Ayer comenté someramente que Langston Hughes tuvo una relación muy cercana y empática con Latinoamérica y especialmente con México. Su padre, harto del racismo de los Estados Unidos, tras una breve estancia en Cuba estableció su residencia en nuestro país. A los siete años de edad, Langston pasó unos meses con él en México DF. Volvió algunos años después para tratar de convencerlo de que financiara sus estudios universitarios. Su padre se había mudado a Toluca, «tierra de zapatistas —apunta Andrés Henestrosa en Mi amigo Langston Hughes, texto también citado ayer—, a quienes vio más de una vez con las cananas cruzadas en el pecho, el hermano mausser al hombro y el sombrero gigante en la cabeza». Tras graduarse de la escuela, volvió al Estado de México y estuvo ahí más de un año, durante ese tiempo trabajó en un par de escuelas como maestro de inglés.
En esa época, en breves visitas al Distrito Federal conoció a los poetas pertenecientes al grupo sin grupo, los Contemporáneos. Volvió a nuestra tierra tras la muerte de su padre y permaneció un tiempo en el Distrito Federal, en esa estancia se relacionó con intelectuales, escritores y pintores. Fue entonces cuando conoció a Henestrosa, quien en el texto citado afirma:
«Langston Hughes (…) es un amigo y ardiente defensor de México, al que conoce no sólo por algunas visitas, sino porque ha seguido su historia. (…) De estos viajes a México habla en su autobiografía, que eso es su libro El inmenso mar, siempre enternecido de simpatía por nuestro pueblo, por los indios que vienen a ser, en cierta manera, los negros de este país. (…) México, ‹una tierra donde no había blancos que trazaran la línea divisoria del color, ni viviendas donde su familia debiera el alquiler de la vivienda. Montañas, volcanes, sol y cactus: ¡México!›, dice».
Uno de sus poemas alude directamente a nuestra gente:
Mujer en un mercado mexicano
Esta vieja hechicera
Sentada en el piso
Vendiendo su escasa mercancía,
De sol a sol,
Conoce las altas montañas barridas por el viento
Y el sol ha vuelto
Su piel más oscura.
Versión de Mijail Lamas
Pero no todo es negritud ni preocupación social en la poética de Hughes, Juan Romero Vinueza ha traducido un tríptico de poemas dedicado a los sueños.
El guardián de los sueños
Entrégame todos tus sueños,
Tú, soñador
Entrégame todas las melodías de tu corazón,
Para que las pueda envolver
Con un manto de nubes azules
Y estén lejos de las ásperas garras
De este mundo.
Opresión
Ahora los sueños
Ya no están disponibles
Para los soñadores,
Ni las canciones
Para los cantantes.
En algunas tierras
La noche oscura
Y el acero frío
Prevalecen
Pero el sueño
Regresará
Y la canción
Romperá
Su cárcel.
Sueños
Aférrate a los sueños
porque si los sueños mueren
La vida es un pájaro con alas rotas
que no puede volar.
Aférrate a los sueños
porque cuando los sueños se van
La vida es un terreno baldío
congelado por la nieve.
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