Hace 1940 años, el 24 de agosto del año 79, durante el brevísimo periodo del emperador Tito (apenas duró dos años, de 79 a 81, pero en Veracruz sabemos bien que una minigubernatura puede ser bastante jugosa), el imponente Monte Vesubio derramó sus secreciones ígneas sobre Pompeya y petrificó alrededor de 2000 de personas.
A principios del siglo XX, una brigada de arqueólogos descubrió dos cuerpos que, además de abrasados, estaban abrazados. En torno a ellos se construyó un mito idílico: se especuló que era una joven pareja que había muerto durante el acto amoroso (válgase el eufemismo) y la involuntaria escultura se conoció como «Los amantes de Pompeya».
Después se supo que eran dos mujeres y se les renombró como «Las dos doncellas». Hace un par de años, mediante pruebas de ADN y otros artificios de los que no entiendo ni el nombre, se rebeló que en realidad se trataba de dos hombres, uno de 18 años y otro de 20. Las mentes cochambrosas echaron a volar su imaginación y no se les ocurrió que era un par de hermanos o de amigos que, ante la inminencia de la muerte, unieron sus cuerpos para enfrentar juntos al terror o al desamparo; se dijo, sin mayores pruebas, que se trataba de una pareja gay.
Nunca sabremos la verdad y no importa, lo trascendente es que el mito de los amantes desató el vuelo de imaginaciones más creativas, las de los poetas. Valga dedicar esta entrega a la recreación de una historia petrificada hace casi dos milenios que ha hecho un par de plumas de altos vuelos, la de la cubana Odette Alonso y la del italomexicano Fabio Morábito.
Los amantes de Pompeya
Odette Alonso
La luna era distinta hace un segundo
te iluminaba
entraba por la hendija como un sorbo.
Moriremos de amor amiga mía
presiento que un tropel desciende de las cumbres
siento su oleada tibia presionando mi espalda.
Moriremos de amor
todos los vientos llegan como una manotada
y yo cubro tu cuerpo lo incorporo
quiero aliviarme en ti.
Hace un segundo la luna era distinta
y no había ese susto en tu mirada.
Algo nos viene encima
ese sordo rumor es un presagio.
Cierra los ojos pronto amiga mía.
Es el amor que llega.
Cuarteto de Pompeya
Fabio Morábito
I
Nos desnudamos tanto
hasta perder el sexo
debajo de la cama,
nos desnudamos tanto
que las moscas juraban
que habíamos muerto.
Te desnudé por dentro,
te desquicié tan hondo
que se extravió mi orgasmo.
Nos desnudamos tanto
que olíamos a quemado,
que cien veces la lava
volvió para escondernos.
II
Me hiciste tanto daño
con tu boca, tus dedos,
me hacías saltar tan alto
que yo era tu estandarte
aunque no hubiera viento.
Me desnudaste tanto
que pronuncié mi nombre
y me dolió la lengua,
los años me dolieron.
Nos desnudamos tanto
que los dioses temblaron,
que cien veces mandaron
las lavas a escondernos.
III
Te frotabas tan rápido
los senos que dos veces
caí en sus remolinos,
movías el culo lento,
en alto, para arrearme
a su negra emboscada,
su mediodía perenne.
Abrías tanto su historia,
gritaba su naufragio…
Nos desnudamos tanto
que no nos conocíamos,
que los dioses mandaron
la lava a reinventarnos.
IV
Te desmentí de cabo
a rabo devolviéndote
a tus primeros actos,
te escudriñé profundo
hasta escuchar la historia
amarga de tu cuerpo,
pues sólo el amor sabe
cómo llegar tan hondo
sin molestar la sangre.
Esa noche la lava
mudó el paisaje en piedra.
Tú y yo fuimos lo único
que se murió de veras.
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