Como desde el primer día de su administración, el Presidente sigue polarizando al país, ahora respecto a la evaluación de su primer año de gobierno. Este domingo, en el aniversario de la llegada de la Cuarta Transformación al poder, fueron muchos los juicios y análisis que se hicieron respecto a la situación que presenta México un año después.
Pero haciendo a un lado la dicotomía entre el obstinado optimismo presidencial frente al iracundo pesimismo de sus adversarios, son los datos –duros y fríos- lo que ayuda a entender un poco el camino que ha seguido el país. Lo cierto, es que López Obrador ha impuesto un estilo personal de gobernar que dista mucho aún de una verdadera transformación del régimen.
En la víspera de la celebración del Zócalo –la nostalgia por el mitin y la plaza pública es algo que el mandatario no ha podido superar-, el propio Presidente resaltó como principales logros de su primer año de gobierno las pensiones a sectores vulnerables, la lucha contra la corrupción, la eliminación de lujos en el gobierno y que no hubo devaluación ni se crearon impuestos nuevos.
Las pensiones a sectores vulnerables han hecho que prácticamente cualquier mexicano tenga acceso a recursos del gobierno sin ninguna responsabilidad de por medio. Desde maternal hasta la universidad, los estudiantes reciben becas; adultos mayores, madres solteras, jóvenes sin estudios y sin empleo, también engrosan la nómina del asistencialismo. Y aunque millones de mexicanos agradecen este subsidio, lo cierto es que el gobierno enfrenta un déficit en áreas estratégicas como la salud, seguridad, infraestructura educativa y medio ambiente.
La corrupción tampoco se acabó por decreto y los lujos en el gobierno continúan, incluso con el aval del Presidente como ha sido el caso del Conacyt y sus chefs con menús sibaritas. No hay forma de saber si el combate a la corrupción ha generado ahorro, porque lo que realmente existe es un gran subejercicio que ha sido inducido para cubrir los programas estrellas del Presidente.
Que no hay devaluación ni se crearon nuevos impuestos es cierto, sin embargo, de muy poco ha servido a una economía que dicho en la lógica oficial lleva tres trimestres de “estancamiento”, pero que no es otra cosa que una recesión que se anunció desde hace meses.
Pero la forma más eficaz de evaluar al gobierno no es seguir la línea discursiva del Presidente sino las decisiones que ha tomado frente a las situaciones de crisis que ha enfrentado en su primer año. Recortar presupuestos y fingir austeridad es cosa de niños frente a los retos que significa gobernar a México.
Por ejemplo, la primera crisis del gobierno fue la batalla contra el Huachicol con dos eventos climáticos: el desabasto de gasolina y la explosión en Tlahuelilpan, Hidalgo. En ambos casos, mucho tuvo que ver la inexperiencia del gobierno; no calcularon los efectos de cerrar válvulas ni la orden al Ejército de no intervenir ante el robo que hacían los pobladores. El problema no se resolvió, pues Pemex enfrenta incluso una caída en sus ventas y sus inventarios.
En el combate a la corrupción, la compra de medicamentos generó una crisis constante por el desbasto en fármacos para atender el cáncer infantil y los tratamientos de pacientes con VIH. El gobierno federal acusó un boicot de los distribuidores de medicinas y terminó comprando en el extranjero las medicinas al mismo precio pero con meses de atraso en la atención.
En materia económica, el Banco de México volvió a ajustar a la baja su pronóstico para la economía, y en su último reporte dijo que las cifras revisadas del PIB revelarán que éste cayó durante tres trimestres consecutivos. Al final del año, es casi seguro que se registre un crecimiento negativo, algo que no se vivía desde la crisis del “error de diciembre” hace más de dos décadas.
López Obrador ha golpeado a los organismos autónomos y ha hecho lo que siempre criticó: volverlas apéndices del gobierno con el nombramiento de personajes alineados a su proyecto, como sucedió en la FGR y la CNDH.
Pero lo peor ha sido la inseguridad. Este año ya es el más violento en la historia del país; con una docena de masacres –dos de ellas en Veracruz- y la capitulación ante los cárteles del narcotráfico, alcanzaremos una cifra récord en ejecuciones, feminicidios y secuestros. En esta materia el país camina sin rumbo.
El Presidente ha tomado malas decisiones; la transformación prometida se quedó atrapada en las conferencias mañaneras. Un año después, el gobierno parece estar en un proceso de cambio pero el país empieza a incubar el retorno de crisis que no veíamos hace años.
Y mientras el morenismo aldeano celebraba en el Zócalo, en Xalapa dos comerciantes eran asesinados a plena luz del día en medio de un tianguis. Es la radiografía más lúcida de lo que pasa en Veracruz.
Las del estribo…
1. Durante su último encuentro con periodistas, Edel Alvarez Peña –quien hoy entregará el cargo de Presidente del Tribunal Superior de Justicia a la magistrada Sofía Martínez Huerta- dijo que no había decidido su reelección pero explicó las razones de su dimisión: a pesar de que no tenía opositor enfrente, el camino era demasiado intrincado para intentarlo. Debía ser ratificado como magistrado para un segundo periodo de cinco años –algo que compete al Congreso y no a los magistrados-, y luego también ser ratificado como Presidente. Edel no mintió, sólo engañó con la verdad.2. A Morena le llevó un año hacerse del gobierno de Veracruz. Luego de sus primeros y múltiples tropiezos –incluido el fallido juicio político en contra de Winckler-, ahora han podido hacerse del control de los Poderes y los organismos autónomos. Desde la Secretaría de Gobierno, quien manda en Veracruz controla el Poder Judicial, el Congreso local, el ORFIS, la Fiscalía General del Estado y el Sistema Anticorrupción con su Fiscalía. Todo lo necesario para blindarse y vengarse. En un año tendrá la única silla que le falta.