Por razones incomprensibles, Miguel Ángel Yunes genera una innegable fascinación lo mismo entre sus aliados que entre sus adversarios acérrimos; si el ex gobernador de Veracruz sigue siendo el centro del debate público en Veracruz es gracias al gobierno y sus voceros, casi de la misma forma en que sucedió durante la administración de Javier Duarte. Morena no ha aprendido nada, acaso sólo a imitar lo que supone le puede generar un beneficio.
Aunque nunca lo reconocerá públicamente –a pesar de que hasta hoy sigue haciendo lo mismo- el artífice de la candidatura y posterior triunfo electoral de Yunes Linares fue precisamente Javier Duarte. En principio, porque durante los dos años previos se dedicó a defenestrar –con o sin argumentos- a quien era entonces sólo un diputado federal. Nadie ayudó más a Yunes que Duarte.
Entonces Miguel Ángel se convirtió en nota de primera plana todos los días; los ataques que recibía incluso en medios nacionales le daban la oportunidad mediática de defenderse –en apego a su derecho de réplica- por lo que gozó de una gran cobertura informativa gratuita, cosa que por el contrario, a Javier Duarte le costaba millones de pesos. Cada ataque recibía una respuesta puntual.
Y entonces Yunes fue la antípoda del duartismo y bastó endilgar un discurso muy básico de anticorrupción –“vamos a meter a Duarte a la cárcel”-, para doblar al gobierno federal y ganar la confianza de los veracruzanos. Con los saldos catastróficos de su administración y la victimización que hizo de él, Duarte le sirvió en charola de plata la gubernatura y su cabeza. Aún hoy desde su encierro no lo entiende.
Llegó el gobierno de Miguel Ángel Yunes con los resultados que todos conocemos. No hubo justicia, sino venganza; una parte de los bienes se recuperaron para sí y no para el erario público y los problemas más importantes de Veracruz –inseguridad, deuda pública, salud y educación-, no se resolvieron.
En algunos casos, sólo agravaron su crisis. Quienes fueron a la cárcel hoy están libres.
El proyecto de impulsar a su hijo a la gubernatura fracasó y entonces la historia volvió al principio. Cuitláhuac y sus voceros se olvidaron de Duarte –lo que reafirmó la leyenda urbana de un pacto político- y enfocaron todas sus baterías en contra de Yunes Linares y sus principales colaboradores. Acusaron corrupción, desvíos millonarios, represión y principalmente, la politización de la justicia a través de la Fiscalía General del Estado, donde Jorge Winckler quedó como una especie de herencia maldita.
Las disputas entre el gobierno y el Fiscal –a quien se atribuía la confabulación para ocultar los desmanes del gobierno anterior- fueron creciendo y convirtieron a Veracruz en un verdadero infierno a causa de la inseguridad. Masacres, secuestros, feminicidios, se convirtieron en la nota nacional de cada día, dejando en la absoluta indefensión a los veracruzanos, en medio de reparto de culpas.
Tras una maniobra planeada y orquestada desde el altiplano, se logró la remoción del fiscal y empezó el acomodo de piezas afines al Secretario de Gobierno, el actual adversario político de Yunes: la Fiscalía del Estado, el ORFIS, la Mesa Directiva del Congreso y hasta el Sistema Estatal Anticorrupción. El objetivo principal es cercar todos los accesos y salidas al ex gobernador.
Y otra vez, en voz del gobierno estatal, Miguel Ángel Yunes se ha convertido en el actor principal del debate público. Desde el Gobernador hasta el funcionario de menor rango repiten la misma frase que Duarte: todo es culpa de Yunes.
Así le endilgaron la herencia de corrupción y violencia a través de su empleado el Fiscal, los saldos de una fallida reestructuración de la deuda pública, una serie de denuncias contra sus funcionarios -ninguno de los cuáles ha sido vinculado a proceso-, el uso electoral de los programas sociales y otros tantos señalamientos que han quedado sólo en declaraciones políticas. “Antes pasaban cosas” peores, ha llegado a justificar Cuitláhuac García en temas delicados de inseguridad.
Como si eso no fuera suficiente, a la luz de hechos recientes de violencia, también se ha iniciado una campaña de linchamiento en contra del alcalde de Veracruz, Fernando Yunes –hijo del ex mandatario- a quien señalan de negligencia en materia de seguridad pública. “Jamás me ha buscado ese muchachito; lo voy a buscar yo” ha dicho en una desafortunada bravuconada el Secretario de Seguridad Pública, quien no ha sabido apagar el incendio de la violencia.
El gobierno morenista operó para que Yunes perdiera la elección interna del PAN, y con ello el control del partido, de las futuras candidaturas y hasta del grupo parlamentario en el Congreso. Pero no contaban con que con sus diputados afines habría de formarles un nuevo grupo parlamentario, mayor incluso que el del PAN; en ninguno de los frentes Yunes está vencido, aunque recientemente haya intentado justificar su violencia verbal en contra del Presidente López Obrador.
Sin duda, Miguel Ángel Yunes les debe mucho a Javier Duarte y a Cuitláhuac García. El primero lo hizo gobernador y el segundo le ha dado el aliento suficiente para seguir aspirando a recuperar el poder en un par de años.
Las del estribo…
- Realmente emotiva la sesión solemne en memoria de Juan Carlos Molina que celebró este jueves el Congreso local. No hubo un orador a quien no se le quebrara la voz en recuerdo del diputado asesinado el sábado pasado. No hay duda que era bien querido. Ahora, al gobierno no bastará culpar al pasado, deberá resolver el crimen si no quiere cargar con el ataúd político como ha sucedido en gobiernos anteriores. El Veracruz profundo puede emerger.
- Por cierto, durante la ceremonia chamaquearon gacho al nuevo Presidente del PAN Joaquín Guzmán. En la ceremonia, los diputados que abandonarían el grupo parlamentario tuvieron la puntada de sacarse una foto con él, quien no imaginaba la asonada que estaba por ocurrir. Repuesto de la sorpresa, intentó convocar a los rebeldes. El palo está dado.