Que la ejecución en Tránsito del Estado es un lío de faldas; todo por el amor de una mujer.
–Chopenjawer
La rivalidad entre policías y fuerzas armadas (ya sean militares o navales) no es nueva. Es de años, y también entre marinos y soldados tienen sus propios desencuentros.
En los gobiernos regularmente se acostumbra a colocar a un ex militar o ex marino con rango para hacerse cargo de las tareas de Seguridad Pública, aunque no necesariamente esto signifique que sean expertos en dicha materia.
Me explico: hay mandos de alto rango como generales o almirantes que llegan a hacerse cargo de tareas de seguridad pública, pero no siempre son gente que estuvo a cargo de operativos contra delincuentes o tienen experiencia en las calles para combatir a la delincuencia. Lo que buscan los gobernantes es apantallar con la «charola» de que el encargado de seguridad es un personaje entrenado en técnicas castrenses o navales; le da «renombre» al cargo… pero hasta ahí.
Algunos de estos ocupan cargos como altos mandos policiacos, pero a veces ni siquiera estuvieron en una triste balacera: son gente que proviene de áreas que van desde intendencia, hasta mantenimiento, zapadores, pero nada tienen que ver nada con las cuestiones operativas.
Una época muy marcada sobre este tema fueron los tiempos de Agustín Acosta Lagunes. Cuentan que cuando trajo al Gral. Arturo Acosta Chaparro para «pacificar» al estado, el remedio resultó peor que la medicina, pues el militar que había sido pieza clave en la llamada «Guerra Sucia» de los 70 –combatió a la guerrilla– se trajo a sus huestes y cuates que terminaron por convertirse en un dolor de testículos porque se la pasaban delinquiendo amparados en que eran parte del gobierno.
Veracruz ha tenido particularmente una escuela de policías civiles de carrera que tuvieron gran efectividad sobre todo desde los años 80, cuando comenzaron a «limpiar» el estado de toda esa escoria que llegó con Don Agustín y Acosta Chaparro. Algunos de estos legendarios policías fueron Antonio Pegueros Serrano, Alfonso Lara Montero (ya fallecidos), Jesús Lozano Cayetano (se desconoce si todavía vive), entre otros nombres que escapan a la memoria… Pero con esos tres se forjó una escuela con elementos todavía vigentes.
Es decir, Veracruz en realidad nunca necesitó de militares para tener en control el estado y a veces éstos son los que ocasionan más problemas por su estatus de protección oficial.
(Quizás una excepción a la regla fueron los tiempos de Fernando Gutiérrez Barrios, porque la gran diferencia era que el gobernador sabía mandar, sabía ser jefe policiaco, por toda esa experiencia ya conocida y hartamente documentada. Aun así, hubo conflictos ente los policías de carrera y los militares que trajo Don Fernando, pero éste sabía meter orden y controlaba a todos).
Una anécdota: recién llegados a Xalapa, coincidimos en un taxi de Coatepec con tres militares muy borrachos que iban a un bar de mala muerte; entre su plática decían que estaban «bien parados» con el director de Tránsito de esa época y que además venían a hacer «trabajitos» a Veracruz.
En la película «El Infierno» hay una referencia cultural: cuando el «Beni» quiere hacer plática con el «Sargento» preguntándole de dónde venía, que, si no quería una cerveza, un cigarrito, etc., y éste le responde que no se había salido del Ejército para andar haciendo amistades, sino para hacer «un chingo de lana».
Un ejemplo de lo anterior ocurrió también durante el Alemanismo, donde los policías de carrera llegaron a quejarse de que los mandos militares sólo arribaron a Seguridad Pública a eso: a robar. Facturaban todo a SSP, hasta la ropa que usaban. Eran militares de alto rango, pero algunos encargados del comedor, de intendencia, de mantenimiento, zapadores; generales por nombramiento, pues.
El asunto con los que así llegan de otras partes del país –sin arraigo ni lazos en Veracruz– es que tienen un gran problema de inicio: llegan con compromisos más fuertes, adquiridos fuera de la entidad y los quieren aterrizar aquí, exponiendo a la tropa. Otros de plano llegan a esconderse o a buscar el retiro bajo la recomendación de la cúpula del Ejército o la Marina.
