Tras los bloqueos y enfrentamientos suscitados la tarde de este jueves en Culiacán, Sinaloa, ocurridos por la detención de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, el gabinete de Seguridad determinó liberarlo con la anuencia del presidente Andrés Manuel López Obrador. El propio mandatario federal, en conferencia de prensa aseguró que “no se puede apagar el fuego con el fuego. Se decidió proteger la vida de muchas personas y yo estuve de acuerdo con eso, no se trata de masacres. Eso ya se terminó. No puede valer más la captura de un delincuente que las vidas de las personas. Ellos tomaron esa decisión y yo la respaldé”. De esta manera AMLO y compañía, lo que denominan el cartel de la 4T, entregaron el país a los narcotraficantes claudicando en un espectáculo de vergüenza y cobardía que despertó de inmediato la indignación de los mexicanos quienes de diferentes formas han estado enviando muestras de apoyo a nuestro ejército mexicano, humillado y vilipendiado por un señor que asumió el poder pregonando un cambio, pero para mal. Andrés Manuel López Obrador resultó muy valiente para quitar apoyos a mujeres trabajadoras o refugios a las que son violentadas. No le tembló la mano para dejar sin medicamentos a cientos de niños con cáncer. Fue valiente al dejar la educación de los niños en manos de porros violentos de la CNTE. Fue un estratega para declarar sabotaje legal cualquier impedimento legal para construir su capricho de aeropuerto. Tuvo la sangre fría cuando dejó morir a docenas de personas calcinadas en un ducto de gasolina en Tlalhuelilpan. Parece que es valiente y despiadado con los ciudadanos débiles y desarmados, pero con los violentos delincuentes es generoso y pacifico. La paz y tranquilidad de los mexicanos está en manos de sus verdugos.