearon sus sueños, los alcanzaron, chapotearon en ellos y muchas veces me salpicaron; qué dicha, no para otra cosa es la vida.

Esos sucesos son inevitables, pero ojalá que el año por venir vayamos a más fiestas que a funerales. Y que haya más gente que muera por enfermedad —como mis cuatro cuates— que por accidentes o por violencia. Y que los buenos ganen miles de batallas. Y que los malos se vayan a la mierda, y entre más malos, más se pudran. Y que todos seamos más justos y más solidarios. Y que la industria de las buenas almas derrote a la industria de las armas. Y que no se termine la tinta de los inventores de historias. Y que veamos más películas en el cine que en los aparatejos electrónicos. Y que visitemos más los teatros, las galerías, las salas de concierto que las redes sociales, por benditas que parezcan. Y que realicemos ese viaje —por modesto que sea el destino— que siempre postergamos porque el dinero nunca alcanza. Y que compremos ese libro que tanto se nos antoja pero al que renunciamos cuando vemos el precio. Y que hagamos esa cena, tantas veces pensada y aplazada, con el único motivo de compartir con nuestros cuates los pequeños logros culinarios. Y que participemos diariamente de la milagrosa multiplicación de los peces y los jazzes. Y que disfrutemos en grande las maravillas, muchas veces inadvertidas, que nos regala el destino a cada rato. Y que no dejemos de soñar en todo el año.

Y, sí, Almudena, ojalá que todos seamos felices, «y todos los niños nazcan sanos, y los estudiantes aprueben en junio, y los novios se casen por amor, y los ancianos mueran en paz». Ojalá —perdón Silvio— que la lluvia no deje de ser milagro que baja por nuestro cuerpo. Ojalá —perdón Silvio— que no pase algo que nos borre de pronto. Ojalá —perdón Silvio— que podamos tocarnos todos, aunque sea en canciones.

Ojalá que todos vivamos intensamente el pedacito que le queda a este año y los trescientos sesenta y seis días del bisiesto que se aproxima. Y ojalá que vuelvan el lunes seis de enero a esta columna que con estos «ojalás» despide al año.

 

 

¡Abrazo fuerte para todos!

¡Salud!

 

 

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