Cuando leí en las notas de Vuelo Libre —el disco con el que Adolfo Álvarez celebra su primer medio siglo como músico— que la música de ese disco «ha sido tocada bajo los criterios de la libre improvisación, pero con una lógica distinta a la del free jazz; no es cuestión meramente de etiquetas sino de fundamentos distintos», le pregunté si era algo similar a Kind of Blue.
«En realidad —me respondió— Kind of Blue parece que hubiera sido una cosa absolutamente novedosa, pero no lo era, el jazz siempre ha sido así, decimos vamos a tocar un blues en fa, yo improviso un tema de blues en ese momento y nos estamos agarrando de muy poquito, del mínimo: de una estructura de blues y de una tonalidad. Aquí, a veces decimos vamos a tocar en una cierta tonalidad, por ejemplo en mi bemol, y ya tenemos un acuerdo, pero a veces no, les digo tú te arrancas y si pensaste en una cierta tonalidad, consérvala, y si el otro arrancó en otra, que la conserve, de repente va a haber una bitonalidad o una politonalidad, y claro, aquello se puede oír difícil y complejo y raro y todo, pero así es».
Liberjazz se llama el grupo que ha conformado para enfrentar tan desafiante proyecto. Rodolfo «Chane» Hernández en el saxofón tenor, José Miguel Flores en el piano, Jorge Gamboa en el contrabajo y él en la batería se reúnen en el estudio de José Miguel, un espacio que —cito a Adolfo— «es un lindo lugar, solamente es una buena salita, hecha acústicamente bien, donde está el piano de cola y donde yo tengo una batería —siempre está ahí—, llegan Jorge Gamboa con el contrabajo y Rodolfo Hernández con su sax, y tocamos». Así de simple y así de complejo es el proceso creativo de este cuarteto.
Un par de gaviotas capturadas por la lente de una cámara aparecen en la portada del disco, no tenemos más datos de esas aves pero sabemos que es apenas un instante de un vuelo más largo, más corto, más penoso, más dichoso, más afortunado o más accidentado, lo mismo sucede con la música que registraron las grabadoras, es apenas una instantánea de un vuelo irrepetible e incapturable. «Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar», dice Borges en el inicio de su ficción Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Adolfo debe este proyecto a la conjunción de su espejo existencial y de un libro. Así me lo narró:
«De un tiempo acá me doy cuenta de que hay una serie de cosas del jazz que ya no escucho, que ya no forman parte de mi quehacer auditivo, y no porque haya yo empezado a despreciarlas, de ninguna manera, sino porque ya están ahí. Hay libros que uno lee una vez y le dan ganas de volverlos a leer, pero hay otros que no, por ejemplo, siempre que los Testigos de Jehová me preguntan si ya leí la Biblia, les contesto sí, ya la leí y no la voy a volver a leer. Tampoco escucho la música de fondo, igual que mi vecina suspende todo para ver sus telenovelas, yo suspendo todo para oír música, no ando haciendo otras cosas, si voy a oír música, oigo música aunque sea una hora nada más, o menos.
«Entre todas esas reflexiones empecé a darme cuenta de que había cosas que me jalaban más que otras y empecé a buscar algo de leer al respecto y me encontré con un libro que se llama Improvisando. La libre creación musical, no es un libro que hable sobre la improvisación en el jazz, sí incluye un capítulo y algunos otros comentarios al respecto, pero habla de la improvisación en general, incluso a mí me parece que es un libro que debería leer todo mundo, por lo menos quien esté en las artes, independientemente de que sea músico o no, es un libro que podría usarse muy bien para para poesía, para performance, para danza, para literatura, para muchas otras cosas. El autor es Wade Matthews y a pesar del nombre, no es un libro escrito en inglés y luego traducido, no estoy seguro si el autor es español o ha vivido en España muchísimos años, pero el libro está escrito en español.
«El libro es muy bien escrito y muy claro, habla de qué cosas se han hecho de este modo, qué otras se han hecho de este otro modo, y por ejemplo, la improvisación en el jazz, aun en muchas cosas del free jazz, parte de una estructura y, como dice ahí, no se trata de interactuar con una estructura, se trata de interactuar con los músicos, lo cual para nada es lo mismo. Uno sabe muy bien que las estructuras no pueden moverse porque si se mueven, ya es otra cosa; si yo tomo Stella by Starlight, por ejemplo, puedo alterar el tema original y otras cosas, pero tengo que improvisar sobre esa estructura. En este proyecto no se trata de eso, yo les digo:
«—Vamos a tocar algo
«—¿Qué?
«—Quién sabe
«—¿De qué nos agarramos?
«—Pues qué les parece si para esta pieza nos agarramos de nada. Tú empieza a tocar
«—¿Qué?
«—Lo que sea y yo veo si me voy incorporando a eso y de qué manera, cómo lo capto, y si me meto, ya modifiqué tu asunto. Y luego entra otro y veremos qué resultado nos da
«Siempre decimos que en el jazz nunca se da una situación igual, pero sí hay cosas que están establecidas, por ejemplo la estructura de una pieza. A mí me encanta Noche en Túnez y tengo nueve o diez versiones tocadas por Dizzy Gillespie y todas son muy diferentes, pero sigue siendo la Noche en Túnez, hay algo que nos dice que es esa pieza. En este caso, no es así, si me preguntan si vamos a tocar algo de lo que está en el disco, les digo que sería el puro nombre pero no va a resultar parecida, en todo caso, quizá esté el ambiente, por ejemplo, una de mis piezas se llama Enkra, que es el nombre de una rara musa —de una musa cara o, como dijera Le Luthiers, una escaramuza (risas)—. Yo quiero dedicar esa pieza a ese recuerdo, a esa persona, y le digo a los músicos:
«—Es una pieza evocadora, ¿cómo tocarías tú una pieza evocadora?