Quizás por eso había un serio riesgo cuando Felipe Calderón sacó al Ejército y a la Marina a las calles: que los elementos «sanos» podrían corromperse agarrando dinero de varios frentes y generando varios compromisos que luego no cumplen. Son «hambre vieja», dicen por ahí.
No obstante, quizás la estrategia de Calderón no era tan errada si tomamos en cuenta que –junto a agencias policiacas de Estados Unidos– realizaban operativos para detener o abatir a jefes de la delincuencia organizada. Muchos de estos «güeros» se coordinaban directamente en operativos con agentes de la PGR y la Marina.
Claro, tampoco los policías son hermanas de la caridad. Ninguno. De ahí que la lógica sea que para que tengas un comandante a cargo de los «robacarros» sea una persona que sepa robar carros; es decir, para cabrón, cabrón y medio… y mucho tiempo fue así, hasta que desmantelaron las fuerzas policiacas civiles (incluido los órganos como el CISEN) y las atiborraron de mandos castrenses y navales.
Y todo el chorizote anterior viene a colación por la reciente revelación de que dos exmilitares que según ya desertaron (pero tienen identificaciones vigentes) y un policía de Seguridad Pública, estuvieron involucrados en la ejecución de una persona justo frente a las oficinas general de Tránsito del Estado, en Xalapa.
Es un hecho inédito, por donde se le vea, pues no se sabe de otro hecho similar donde los participantes en un choque discutan sobre qué van a hacer para saldar cuentas y uno de los involucrados saque una pistola y termine asesinando de varios balazos a su interlocutor, frente a oficinas de gobierno y de un área de seguridad.
Lo grave del asunto (y que hasta el cierre de esta edición no había sido aclarado por SSP) es que los tres involucrados en la ejecución se querían dar a la fuga y cuando fueron detenidos trascendió la versión de que son escoltas del recientemente llegado subsecretario de Operaciones, de nombre Cuauhtémoc Zúñiga Bonilla, capitán de Fragata de Infantería de Marina, originario de Oaxaca… así como el «Sargento» de «El Infierno».
Zúñiga Bonilla también fue coordinador de la Policía Naval en la zona sur, y supuestamente sería uno de los responsables de la estrategia de recuperación de la paz en Coatzacoalcos, ciudad sumida en una grave crisis de inseguridad.
Y por cierto, desde la semana pasada dimos a conocer la versión de que hay una orden muy rara que había salido precisamente del área Operativa de la SSP: que no revisen pipas ni camiones de gas en las carreteras.
¿Pues qué traen?
NOTA PARA PEGAR EN EL REFRI: Veracruz ocupa el primer lugar a nivel nacional en casos confirmados de dengue con mil 46, de acuerdo al boletín epidemiológico número 28 de la Secretaría de Salud de Gobierno Federal. Lo anterior, contrario a lo que el secretario de Salud de Veracruz, Roberto Ramos Alor, aseveró que sólo había 20 casos confirmados de dengue en la entidad y que 130 más se encuentran en análisis en el Laboratorio Estatal de Salud. Lo anterior lo publicó El Heraldo de Veracruz, en nota de Yadhira Paredes. ¡Ningún mosco les embona, de veras, eh!
OTRA NOTA: Que este domingo apareció el cuerpo ejecutado del ex alcalde de Yecuatla, Rogelio Ayala Palomino, mejor conocido como «El Chamaco de Oro». Por la mañana del sábado había trascendido su secuestro y que habían pedido una fuerte suma para su rescate, lo cual no ocurrió. Lamentablemente perdió la vida. ¿Será que el tema lo traten como un simple homicidio y no tendrá un trasfondo político?
LA ÚLTIMA PORQUE ESTAMOS EN AUSTERIDAD: Sobre el tema de los migrantes que están pidiendo que contraten los Ayuntamientos para darles empleo temporal. Ya habíamos comentado aquí que el alcalde de Medellín, Polo Deschamps, de plano fue el primero a decir contundentemente que no avala dicha propuesta y que primero daría trabajo a su conciudadana. También comentábamos que no tardaría en salir un simpatizante de la Cuarta Transformación a decir que sí daría empleo y haría caso a la propuesta del gobierno federal, y ese fue el alcalde de Coatzacoalcos, Víctor Carranza. Seguramente muchos coatzacoalquenses van a estar felices.