Nadie sabe con precisión cuándo nació Louis Armstrong, en algunas biografías se afirma que fue el 4 de julio de 1900, otras dan como fecha de nacimiento el 4 de agosto de 1901. De lo que no hay duda es de que creció en Nueva Orleans a principios del siglo siglo XX, una época en la que, según afirma el bajista Pops Foster, ‹Nueva Orleans era un gran lío. Muy pocas calles tenían grava y sólo las más importantes estaban empedradas con guijarros; la mayoría no eran más que lodo›; era una ciudad ‹inmunda, húmeda, escandalosa y mal gobernada›.
Por su parte, James Lincoln Collier, en su biografía de Louis Armstrong afirma que creció en «un barrio de desvencijadas casuchas de madera y ‹casas escopeta›… llamadas así porque si se tiraba con una escopeta a la puerta del frente, el disparo podía salir por la puerta trasera sin dar contra nada. En los meses de calor, las calles eran polvorientas y durante las lluvias todo estaba cubierto de lodo. En su mayor parte, los residentes eran negros y las casas estaban atestadas. Las medidas sanitarias resultaban muy primitivas: el retrete solía estar fuera de la casa, el agua se recogía en tanques y tanto el lavado de ropa como el baño se realizaban en tinas ubicadas en los patios traseros (…)
«Se trataba de un barrio extremadamente peligroso y, según Armstrong, se lo conocía como el ‹Campo de Batalla›. Las peleas con cuchillo y pistola eran algo común, y cada tanto alguien caía asesinado. Al igual que en el Storyville negro, el alcoholismo y la drogadicción eran simples hechos de la vida; pero al menos, la zona se encontraba libre de prostitutas. No era en absoluto el vecindario ideal para criar a un niño, pero de todos modos los niños eran criados ahí».
Cuando nació, su padre abandonó la familia y se desentendió de ella. Poco después, su madre lo dejó en manos de su abuela, Josephine, quien se ganaba la vida lavando ropa. Louis creció en la pobreza y desde muy pequeño tuvo que buscar la manera de conseguir dinero. «Al igual que cualquier niño pobre —continúa Lincoln Collier—, Armstrong daba por hecho, incluso de muy joven, que debería hacer cualquier cosa para conseguir dinero: trabajar, estafar, robar. Hasta unos pocos centavos tenían valor. No sólo se trataba de un aporte a los ingresos de la familia; en muchas ocasiones debía obtener dinero para que él y Mamá Lucy [su hermana menor, de la que tuvo que hacerse cargo cuando murió su abuela] pudieran cenar. Louis comenzó vendiendo los periódicos que le cedía un adolescente blanco llamado Charles, quien parece haber sido muy afectuoso con él. Más adelante admitió que también robaba, aunque probablemente se tratase de las pequeñas raterías que cometían muchos niños del ghetto».
Con tales precariedades, por supuesto que nunca tuvo un regalo de cumpleaños [ni siquiera tenía un cumpleaños] ni de Navidad. «Para él —prosigue el biógrafo—, no había fuegos artificiales el 4 de julio, ni bicicletas ni guantes de béisbol. Se sentía agradecido de tener un simple par de zapatos. (Tal vez por todo esto, su música es como la fiesta de cumpleaños de niño)».
En 1942 se casó por cuarta vez. Años más tarde, Lucille Wilson —su última esposa— en una entrevista narró una anécdota conmovedora: unos días después de la boda, que se celebró cerca de la Navidad, se fueron de gira. Mientras él se fue a trabajar, ella salió a comprar un árbol de Navidad, y unas luces, y lo puso en el cuarto del hotel. Cuando Armstrong volvió al hotel y lo vio, quedó extasiado.
«Finalmente —narra Lucille en la entrevista— nos fuimos a la cama. Y Louis seguía tendido en la cama mirando el árbol, como lo haría un bebé… Así que por último le dije. ‹Bueno, ahora voy a apagar las luces del árbol›. Él respondió: ‹No, no las apagues. Necesito seguir mirándolo. Sabes, éste es el primer árbol que he tenido›. Bueno, yo no me había dado cuenta de eso, sabes. Louis tenía cuarenta años, y a mí me parecía que en cuarenta años una persona debía de haber tenido un árbol al menos. Me sentí muy emocionada cuando me dijo eso. Al día siguiente partíamos hacia Kansas City. Yo me figuré que la Navidad había terminado; hoy ya es veintiséis; dejaré el árbol. Entonces Louis me dijo: ‹No, no dejes el árbol; lleva el árbol contigo›. Y me hizo llevarlo de viaje. Antes de desempacar una maleta tenía que instalar ese árbol, su árbol de Navidad. Y cada año he tenido uno para él. Louis no ha estado en casa muchas veces para Navidad, pero siempre que estuvo ha tenido un árbol tan alto como la habitación. Conservé ese primer arbolito hasta después de Año Nuevo, colocándolo cada noche y retirándolo cada mañana, en una docena de hoteles. Y cuando lo bajé por última vez, Louis quería que lo despacharse a casa por correo. Era un árbol de verdad, no uno artificial, y tuve que convencerlo… realmente tuve que convencerlo de que el árbol se secaría».
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