«—Para mí es algo lento, algo triste
«—Bueno, pues entonces así éntrale, con esa cosa romántica, dulce, triste; toca lo que se te ocurra y ahí vamos entrándole
«A veces digo éntrale para que nos encontremos, y a veces no, yo conservo lo que traía y tú haz lo que quieras, entonces hay unas piezas bastante fuertes y aparentemente caóticas, pero termina por ser el orden del caos. Yo me he involucrado al máximo con este asunto.
«El día que lo presentamos en el Museo de Antropología, le dije al público háganse a esta idea: sí yo les digo vamos a tocar una pieza roja, ¿como es una pieza roja?, pues quién sabe, nadie sabe cómo es una pieza roja; pero si les digo vamos a tocar una pieza roja y después una pieza azul, ¿ustedes piensan que son iguales?, y la gente dijo no, para mí rojo quiere decir más movido, violento, cálido, y azul, lo contrario: sereno, frío. Entonces ya tenemos de qué agarrarnos, vamos a hacer eso musicalmente.
«También me han dicho oye, si alguien que vaya pasando por allá toca los instrumentos, puede hacer eso, y sí, claro, nada más que no va a ser lo mismo si lo hace una serie de músicos con información musical y entrenados y con habilidades en su instrumento.
«Cuando invité a José Miguel Flores —actual director de Orbis Tertius— a tocar conmigo, me dijo:
«—Mira, tengo mucho trabajo con el Orbis: salimos, estamos componiendo, haciendo arreglos difíciles; además, somos cuates pero jamás hemos trabajado juntos y se me hace que has de ser de un exigente bestial, y yo no tengo tiempo para eso, no voy a poder
«—Vamos a partir de un principio: nada de lo que hagas está equivocado, yo no te voy a corregir absolutamente nada y te pido que no lo hagas tú tampoco, ni siquiera te autocorrijas, y los demás compañeros igual
«—Pero entonces qué voy a hacer
«—Haz lo que quieras
«Ensayamos en el estudio de José Miguel porque ahí tiene su piano de cola y es parte de lo que queremos hacer siempre, tocar con ese piano que se ha vuelto nuestra Alma Mater, estamos alrededor del piano porque suena lindo y porque hasta verlo es muy lindo. Ahí cité al equipo de grabación y les dije ustedes preparen su equipo, hagan sus pruebas y todo lo que tengan que hacer, y cuando ya esté listo, echen el equipo a andar y váyanse a fumar un cigarro allá afuera, o quédense aquí nada más para ver si no se apagó; y no me pueden interrumpir por nada, nosotros vamos a jugar a hacer esto y ya después veremos qué queremos y qué no queremos, qué es una pieza y hasta dónde llega, por qué sí o por qué no incluimos tal parte.
«Por ahí va la cosa, de hecho, yo pienso que nosotros deberíamos de grabar todas las sesiones, a veces decimos qué padre salió esto y ya se fue, chao, pero chao al cien por ciento, ya se fue, no quedó ni el tema ni nada, ni siquiera la motivación: hoy estoy muy triste, quiero grabar algo triste; mañana ya no estoy tan triste, ya se me pasó la tristeza o la alegría o el dolor de panza o lo que sea, entonces, realmente cada vez es una experiencia muy distinta y es muy bonito cuando veo cómo se sueltan los compañeros y yo mismo en algo que decimos que no puede estar equivocado nunca, claro, si grabamos veinte piezas, a lo mejor escogemos diez, pero lo demás también estaba bien, o no, o todo estaba mal; por ahí va.
«Para mí ha sido muy revelador y muy emocionante darme el chance de no seguir haciendo exactamente lo mismo que he venido haciendo en la vida: superarme, técnicamente, como músico y tener más conocimientos, mejorar el uso del lenguaje y todo eso. Eso ya lo llevé hasta un cierto lugar, no me importan las olimpiadas musicales, no quiero competir con nadie, no le quiero ganar a nadie ni me importa si me ganan. Lo que estoy haciendo ahora es nada más para mí y para quien quiera compartirlo, ojalá les guste y lo disfruten y ya, no tiene pretensión alguna, desde luego que me gustaría vender algunos discos para recuperar lo que he gastado (risas) pero eso es aparte, y si no, pues no.
«Ya no quiero hacer otra cosa, ya tengo suficientes elementos como para decir yo ya no tengo que cumplir con nada, y me puedo dar ese lujo —que es un gran lujo— de decir o le hago exactamente como yo quiera, o no le hago. Me han invitado a tocar jazz de ese que he amado —y amo— por toda mi vida y digo no, gracias, eso ya pasó, no solo le tengo respeto sino un gran amor, pero yo ya quiero hacer otra cosa y tengo derecho, y si no, pues no le hace (risas)».
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