Aisha Corona Aguilar eligió el violín como su instrumento cuando tenía tres años, a los cuatro inició su formación académica musical, a los seis tuvo su primera participación como solista de orquesta, y hoy que tiene 16 ya perdió la cuenta de sus presentaciones públicas, en escenarios nacionales e internacionales.
Pertenece a una familia de músicos estrechamente involucrados con la música clásica y desde bebé ha asistido a conciertos. En entrevista para Universo recordó que su madre tuvo que reposar cuando estaba embarazada de ella, y en consecuencia, optó por dedicar su tiempo a escuchar mucha música clásica. “Siento que desde ese momento traigo el chip”, expresó sonriente.
En un ambiente donde familiares y amistades tocan un instrumento, lo normal para Aisha, a sus dos años de edad, fue elegir el suyo. “Creo que quería tocar flauta, piano, saxofón, chelo, obviamente violín, todo. Entonces me quedé con el violín y le pedí a mis padres que me metieran a clases”.
De acuerdo con dichos de sus padres, a sus tres años Aisha les insistía a diario cuestionándoles si ya la habían inscrito en clases de música y si ya tenían el que sería su violín; pero fue a los cuatro años que ingresó a una academia donde aprendió el método Suzuki.
“Lo más lógico era que yo eligiera el piano –en mi familia son pianistas–, pero quise el violín y siento que es la decisión correcta para mí, por mi fisiología, mis gustos, el repertorio que hay.”
Al cuestionarle a qué se refiere con gustos, precisó que se trata del sonido del instrumento, así como su versatilidad, pues puede ser parte de una orquesta o un ensamble.
Aisha estudió el ciclo infantil en el Instituto Superior de Música y a los 11 años se incorporó a la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana (UV), con el maestro Mikhail Medvid, concertino de la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX).
A los seis años debutó como solista de orquesta, a partir de ese momento se ha presentado en el puerto de Veracruz, Pachuca, Puebla, Aguascalientes, así como en Texas y Virginia, en Estados Unidos. Aunque la han acompañado infinidad de orquestas, compartió de su afinidad con la OSX, con la que ha compartido escenario en ocho ocasiones.
Para ella es claro y determinante que la música que le interesa estudiar es la clásica; no obstante, ha incursionado en el jazz –fue alumna de canto en el Centro de Estudios de Jazz de la UV– y le agrada escuchar rock y el pop acústico.
“El repertorio de música clásica que hay es increíble, toda la tradición de ésta ha sido muy importante y es la que más me gusta, la más completa, compleja, y siempre representa una meta el tocar una pieza que pudiera llegar a ser muy difícil.”
Una claridad más en su vida es el ser solista: “El repertorio me enamora, también la dificultad técnica y emocional de una pieza en donde tú eres el centro y llevas las melodías principales. Creo que el requerimiento técnico es lo que a mí me motiva a montar estas obras de una buena forma, para poder presentarlas al público”, explicó.
Que tocar un instrumento forme parte de nuestras vidas
Aisha también es estudiante de francés. Su talento y dedicación la han llevado, por ejemplo, a cursar estudios en Estados Unidos en tres ocasiones a los 11, 14 y 16 años. Esta última vez fue en 2019 y contó para ello con el apoyo de la Universidad, la cual costeó dos boletos de avión, el primero de ellos para asistir a la Universidad del Norte de Texas.
De las cuestiones por las que disfruta ir a aquel país está el convivir con adolecentes que no necesariamente se dedicarán a la música, pero tienen la tradición y cultura de tocar un instrumento y, por ende, forma parte de sus vidas.
“A mí me gustaría mucho que estas situaciones se dieran en México, porque tristemente aquí no hay un programa de secundaria o de preparatoria que incluya la música como algo serio. Allá todas las preparatorias tienen un programa orquestal, por ejemplo.”
La estudiante del tercer ciclo de la Licenciatura en Música goza de reconocimiento en México y el extranjero, pero también está consciente de que forma parte del reducido círculo de músicos del país que, incluso, es visto como un sector privilegiado que tiene la posibilidad de estudiar, así como vivir de y para la música.
“Me gustaría mucho ver este cambio en el país, porque siento que la música es algo que cambiaría sociedades. Tener el propósito de ser bueno en un instrumento, la música es un motivo de sensibilización para la sociedad; por ejemplo, sería un gran cambio para los jóvenes que no se sienten con un propósito en la vida y en vez de atender sus estudios se van por el camino de las drogas. Siento que sería algo muy bueno.”
Sin embargo, consideró que para lograr un escenario así tendría que haber un apoyo de las autoridades que permitiera auténticos programas de instrucción en la música a los jóvenes, así como un cambio de mentalidad.
A seguir tocando…
Aisha ha recibido varias distinciones por su exitosa trayectoria, el más reciente fue el Premio Nacional de la Juventud 2019, en la categoría “Expresiones artísticas y artes populares”, pero ésta no era la meta, sino la reafirmación de que los desafíos continúan.
Para la ocasión, el Instituto Mexicano de la Juventud expuso: “Desde los cuatro años, Aisha Corona Aguilar se ha entregado al arte. La multipremiada violinista promueve la música clásica entre niñas, niños y jóvenes vulnerables de Xalapa, Veracruz”.
La distinción ha significado para la joven un acicate: “Quiero seguir estudiando mucho, seguir tocando como solista, entrar a concursos. Necesito un mejor instrumento, entonces estoy en la búsqueda de recursos para hacerlo. De igual forma, quiero expandirlo a otros países”.
Hay una obra que Aisha (vocablo de origen árabe que significa “Vida”) ve como un reto en su vida: El concierto para violín y orquesta de Chaikovski, que precisamente tocó el 11 de octubre de 2019 con la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
“Ese concierto es un gran reto y una meta que tuve toda mi vida, es hermoso y muy difícil que incluso a la hora del estreno, el violinista al que se lo compuso (Piotr Ilich) Chaikovski le dijo ‘yo no lo acepto, no lo quiero tocar, no lo puedo tocar, es demasiado difícil’. Al final, lo terminó tocando, pero en un principio fue un reto demasiado grande para él. Y él fue el maestro del violinista Jascha Heifetz, que ha sido uno de los mejores de todos los tiempos.”
Para concluir, aclaró que además de la música también le gusta leer, escribir y pintar. Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, es la novela que citó al preguntarle por preferencias literarias, pues le ayudó en un periodo difícil de su vida ya que el mensaje es de esperanza y siempre hacer mejor las cosas.
UV/Karina de la Paz Reyes